El incierto futuro de Afganistán

El futuro de Afganistán, donde se siguen perdiendo tantas vidas, y está en juego continuamente la dignidad de la persona humana, constituye también moneda de cambio político en Occidente. El presidente de Estados Unidos, que lleva el peso de la presencia de la OTAN en aquel peculiar enclave asiático, acaba de firmar un tratado con Hamid Karzai. Pero, pocos días antes, el candidato socialista a las elecciones presidenciales francesas, François Hollande, anunciaba que, en caso de ser elegido el 6 de mayo, el proceso de retirada de las tropas francesas comenzaría desde el inicio de su mandato: "Para finales de 2012 las unidades de combate habrán vuelto. Quedarán equipos, es lo que dicen los especialistas, y analizaremos cómo retirarlos progresivamente, pero el proceso de retirada se iniciará al día siguiente de las elecciones".

Ciertamente, ha pasado mucho tiempo desde los atentados del 11 de septiembre en Nueva York. El objetivo de encontrar a Osama Bin Laden se ha cumplido. Hollande, que estuvo de acuerdo con la decisión inicial de apoyar la batalla contra los talibanes, no quiere que los cerca de 3.600 soldados franceses en Afganistán formen parte de la "fuerza de ocupación" de un país extranjero. También esto, seguirá las huellas que Zapatero marcó con la presencia militar española en Irak.

Pero han sido precisamente juristas franceses los principales valedores de la doctrina de la intervención humanitaria, ante el riesgo efectivo de acciones reiteradas y graves contra los derechos humanos, que va abriéndose paso poco a poco en el Derecho internacional, aunque no consigue superar aún la supremacía de la soberanía nacional. Resultaba patética la entrevista que publicaba La Vanguardia el pasado 1 de mayo con la afgana Freshta Karimi, directora de Da Qanoon Ghushtonky, organización dedicada a proporcionar apoyo legal gratuito a mujeres y otros sectores vulnerables de la sociedad. Viaja por Europa junto a otros representantes del gobierno afgano tratando de convencer a la comunidad internacional de que un país que ha sufrido más de treinta años de guerra no puede ser reconstruido en tan solo diez años.

Por eso insiste en la necesidad de apoyo internacional más allá de 2014, especialmente para garantizar los derechos de las mujeres: “Hemos conseguido mucho desde 2001, pero eso no quiere decir que lo hayamos solucionado todo. No todo es perfecto, seguimos trabajando, pero todavía hay violaciones de mujeres, matrimonios forzados y entre menores, y la mujer tiene muchas trabas para poder ir a la universidad o trabajar. A pesar de eso, hemos empezado a cambiar, ahora hay alguien que defiende sus derechos”.

Barack Obama, en su discurso en la base aérea de Bagram en la noche del 1 de mayo manifestó el compromiso a largo plazo de EEUU con Afganistán para establecer un gobierno soberano y democrático. La firma del "acuerdo de asociación estratégica duradera" entre Afganistán y los Estados Unidos resulta compatible con la promesa a los estadounidenses ­–claramente electoral‑ de poner fin a "una década de conflicto en el extranjero" después de septiembre de 2001.

El acuerdo de asociación tiene aspectos ambiciosos. Comienza afirmando que "un fuerte compromiso con la protección y promoción de los valores democráticos y los derechos humanos es un aspecto fundamental de la colaboración y cooperación a largo." Compromete a Afganistán a apoyar esos derechos, incluyendo la protección de las mujeres, en cualquier acuerdo de paz que se firme con los talibanes. El gobierno de Obama, por su parte, se obliga a designar a Afganistán como un "importante aliado fuera de la OTAN" y a solicitar cada año ayuda económica y militar al Congreso. La ayuda militar incluirá una fuerza residual de instructores de Estados Unidos y unidades antiterroristas.

De todos modos, da la impresión de que la prioridad de Obama es transmitir a los ciudadanos norteamericanos su prisa por dejar ese país, aunque esté pendiente la derrota definitiva de los talibanes o la aceptación de unas condiciones de paz. En el actual gobierno de Kabul se han integrado antiguos señores de la guerra y traficantes de opio, y los derechos de la mujer en modo algún están asegurados en el futuro, aunque los talibanes acepten respetar la Constitución. Todo depende de la fortaleza de gobierno, policía y ejército, como garantes de una paz efectiva.

 
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