Confieso que he bebido – Últimos vinos

SANGRE DE TORO (EGRI BIKÁVER) 2002, THUMMERER. A los vinos exóticos uno no se acerca con escepticismo sino con pavor, sean el Gris d’Algérie o un merlot croata. El Egri Bikáver o Sangre de Toro –nada que ver con su homónimo de Torres- es un vino de fama legendaria, dentro de la fama legendaria que tienen estas cosas. Todos los encuentros con vinos de países que estuvieron al otro lado del telón de acero han de evitarse por principio, por la sencilla razón de que no hay tradición de excelencia ni medios adecuados ni perspectivas de mercado y –ante todo- porque el comunismo, que destruyó a los hombres, no fue mucho mejor con los viñedos. La calidad y los planes bienales no eran compatibles. Aun así, es curioso que los vinos de los países del este sean los habituales ganadores en las competiciones internacionales de vinos de Misa. Otro prejuicio contra el vino húngaro es que sus tokays –ya se sabe, vino de reyes y rey de los vinos- nunca me ha hecho ver el cielo pese a mis muy repetidos intentos: no hay punto de comparación con un buen Sauternes, y lo digo con pena ya que uno es fan de lo húngaro en general y como punto de partida. Por otra parte, el mercado de los tokays ha estado en parte monopolizado por los muy hábiles empresarios de Vega Sicilia a través de Oremus, y de ahí la popularidad de un blanco seco de uva furmint muy plano y poco potable. Sentados los prejuicios, este Egri Bikáver es un vino en verdad maravilloso y para todo el mundo, con la acidez de los viejos riojas y un escaso grado alcohólico que propicia el darle largos tientos. Es elegante, con un punto de chic rústico y recuerdos florales como los que llevan bordados las campesinas húngaras en sus trajes de fiesta. Muy, muy bueno, en su sencillez.

PIERRE GIMMONET BLANC DE BLANCS. Gimmonet es uno de esos pequeños productores no muy caros y fuertemente competentes que se están haciendo un hueco. Gimmonet es de los mejores de entre ellos y por precio queda lejos de champañas inencontrables y raros y excelentes como Jacques Selosse o Egly-Ouriet. Lo interesante aquí es reseñar que, para el aperitivo, es mejor un blanc de blancs, es decir, un espumoso hecho sólo de chardonnay o un buen cava –que casi siempre es sólo de uva blanca- antes que un blanc de noirs con pinot noir y pinot meunier. A mí me gusta más el blanc de noirs por la fuerza y la estructura de maravilla que da, en las buenas botellas, la pinot noir. Pero eso puede ser excesivo para el aperitivo, donde agradecemos más la sutileza y la elegancia limpia de un blanc de blancs como este.

ALAIN GRAILLOT HERMITAGE 1998. Alain Graillot es uno de los nombres del momento –desde hace más o menos una década. Su Crozes-Hermitage es un gran éxito en toda Europa pero él elabora en todo el Ródano, norte y sur. Su Hermitage es el orgullo de este financiero parisino que lo dejó todo evangélicamente para irse a la viña. Es un vino que necesita hondo tiempo para expresarse. Nos llegó a la mesa con elegancia que honró a la sumiller: decantado en una de esas extravagances que hace Riedel al efecto y con la botella con los posos nuevamente encapsulada. Esto ya se ve muy poco. Al principio el vino olía a frenazo pero no tardó en ir transparentándose una syrah domada por el tiempo y olorosa a maquis. Acompañó el momento glorioso de encontrarse con el perdigón de la segunda becada de este invierno.

CHÂTEAU GRUAUD-LAROSE 2000 SAINT-JULIEN. Dos mil fue el año del jubileo y, aunque queda mucho milenio por delante, se supone que va a ser una de las grandes añadas. El Gruaud-Larose, como todos los buenos châteaux de Burdeos, tiene una historia compleja de altos y bajos y cambios de propiedad. Baste decir que es otro de los vinos que ostentan por leyenda ‘vino de reyes, rey de los vinos’. También es uno de esos segundos ‘crus’ que compiten con los primeros. Ciertamente, este 2000 era una elevación sinfónica desde la copa –la concreción de la idea de lo que es un Burdeos en su excelencia tranquila, rotundo en matices nobles. Yo creo que los vinos buenos de Burdeos son lo más seductor que hay en este mundo –la música callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora.

