Un despertar menos conocido: sindicatos y huelgas en EEUU

Joe Biden, presidente de Estados Unidos.
Joe Biden, presidente de Estados Unidos.

Los sindicatos de profesores son muy fuertes en Estados Unidos, y tuvieron un destacado protagonismo durante la pandemia en defensa de sus afiliados y en detrimento de alumnos y familias. Han suscitado una amplia reacción, que ha movilizado infinidad de asociaciones e iniciativas parentales, para evitar, o al menos frenar, evidentes abusos de poder, que condicionan la acción de las juntas docentes de cada lugar, mientras ofrecen pleno apoyo político al partido demócrata. Resultaba imposible no pensar en la antigua alianza británica de las Trade Unions con el Labour Party.

Si los líderes de esos sindicatos de la enseñanza no se esperaban esa intensa reacción, no menos tranquilos estaban empresarios y patronales. Se suele fijar como hito histórico la huelga de controladores del tráfico aéreo de 1981, zanjada con el despido masivo de todos: los sustituyó por personal militar el casi recién elegido presidente Ronald Reagan, quien por paradoja había liderado el sindicato de actores de Hollywood.

Justamente en la meca del cine mundial prosigue ahora un serio conflicto de guionistas y actores contra los conocidos grandes estudios cinematográficos. No deja de influir también, y muy específicamente en esta huelga, el miedo al futuro, ante el desarrollo creativo de la anónima inteligencia artificial. En conjunto, se observa un cambio de clima, que ha llegado a las páginas de The Economist.

Las cifras que aporta el conocido semanario británico son expresivas: entre 1977 y el fin de siglo, se producía un promedio anual de 84 grandes paros laborales en empresas con al menos mil trabajadores. Desde 2000 al 2022 el número bajó a 17. En ese mismo período la afiliación sindical cayó de veinte a catorce millones (repartidos a partes iguales entre sector público y privado). Sólo el 6% de los trabajadores del sector privado pertenecen a un sindicato hoy, frente al más del 20% en los años setenta.

En más de la mitad de los Estados se fueron promulgando leyes diversas que reflejaban el deseo general de limitar el poder sindical, especialmente respecto de las huelgas laborales. En esas normas -Right-to-Work Laws-, prevalecía el derecho individual de trabajar; y se sometía a serias condiciones la implantación de nuevos sindicatos en las empresas (basta evocar que una empresa como Amazon consiguió parar durante muchos años los intentos de sindicalizar a sus trabajadores).

Pero está cambiando la tendencia. Según un sondeo Gallup publicado a finales de agosto, el 71% de los estadounidenses manifiesta su confianza en el trabajo de las organizaciones sindicales, algo que no sucedía desde 1965. Y está aumentando el número de grandes huelgas: se han producido ya en 2023 dieciséis (once en los primeros siete meses de 2022, cifra máxima desde 2005). Y se esperan conflictos importantes en compañías aéreas, fábricas de automóviles, empresas petroquímicas (también algunas en sus instalaciones fuera de Estados Unidos), sector de hostelería.

No se excluye que el apoyo de la administración Biden a los sindicatos (en parte, fruto de cierto do ut des) compense la disminución de las afiliaciones. Pero, sobre todo, el aumento de conflictividad reflejaría el malestar de las clases medias y de las nuevas generaciones, ante la reducción de expectativas, el aumento de las desigualdades y las dificultades en materia de alojamiento, educación o sanidad, fenómenos acentuados en un período con tensiones inflacionistas. A esto se añadiría la falta de mano de obra –más aún en algunos sectores como hostelería y enfermería hospitalaria-, que lógicamente afecta a la relación de fuerza entre empleadores y asalariados.

Cuando falta poco más de un año para las elecciones presidenciales, la eficacia de los esfuerzos desplegados desde la Casa Blanca en favor del movimiento sindical será más bien limitada, porque la competencia reguladora corresponde a cada Estado. Pero aporta un elemento más al incremento de la incertidumbre ante noviembre de 2024.

 
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