Las elecciones en 2024 deberían fortalecer la democracia en el mundo

Donald Trump, expresidente de los EE UU.
Donald Trump, expresidente de los EE UU.

Titulo con un ferviente deseo, pero no está nada claro que se vaya a cumplir, habida cuenta de las características de los diversos países en que la mitad del mundo participará en comicios decisivos. Queda por saber si el primer ministro británico, Rishi Sunak, se decidirá a anticipar un año las elecciones previstas en 2025. Y no faltará alguna consulta inesperada, por maniobras parlamentarias, movidas populares o, incluso, golpes de Estado. Es el caso de Portugal, que tendrá elecciones anticipadas el 10 de marzo, tras la dimisión del socialista Antonio Costa: consiguió mayoría absoluta en 2022, pero tuvo que dimitir por un caso de corrupción que le salpicó injustamente. Preocupa el ascenso de la extrema derecha en los sondeos.

Para España las más importantes son las elecciones europeas y las de Estados Unidos. Actualmente, en los países de la UE abundan las coaliciones. Ante todo, en Alemania, Italia y la propia España. Pero, en cierto modo, también en Francia, si se tienen en cuenta las veces que el gobierno de Macron ha debido recurrir al expediente constitucional semejante al decreto-ley, o a las revisiones y cesiones necesarias para la aprobación parlamentaria de la reciente ley de emigración. Tal vez, de aquí a primeros de junio, los electores se lo piensen mejor. Pero muy probablemente la Eurocámara se parecerá mucho a la actual, muy fragmentada, aunque con mayoría creciente de partidos de centro y derecha.

Más problemáticas se presentan las elecciones de noviembre en Estados Unidos. La opinión pública internacional suele centrarse en las presidenciales, aunque también se elegirán la Cámara de Representantes –actualmente con mayoría republicana- y un tercio del Senado, dominado por los demócratas. Si no se producen cambios sustanciales pronto, los estadounidenses deberán elegir si envían de nuevo a Trump a la Casa Blanca, o mantienen a Biden, con o sin una nueva vicepresidencia. En cualquier caso, se reducirá casi seguro la presencia de EEUU en los conflictos internacionales o, al menos, eso se prometerá en la campaña. Con diversos modos de reducción a eslogan, prevalece hoy el América para los americanos.

La influencia sería más bien negativa para la guerra de Ucrania, con la consiguiente satisfacción de Vladimir Putin, que no tendrá problemas para obtener una nueva victoria en las elecciones presidenciales de Rusia, con primera vuelta el 17 de marzo. Por si acaso, el principal disidente, Alexeï Navalny, ha sido trasladado a una colonia penal en el Ártico. Se consolidará la invasión y la deriva autocrática del régimen ruso. Por su parte, el presidente Volodymyr Zelensky se verá obligado a retrasar las elecciones previstas en su país, ante la dificultad –casi imposibilidad- de celebrarlas en plena guerra.

No son alentadoras las primeras elecciones, que se tendrán el 7 de enero en Bangladesh, donde las autoridades son represivas, y la oposición boicotea las urnas, con la mayoría de sus líderes presos. Más prometedoras, y muy delicadas, son las elecciones de Taiwán el 13 de enero, con mayor motivo tras el discurso de fin de año de Xi Jinping. La actual presidente, Ing-Wen, finaliza su segundo y último mandato. Se espera la reelección del vicepresidente, Lai Ching-te, en confrontación con Pekín y la política “una China”. Se mantendría el statu quo, que incluye las buenas relaciones con Estados Unidos, también para fortalecer su defensa.

En febrero las elecciones generales llegan a Pakistán y al archipiélago de Indonesia. Serán consultas muy complicadas, pues ambos países –densamente poblados y mayoritariamente musulmanes- atraviesan difíciles circunstancias políticas y económicas y son en extremo dependientes de sus fuerzas armadas.

Tampoco se prevén cambios sustanciales en la India que renovará el parlamento en abril-mayo: Narendra Modi y su partido nacionalista ganarían sus terceras elecciones consecutivas y podrían gobernar en solitario. Lástima que el desarrollo económico se vea acompañada de una progresiva erosión de la democracia, con el uso del poder judicial contra la oposición y la falta de respeto de las minorías, especialmente de las confesiones cristianas y musulmanas.

En cambio, como de costumbre, por la complejidad del país y del sistema, son imprevisibles los resultados de las elecciones belgas del 9 de junio, aunque será difícil batir el récord de los 541 días que tardó en formar gobierno después de los comicios de 2010. Las tensiones entre flamencos y valones han disminuido, pero no la amenaza de los populismos.

Poco antes, sabremos si México concede la presidente a una mujer, por primera vez en su historia. Los ciudadanos deben optar entre continuidad –con la favorita Claudia Sheinbaum, ex alcaldesa de la Ciudad de México- o la candidata de la oposición unida, Xochitl Gálvez. Pensarán en la persona más idónea para ganar la guerra contra el narcotráfico, el crimen y la violencia.

 

Quedan sin fecha las elecciones en Sudáfrica, que podrían servir –o no- para superar la corrupción y el progresivo declive democrático desde la desaparición de Nelson Mandela.

En cualquier caso, comienza un año apasionante.

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