‘Bin ich schön?’

La exitosa escritora y directora de cine alemana Doris Dörrie publicó en los noventa el libro de relatos Bin ich schön? (¿Soy guapa?), adaptado luego por ella misma a la pantalla. Acabo de acordarme de esa mezcla de coquetería e inseguridad que insinúa el título, ahora que el Real Instituto Elcano ha dado a conocer su tercera encuesta sobre la Marca España. De los seis países con peso económico que se tienen en consideración para analizar cómo nos ven en el exterior, es Alemania el menos benevolente. Me imagino a esta nacioncilla nuestra, pizpireta y locuaz, vestida con sus mejores galas de quiero y no puedo, poniéndole ojitos al gigante alemán para seducirlo mientras le dirige la pregunta de qué, cómo me encuentras, y me figuro al otro con la nariz arrugada, la boca fruncida, expresando con gesto inequívoco de teutona insipidez algo parecido a no me pareces del todo mal, pero nunca me casaría contigo.

Queremos gustar a los alemanes porque al fin y al cabo son quienes nos influyen de verdad. Los otros países que entran en el estudio —Reino Unido, Estados Unidos, México, China y Rusia— no marcan de forma tan directa nuestra política económica. Buscamos principalmente la aprobación de los alemanes, su cariñín adusto, y nos dan unos tantos por ciento que menudo cariñín de las narices. Un 77% de los encuestados ve a los españoles como tradicionales, en el mal sentido, se entiende. He tenido que detenerme un momento con mi yunta de bueyes en plena faena de arar la gleba para darle vueltas a qué puede significar este concepto. Un 71% nos considera pobres. La pobreza es relativa, pero sí, en comparación con ellos, según todos los indicadores, sobrados no vamos. Ya con menos grado de apoyo, que baja en todos los casos del 50%, opinan los alemanes que somos corruptos, débiles, ociosos y egoístas. Creo que también —no es broma— nos consideran marranos porque en casa ajena los varones solemos orinar de pie y dejamos gotitas, pero este ítem sociocultural, incomprensiblemente, no estaba incluido en la encuesta.

Por el otro lado, el de las valoraciones halagüeñas, se sigue teniendo en mucho el carácter turístico de nuestro país y su riqueza patrimonial. O sea que, según lo anterior, en algo salimos bien parados, siempre y cuando no lo analicemos muy a fondo. Porque es hasta cierto punto como decir que qué bien se pasa aquí el rato con tanto sol y tanta playa y tanto monumento, pero que quizá lo que sobre para un bienestar completo sean los lugareños: tradicionales, pobres, corruptos, débiles, ociosos y egoístas. Y marranos. En definitiva, España, que con su escaso don para las lenguas ha tenido que aprenderse trabajosamente la frase de memoria, pregunta, coqueta e insegura, con una chispa de picardía en sus ojos negros: «Bin ich schön?». Y el gigante alemán, algo ceñudo, no acaba de pronunciarse pero piensa que sí, que tienes tu encanto, que a unas cervezas y a unas tapas te voy a invitar para que vuelvas cenada a casa, pero no busques conmigo nada serio, kleines Mädchen.

 
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