No es fácil acelerar el camino de Turquía hacia Europa

Está claro el deseo de la comisión de asuntos exteriores del Parlamento europeo, que aprobó por una amplia mayoría una resolución favorable a establecer una nueva dinámica en las relaciones de Turquía con la UE. Redactada por la eurodiputada holandesa del PPE, Ria Oomen-Ruijten, tuvo 54 votos a favor, 7 en contra y dos abstenciones; será sometida al pleno el 29 de marzo en Bruselas.

El documento aprobado es positivo, aunque no presenta especiales novedades. Vuelve a señalar la importancia de estrechar lazos, habida cuenta de la dependencia mutua, el potencial económico adquirido por Turquía y su decisivo papel estratégico en la región. Pero reitera la necesidad de abordar más a fondo las cuestiones pendientes: Chipre, Armenia –basta pensar en la reciente crisis con Francia, en parte suspendida gracias a la decisión del Consejo Constitucional contra la ley sobre el genocidio de comienzos del siglo XX‑, pueblo kurdo. Además, al Parlamento no le parecen suficientes las reformas introducidas en materia judicial ni en protección de las libertades civiles.

Turquía puede jugar un papel importante como paradigma democrático en la evolución del mundo árabe no radicalizado. Pero tiene que asentar, aun en formas jurídicas nuevas, la nota de laicidad afirmada en su día por la revolución militar de Kemal Atartük. De momento, existen indicios de cierta normalidad desde que llegó al gobierno un partido confesional islámico, antes prohibido por los militares.

En cambio, no hay síntoma de flexibilidad en la cuestión de Chipre. Al contrario, se han producido declaraciones poco prudentes en antevísperas de la presidencia chipriota de la UE. Los eurodiputados exigen firmemente la necesidad de impulsar las negociaciones para conseguir la reunificación de la isla, y piden a Turquía que comience a retirar sus fuerzas militares, de acuerdo con las resoluciones del Consejo de seguridad de la ONU.

A pesar de todo, los miembros de la comisión de exteriores de la Eurocámara valoran con razón las ventajas de una colaboración extrecha con Turquía en prioridades políticas actuales respecto de Oriente Medio, Afganistán, Pakistán, Cuerno de África, Balcanes occidentales y Cáucaso del sur. Dentro de la condición efectiva del actual régimen turco como “fuente de inspiración para la democratización de los Estados árabes”, elogian su postura ante Siria, y confían en que pueda facilitar el diálogo con Irán y su programa nuclear.

Como es natural, el documento reconoce el crecimiento económico y, sobre todo, la posición de Turquía como “corredor energético de la UE para el petróleo y el gas del Cáucaso y del mar Caspio”. No se puede olvidar tampoco su situación fronteriza con Iraq, más aún en medio de la actual crisis con Irán, de consecuencias difíciles de evaluar a corto y medio plazo.

La evidente conveniencia para la UE de una intensificación de las buenas relaciones con Turquía, no impide insistir en los valores esenciales incluidos en la carta de derechos humanos y sociales de la comunidad europea. Exigen más reformas jurídicas de las promovidas por Recep Tayyip Erdogan. Ante todo, el Estado debe disponer de un sistema judicial que imparta justicia con imparcialidad e independencia. Ha de reducirse el tiempo de la detención preventiva. Tienen que mejorar también las libertades de información y expresión, y el estatuto de los periodistas. Habría que reducir, en fin, las restricciones a la creación y funcionamiento de partidos y asociaciones de carácter político.

Desde mi personal punto de vista, la piedra de toque de las reformas será la libertad religiosa. Basta pensar en la negativa a devolver a la Iglesia ortodoxa el seminario de Halki, cerrado injustamente en 1971. Aunque se ha producido recientemente una manifestación positiva: el 20 de febrero el patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomé I habló por ver primera en la historia turca en una comisión parlamentaria, con motivo de las audiciones para la nueva Constitución.

Junto con la protección de las minorías religiosas, será preciso avanzar también en el derecho de familia, en la igualdad de la mujer, en la lucha contra la violencia doméstica e infantil, en un mayor esfuerzo por la expansión del sistema educativo.

 

Más delicada se presenta la cuestión kurda, tambén mencionada en la resolución del Parlamento europeo, en la medida en que se entrecruzan problemas de violencia y terrorismo con exigencias de integración política, cultural y social de los ciudadanos de se ese origen geográfico.

Pero, repito, el informe es positivo. Como detalle práctico, recomienda que se estudie la liberalización de visados de entrada en países de la UE, al menos, para hombres de negocios, investigadores, estudiantes y figuras representativas de la sociedad civil.

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