MARCEL LAPIERRE MORGON 2006. Morgon es una pequeña AOC sin mayor prestigio dentro del Beaujolais. Característicamente, sus vinos son de uva gamay. Pese a todo, este elaborador no es nada desdeñable y este vino suyo ligerísimo y floral –rosas, violetas- está cobrando fama año tras año, en especial cuando viene embotellado sin sulfitos –este es el que tienen en Madrid en Le Garage y en Cuenllas. Es uno de los tipos de vino por los que tengo una debilidad manifiesta.

CHÂTEAU DE PLAISANCE 1999 SAINT-ÉMILION. El 99 fue una cosecha que, en Burdeos, se recibió con profundo descontento y las peores perspectivas. Con todo, ya se sabe que no hay añadas malas sino añadas difíciles –cosa discutible. Este Plaisance al principio engaña presentándose con el traje de noche de los burdeos más solemnes –es un grand cru- pero finalmente tiene un fondo animal problemático. Con todo, da el pego de grandeza perfectamente –un gran vino para comer, ceremonioso; sus defectos ya los cubre la becada.

LA RIOJA ALTA 904 1995. Entre la gente que bebe vino con un cierto afán de perfección, estos riojas clásicos tienden a desdeñarse, salvo pasiones puntuales por Tondonia –que es una categoría aparte- o por Campillo. Con todo, este vino es una maravilla de aromas terciarios, sedosidad y acidez fina, el guante de terciopelo característico de los riojas. Los años han demostrado que 1995 ha sido mejor que 1994 en Rioja.

PICOLIT LIVIO FELLUGA. Tengo una curiosidad no saciada hacia los vinos blancos del Friul y del norte de Italia en general –los hay excelentes, sorprendentes, rebosantes e acidez que es salud. Este Picolit es un vino de la uva dulce del mismo nombre, elaborado por un viticultor de calidad reverente como es Livio Felluga. Por cierto que las etiquetas muestran un gran criterio tipográfico. El picolit fue vino de moda en las cortes allá por el siglo XVIII pero la producción es mínima y al parecer las botellas hay que conseguirlas a mordiscos. Lo que nos encontramos es un vino pajizo, no muy glicérico ni alcohólico, menos concentrado y más elegante que el habitual moscatel mediterráneo, más en la liga de lo floral y las frutas de hueso que en la gama de cítricos y balsámicos. Es un vino femenino y evanescente y delicado. En consecuencia, levanta grandes entusiasmos.

RODA I 1995. Este Roda está entre los mejores riojas que se han hecho, posiblemente. La razón es que Cirsion, el vino ‘top’ de la bodega, todavía no estaba en el mercado –así que el Roda del 95 es como si fuera el Cirsion del 95. Equilibrio excepcional y todavía potencial de guarda.

 

DOMAINE DE PEGAU CUVÉE RÉSERVÉE 2001 CHÂTEAUNEUF-DU-PAPE. Bien, estamos en enero pero va a ser uno de los vinos del año, a la altura de los grandes Ródanos de Chaves y Chapoutier, de los Beaucastel y los Rayas. A nosotros los católicos nos gusta por defecto el Ch-du-Pape por llevar siempre grabado en la botella el escudo papal –pero sería de mis vinos preferidos aunque llevara un escudo del Barça. Complejo, redondo, perfectamente integrado, una fiesta de guindas y especias. Está en su momento.

CHÂTEAU MOUTON-ROTSCHILD 1999 PAUILLAC. No todos los meses abre uno un ‘grand cru’ de Burdeos. El M-R, de etiqueta siempre realizada por algún artista, es un parvenu entre los de su categoría –la familia Rothschild batalló largamente hasta alzarlo a grand cru en 1972. Es, quizá, el menos complejo de los grandes que uno ha probado –curiosamente se nota muy presente la mineralidad de la grava, del canto rodado. Quizá con un punto excesivo de madera. En todo caso, hablamos de la estratosfera. De estos vinos, como del Quijote, uno nunca sabe qué decir.

CHÂTEAU CHEVAL BLANC 2001 SAINT-ÉMILION. Es un niño todavía. La gente anda últimamente quejosa por un cambio de estilo en Cheval Blanc del que no tengo opinión –lo ven evolucionar a un nuevo estilo más ‘parker’. Lamentablemente, nunca he hecho una vertical para comprobarlo. En todo caso, lo probé hace tres semanas y lo recuerdo glorioso y trascendente; todavía sigue en algún lugar entre la memoria, la retronasal y el corazón. E incluso fue bonito catarlo todavía tan poco hecho –con la elegancia prematura de unos potrillos que van haciéndose, bravos todavía, sin domar. Para los maniáticos, es de los grandes Burdeos con mayor presencia de la cabernet franc, uva que da lugar a muchas discusiones sobre su calidad y potencial de guarda –lo cierto es que, por así decirlo, aquí eso no se nota.

LOSADA 2005 Y 2006, ALTOS DE LOSADA 2005 Y 2006. Podrían llamarlo ‘la estrella del Bierzo’. En dos añadas no sólo ha mejorado de un año a otro –y eso que el 2006 está aún por hacerse- sino que nos da un Bierzo nuevo y auténtico, lleno de mineralidad y una concentración rara en la mencía. La elaboración es sencillamente perfecta, algo en verdad muy desacostumbrado.

GORBIA 2005 MONTERREI. De los mejores mencías de Monterrei, en Orense, muy similar a algunos cabernet franc franceses. Es otro estilo por comparación al Bierzo, menos concentrado, quizá con un mayor punto de acidez aunque no ha de ser un vino que vaya a durar mucho. Delgado y elegante. Frutas rojas. Capa de pigmentación escasa, amoratada, típica de la varietal.

PEDROUZOS 2004 VALDEORRAS. Sólo se comercializa en mágnum este blanco de godello de Valdeorras –que es donde a mi juicio se hacen los mejores godellos-. Por supuesto, decir que se comercializa quizá sea impreciso pues es un vino casi invisible. La leyenda dice que proviene de un pago de las viñas más antiguas que se conservan de godello, en una ladera mimada por el sol. Según el ultracompetente sumiller de Laredo, es el mejor blanco que nunca se ha hecho en España. Tiene razón.

CHÂTEAU LATOUR 1996 PAUILLAC.

- Gloria a Dios en el cielo

- Y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor…

ATTECA 2007 CALATAYUD, BALTASAR GRACIÁN VIÑAS VIEJAS 2006, AQUILÓN, ALTOS DEL MONCAYO. Ahora mismo no hay nada más de moda en el mundo –no en el mundo del vino sino en el mundo en general- que las garnachas aragonesas, sean del Campo de Borja, Calatayud o Cariñena e incluso uno del Somontano. No es cosa que no tenga sus razones y es uno de los mejores descubrimientos –y con mayor potencial de duración- del viñedo español en estos años. La variación de precios es impresionante, de los seis a los más de cien euros: con todo, tiendo a apreciar los más sencillos pues los demás tienden a unas concentraciones excesivas, no siempre gráciles, más nuevo mundo que viejo Ródano.

TAYLOR’S TAWNY 10 AÑOS. Taylor’s es una de las grandes casas de Oporto; al igual que otra gran casa como es Quinta do Noval, dan lo mejor de sí en sus mejores botellas, en tanto que otras tienden a decepcionar. Ciertamente, un tawny de diez años no es un vino menor, es más frutoso que el tawny de 20 y es un maridaje muy bueno para un Stilton –prueben a añadirle unas nueces o a comerlo con pan con nueces. Dicho lo cual, en comparación con los tawnies de veinte años, el de diez es algo así como la hermana fea.

BOURGOGNE HAUTES-CÔTES-DE-NUITS MÉO-CAMUZET CLOS ST.-PHILIBERT 2005. Blanco de chardonnay de prestigioso viticultor; curiosamente, y estas curiosidades abundan en la Borgoña, es un blanco en la zona de tintos, Cötes-de-Nuits. Turbidez amable, mineralidad no muy marcada, no así la acidez. Anisados, flor de acacia. Vino fácil y con un punto goloso, de concentración perfecta.

VIN JAUNE TISSOT 1990 ARBOIS. Muy secretamente, a lo largo de estos últimos tres o cuatro años, el ‘vin jaune’ se ha hecho un hueco en las mesas. Es, ante todo, por afán de novedad pues es vino algo rústico y muy para los de allí. Tiene concomitancias en su crianza con el fino pero sin la gracia del fino, siendo a la vez menos seco que este. El mítico es el Château Chalon, que es una denominación de origen en sí misma. Puede marinar bien con un Conté pero también maltratar las papilas si, como suele hacerse, se sirve al principio de la comida. Eso sí, es muy típico, en sus botellas tipo clavecín, y con el tiempo gana unas complejidades asombrosas –no en vano es un vino que puede aguantar eternamente, es decir, unos cien años, que es la medida de eternidad de nuestro cuerpo mortal.

STÉPHANE TISSOT SAVAGNIN 2006 ARBOIS. Cultivo al parecer biodinámico: el cultivo biodinámico, que no deja de figurar entre las ciencias ocultas, da pie de cuando en cuando a hondas decepciones –en España figuramos muy primeramente en esta lista. Con todo, este Savagnin decepciona no por la biodinámica sino por la uva, que no da más de sí, y es plana y sin vida; el vino está bien elaborado y sin defectos, la concentración y la acidez son buenas… es, simplemente, que la savagnin da un vino que es mejor evitar, y de hecho a la gente le tiende a dar algo como entre la pereza y la tristeza ante la perspectiva de probarlo. Esta uva da olores de cola de carpintero y un sabor a oxidación.

VEGA SICILIA ÚNICO 1998. Este Único no parece haya de ser de los de más larga guarda. Eso coincidiría con tantas conversaciones alarmantes en torno a Vega Sicilia, a la que se atribuye una cierta americanización –más explosividad, menor guarda- en los últimos años, junto a problemas en el suministro de uva. Este no es el problema de este vino, en verdad elegante y de sedosa potencia y en un óptimo momento; con todo, había algún defecto de humedad que habla de problemas en bodega. Las cosas con el Valbuena, sin embargo, están bastante peor en estos últimos tiempos. Pese a todo, el Único tiene siempre un andamiaje de ‘grand cru’.

RIOJA TRASNOCHO 2004 FERNANDO REMÍREZ DE GANUZA. En la rioja alavesa, R. de Ganuza es elaborador de discreción, buena prensa y gran prestigio; para su alta gama elabora sólo con los hombros de cada racimo. Trasnocho es vino moderno pero no por eso tiene menor tipicidad. Pese a todo, las maderas no han de integrarse, resultando el vino desequilibrado y con problemas en la nariz, un olor a ozonopino que viene a ciencia cierta de problemas con la madera –con el secado de la madera.

FINCA DOFÍ 2000 PRIORATO. Gran añada en el Priorato. Hay que buscar vinos de estos años pues, poco después, los Prioratos han degenerado casi infinitamente, incluyendo, ay, este finca Dofí, cuyo 2004 recuerdo con notas verdes y un brutal desequilibrio. Este, en cambio, es de los que justifican la fama y casi los precios. Todavía hay que decantar y esperar –es uno de los vinos que mejoran a la mañana siguiente.

DOMAINE DE LA CASENOVE 2004 VIN DE PAYS DES CÔTES CATALANES. Gracias al cielo, este vino con base en la garnacha no tiene la rotundidad mal entendida de otros de la zona, como el Scamandre de Nîmes. Lo cito no por ser bueno ni malo sino para hablar de los vinos del Lenguadoc-Rosellón y demás Cataluñas francesas y Provenza: son vinos que, por su precio, han conocido una relativa popularidad en algunas tiendas españolas. En general, son muy poco recomendables y más caros que los vinos de aquí –y en ningún caso mejores. En cambio, tras un amplio seguimiento –bastante sacrificado- por los vinos de la zona, es en verdad muy recomendable beber todo lo de Mas de Daumas Gassac y, ante todo, el Domaine de la Grange des Pères, que tienen todo lo que han de tener estos vinos en su grado excelso.

JUAN GIL PIEDRA ALTA (¿2007?). Monastrell del levante perfectamente elaborado. En ese sentido, no es sólo didáctico sino muy agradecible y disfrutable. La monastrell era esto, un poco de tomate seco, algo de orejones, un asomo de algarroba –un aroma muy maduro, a veces cerca de lo ‘pourri’. Pero ¡bravo!

BOUZERON ALIGOTÉ AUBERT DE VILLAINE 2006. Este vino es un capricho: la variedad más pastueña de la Borgoña en la interpretación del propietario del Domaine más prestigioso de la Borgoña (Romanée-Conti). Huele a tiza y sobre todo a rosas –a rosal. Fresco y algo amargoso en su final. Es como si Yzthak Perlman tocara Paquito el Chocolatero, algo muy distinto de ese aligoté que hay que ahogar con cassis para que pueda servir de aperitivo. Por cierto, que hay otros elaboradores magníficos, como Ramonet, que también se entretienen en estas obras menores.

DÖNNHOFF WEISSBURGUNDER TROCKEN 2005 NAHE. Dönnhoff suele causar gritos de admiración. Hoy, los vinos blancos del Rin y del Mosela no tienen parangón, en la estimación de los que entienden, como los mejores del mundo. A mí me gustan más los Borgoñas. Este vino, en todo caso, es un poco extraño: viene del Nahe y es de weissburgunder o pinot blanc, variedad de no mucho prestigio. Es vino delgado y, como tantos alemanes, se parece a esas vicetiples que parece que no llegan y luego pueden incluso pasarse de frenada. Gran elaboración para un vino limpio, fresco y ácido como morder una manzana verde.

CHAMBOLLE-MUSIGNY 2002 DOMAINE HENRI PERROT-MINOT. Antes del desastre del 2003 –el año del calor-, el buen Dios nos regaló una añada memorabilísima en la Borgoña. 2002 es año de piedra blanca por allí, no en otros sitios. En este domaine de la Borgoña –lamento enormemente no recordar el pago concreto que nos sirvieron- trabajó el afamadísimo Mortet, partidario de vinos tan musculares y contundentes como este, ácido y violentamente frutal. El vino es magnífico aunque no es mi estilo; en cambio, busquen y compren todo el Borgoña 2002 que puedan. Y ya puestos, también 2000 y 1997.

SANTA CRUZ MOUNTAINS RIDGE CHARDONNAY 2005. De los chardonnays californianos debemos temernos lo peor pero he aquí que este está mucho mejor que otros y que otros años del mismo, teniendo una producción –sospecho- de millones de botellas y sin ser especialmente barato. Mantequilla y roble, sí, pero el alcohol bien integrado y una acidez que lo salva. En resumen, vino goloso aunque estos blancos tan potentes de California tienden a anularlo todo a su alrededor, la comida y el resto de los vinos. Paso por boca suntuoso, recuerdo persistente. Ha sido una reconciliación. Con todo, a los demás comensales les gustó muy poco.

XISTO 2004 DOURO. Devolvamos a los ‘douros’ a su condición de grandes vinos de Europa. Los hay maravillosos pero ciertamente los portugueses tienden a elaborar de un modo irregular. Barca Velha, Quinta donha Manuela, el mismo Xisto: como otros Douros, este viene avalado por grandes familias –los dueños de Quinta do Crasto y Ch. Lynch-Bages. Estos Douros vienen siempre plenos de fruta, de tanino fino y ya bien pulido, notas de trufa y chocolate y cerezas en licor y mucha, mucha flor –cosa siempre agradable en los tintos y bastante infrecuente. El equilibrio y la elegancia de estos vinos es característico, aliando el empaque con la amabilidad y esa austeridad que se está perdiendo y que era característica en los grandes por contraste con las macedonias pasadas de otras latitudes… Esplendor de Portugal, naçao valente, imortal.

HUET VITICULTEUR CLOS DU BOURG 1997 VOUVRAY. Estos vinos de chenin blanc del Loira son un milagro de persistencia. El domaine Huet es, junto a la Coulée de Serrant, de lo más prestigioso de la zona –con toda la razón. Sus vinos no son exactamente fáciles de hallar y eso que tiene una gama amplia de secos, dulces y espumosos. En general, acumulan puntos y más puntos en las catas por su elaboración y su equilibrio: aquí encontramos acidez, mineralidad característica, un paso por boca a la vez ancho y largo, siendo un vino no enormemente complejo pero sí muy elegante, siempre con un punto de miel sorprendente que nos lleva a los blancos de otras épocas, que tendían a ser semidulces. Olor a flor de tilo, gran estructura, amargor final, el punto carnoso de la chenin blanc. Lamentablemente, no es el tipo de blanco que me enamora, pese a su perfección –pero en esto está uno en la minoría y seguramente sin razón.

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