El socialismo francés aborda la reforma del derecho laboral

En gran medida, se configura como orden tuitivo, para frenar el excesivo poder de una de las dos partes del contrato de trabajo, con su capacidad de establecer condiciones injustas. El poder del empresario se limita por la ley, y en gran medida se frena por la acción colectiva de los sindicatos de trabajadores. Supone una revolución social que en cierto modo completa la revolución industrial. Pero sintoniza con una antigua tradición, sintetizada en aquella definición latina del derecho reiterada por Tomás de Aquino: quod est alteri debitum ad aequalitatem. Sin caer en falsos igualitarismos, el orden jurídico tiene en la igualdad un principio inspirador básico. En el Derecho laboral, por su carácter tuitivo, se descompensa aparentemente al prevalecer en la interpretación jurídica el criterio pro operario.

De otra parte, el despliegue de esas leyes especiales coincide históricamente con la progresiva expansión del Estado del bienestar, que arranca de las políticas sociales aplicadas en la Alemania del Canciller Bismarck. Curiosamente, en nuestro país también se produjeron avances sociales importantes con gobiernos de la derecha, como es el caso de Eduardo Dato. Por paradoja, con el tiempo, el Estado del bienestar entra en crisis cuando gobierna la izquierda.

Así sucedió con el programa de la Agenda 2010 lanzado en Alemania por el canciller Gerhard Schröder y continuado con la gran coalición presidida por Angela Merkel. En el fondo, denotan el intento de llevar a la práctica ideas hasta entonces más bien académicas, pero rotundas, sobre la crisis del Estado del bienestar, necesitado de adaptarse a las nuevas condiciones demográficas y económicas de Europa. No deja de ser significativo que la iniciativa de los recortes a las prestaciones sociales viniera de la socialdemocracia.

Schröder convenció primero a su partido, dentro de una evidente crisis de identidad de la izquierda germana. El Congreso del SPD le dio luz verde tras su amenaza de dimisión. Consiguió luego el apoyo de la democracia cristiana de la CDU, tras meses de severas negociaciones. Los sindicatos protestaron, pero sin movilizar a sus bases. Fuera del pacto quedaron diputados verdes, que no acaban de encontrar hueco con personalidad propia en la política global.

El reformismo alemán consistía sustancialmente en rebajar impuestos para incentivar el consumo, flexibilizar el marco de relaciones laborales, recortar las prestaciones a favor de los parados de larga duración y reforzar la obligación de aceptar ofertas laborales, suprimir subvenciones, revisar asistencia sanitaria, retrasar la edad de jubilación, congelar la cuantía de las pensiones. Gracias a ese esfuerzo político, la primera potencia europea superó el estancamiento. Y sus reformas fueron modelo para diseñar políticas económicas y sociales, indispensables en tiempos de globalización. Aquí, Rajoy siguió la estela de Zapatero, bajo la indudable presión de Bruselas. Una eventual mayoría de izquierdas promete derogar inmediatamente las reformas..., que en estos momentos están en el centro del debate político en Francia, con el proyecto de ley de nuevo orden laboral que está a punto de enviar Hollande al Parlamento, salvo que las movilizaciones populares den al traste con su plan.

Pero Hollande ha comprometido su candidatura a ser reelegido presidente con un cambio radical de tendencia respecto del desempleo: su crecimiento está acompasado con el de la impopularidad del propio Jefe del Estado y de su primer ministro. Porque las cifras del paro son ciertamente excesivas, a pesar de un repunte reciente, no esperado y difícil de explicar desde el propio gobierno. El año 2015 terminó con 3,59 millones de desempleados en la Francia metropolitana, lo que llevó al presidente a decretar un “estado de emergencia económica y social”. En su mandato, el paro había aumentado en 652.700 personas (a noviembre de 2015).

Como corresponde en el neolenguaje político, las restricciones se presentan como proyecto de ley para instituir nuevas libertades y nuevas protecciones para las empresas y la población activa. Se trata de un conjunto de medidas prácticas, en espera de la profunda reelaboración del actual código de trabajo francés, un documento farragoso, tan extenso como intervencionista. Ahora se pretende dar más protagonismo a la negociación colectiva.

Veremos si se llega a esa reforma profunda, para la que Robert Badinter ha preparado un excepcional documento de 61 artículos, con los principios jurídicos esenciales en el derecho del trabajo. Como afirma el antiguo ministro de justicia de François Mitterrand, autor de la abolición de la pena de muerte: “El punto de partida -el corazón del derecho laboral francés-, es la voluntad de asegurar el respeto de los derechos fundamentales de la persona humana en el trabajo. Esta inspiración, esta dimensión ética con demasiada frecuencia ignorada en la sociedad mercantil nacida de la revolución industrial, ha estado en el origen del gran movimiento de liberación social de los dos últimos siglos. Debe seguir siendo válida en un momento de cambios profundos en la sociedad engendrada por la revolución informática y la irresistible globalización del comercio”. El proyecto actual flexibiliza la duración del tiempo de trabajo (diario y semanal), que supone una derogación no expresa de las famosas 35 horas... Establece un nuevo régimen de las horas extraordinarias. Regula a la baja las indemnizaciones por despido, sin perjuicio de posibles decisiones judiciales. Se precisan los motivos que pueden ser invocados para pronunciar reducciones de empleo colectivas, con más cancha a las exigencias tecnológicas o a reestructuraciones a favor de la competitividad. Favorece los convenios de empresa y las consultas a los trabajadores de cada establecimiento. En el plano positivo, fortalece los derechos sociales a lo largo de la carrera profesional del trabajador, mediante una cuenta personal de actividad.

La reforma cuenta con gran oposición, también dentro del propio partido del gobierno. Mucho depende ahora de la reacción sindical. Pero se trata, sin duda, de una cuestión central en la actual remodelación de Europa.

 
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