También en Italia avanza el partido de la abstención

Bandera de Italia.
Bandera de Italia.

Cuando comienzo estas líneas sobre Italia, no sé los resultados de la votación para elegir al sucesor de Boris Johnson en el Reino Unido. Pero sí que el correspondiente proceso parecía desconectado de las preocupaciones reales de los británicos, aunque los miembros del Partido Conservador abarrotaron el último día de agosto el Wembley Arena, para asistir al debate final entre la ministra de Asuntos Exteriores, Liz Truss, y el ex ministro de Hacienda, Rishi Sunak. La gran favorita parece haber apostado por la continuidad, sin ofrecer ayudas efectivas a los ciudadanos, que sufren una seria crisis económica y social, agravada muy probablemente por el Brexit.

En cambio, el domingo acudieron a las urnas el 85% de los chilenos, que rechazaron el proyecto de Constitución por una mayoría abrumadora, muy superior a la vaticinada por los sondeos. Estaba en juego el futuro de un país que quiere olvidar a Pinochet, pero sin embarcarse hacia repúblicas bananeras excluyentes, que harían imposible salir de la crisis actual.

Tampoco son pacíficas las circunstancias que rodean la consulta electoral italiana, tras la provocada dimisión del primer ministro de consenso Romano Prodi. La reforma electoral de 2017, manifestación práctica de la proverbial creatividad política italiana, no parece haber servido para facilitar una mayor estabilidad de los gobiernos, aunque ha debilitado a los grillini (el movimiento 5 Stelle) y a la izquierda heredera del antiguo y fuerte PCI.

La llamada ley Rosatellum bis incorporó rasgos del sistema alemán, intermedio entre la uninominalidad británica –un diputado por distrito electoral- y la proporcionalidad más o menos basada en la ley de Hondt: el 36% de los escaños, tanto de la Cámara de los Diputados como del Senado, se asignan por sistema mayoritario: un electo por circunscripción; para el restante 64% rige la proporcionalidad, con un umbral mínimo del 3% de votos para que un partido alcance representación, que será del 10% en caso de acudir a las urnas agrupados en coaliciones. Además, admite una figura especial de coligación que no requiere unidad de candidatos: basta una “declaración de alianza”, y las listas que no lleguen al 3%, pero consigan más del 1%, sumarán a favor de la coalición. En cualquier caso, no resulta nada fácil conseguir ese 40%, que se considera indispensable para formar un gobierno estable. 

Por lo demás, en Italia se están reproduciendo las tendencias de otros grandes países europeos, que pueden acabar llevando al incremento de la abstención. El malestar económico se ha agravado por la invasión de Rusia a Ucrania: ante la respuesta de Moscú a las sanciones internacionales, crece miedo a la extensión del conflicto. De hecho, se advierten signos de fatiga ante el precio que supone la defensa de las libertades en Ucrania, junto con aproximaciones a Rusia por entender que está justificada su crítica –en realidad, cínica- a la decadencia ética occidental.

Esa mezcla de cansancio y miedo al futuro –remachada por el signo tremendo del invierno demográfico- llevó a los ciudadanos, especialmente a los jóvenes, a apostar por caras nuevas, dentro de también nuevos colectivos y denominaciones, con más o menos dosis de populismo y xenofobia latente. Pero la experiencia no ha sido satisfactoria. 

De ahí que los sondeos de opinión alerten del riesgo de la abstención el próximo 25 de septiembre: el 20% de los jóvenes está seguro de no acudir a las urnas, y el 50% afirma su decepción ante los programas de los partidos. Se comprende que los líderes estén lanzados a ocupar espacio en las redes sociales más populares, aun con el riesgo del conocido efecto búmeran ante la tardía e interesa creación de esos perfiles. De momento, las proporciones son semejantes a las de otros países: los de 18 a 34 años son el 48% de quienes no muestran la menor inclinación a acudir a las urnas, porque no se sienten representados, y piensan que volverán a recurrir a gobiernos técnicos, en el fondo provisionales, como se vio con Prodi. No falta la madurez irónica de quienes afirman haber optado por el mal menor: no votar.

Desde luego, la fragmentación política no facilita las cosas. Sorprende el primer puesto en popularidad alcanzado por Giorgia Meloni, líder de Fratelli d’Italia, más derechista aún que Matteo Salvini, al frente de la Lega, que amplió su espacio del Norte a todo el país, con buena experiencia en Sicilia y, sobre todo, en la Emilia Romaña, tradicional feudo de la izquierda (fenómeno ya vivido en Francia por Le Pen, bien vista por Salvini). No ayuda a ésta la división de los herederos del partido comunista: el PD clásico se fracturó con la creación por Matteo Renzi de Italia viva. Por lo demás, se especula sobre el grado de la decepción ante la izquierda antisistema por la crisis interna de 5 Stelle, así como sobre el nivel de recuperación de Forza Italia, del incombustible Silvio Berlusconi.

La cuarta parte de los italianos tienen intención de votar a Meloni: podría superar holgadamente el 40% con Lega y Forza Italia. Pero la campaña hacia el 25 de septiembre apenas ha comenzado.

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato