Cuba y el nuevo contexto de las Américas

La XXXIX Asamblea de la Organización de Estados Americanos efectuada en San Pedro Sula, Honduras, los días 2 y 3 de junio, marca una nueva dinámica de cooperación en las relaciones entre los países del continente. Aunque el tema fundamental no era Cuba, realmente lo fue, no sólo por las prolongadas y arduas negociaciones para modificar el tratamiento a su gobierno, sino que los países agrupados en el ALBA: Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Honduras y la halada Dominica, la utilizaron como pretexto para pretender aislar a Estados Unidos, por las “culpas del pasado” y a Canadá, dividir el organismo y promover la creación de una Asociación de Países de América Latina y el Caribe. 

La Resolución de la OEA con respecto a Cuba adoptada en esta ocasión dejó sin efecto la suspensión acordada el 31 de enero de 1962 y decidió que la participación “será el resultado de un proceso de diálogo iniciado a solicitud del gobierno de Cuba y de conformidad con las prácticas, propósitos y principios de la OEA”. Fructificó la paciente negociación de más de trece horas para lograr el consenso, en una conjunción del cambio trascendental de la política de Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe, y la disposición de la mayoría de sus países a forjar una era de entendimiento y la colaboración.

El gobierno cubano había realizado la preparación artillera con las promesas de cambios en Cuba, la firma de los Pactos Internacionales de Derechos y la incorporación a los mecanismos regionales, como el Pacto de Río, que creaba la ilusión de acercar a Cuba. Mandatarios viajaron a La Habana, seducidos y deudores del impulso a sus campañas internas a través de la colaboración médica y educacional de la Isla, pero sobre todo de las prerrogativas económicas y los promisorios planes de desarrollo de Chávez. Se comprometieron a exigir al Presidente Obama el fin del embargo a Cuba, así como demandar su reincorporación en la OEA.   Lula da Silva ha empeñado su buena voluntad a contribuir en el diálogo Cuba-Estados Unidos, mientras José Miguel Insulza ha propiciado el regreso de Cuba a la organización.

Pero el bautismo de fuego antecedió en la V Cumbre de Las Américas en abril, cuando los miembros del ALBA antes de llegar a Trinidad y Tobago se negaron a suscribir la Declaración Final, que al parecer no tenía una redacción óptima y no se convirtió en causa controversial,   y pretendieron ingenuamente arrinconar al Presidente Obama en su estreno ante la región. El mandatario soportó estoicamente, al igual que sus homólogos, la cantaleta de Daniel Ortega, quien aparentemente leyó el discurso de Fidel Castro, y concluida la encomienda, viajó directo a Cuba para informar y recibir nuevas instrucciones.

El nicaragüense pretendió repetir la hazaña en la OEA, apoyado por el Presidente anfitrión también miembro del ALBA, aunque la Asamblea era a nivel de Cancilleres. Pero allí sí hubo discusión en un Grupo Negociador integrado eficientemente por Hillary Clinton y Amorín. Desde La Habana se había preparado previamente el escenario con duras declaraciones contra la OEA, incluida caricatura ofensiva en el periódico Juventud Rebelde. Cuba no deseaba reincorporarse, se enfatizaba para apoyar la demandada de los Enviados de que la Resolución de la Asamblea pidiera excusa al gobierno cubano por la suspensión en 1962 y que accediera al reingreso. Nada más alejado del resultado final.

Toda la maniobra chocaba con la visión realista y de largo alcance del Presidente Obama. Antes de la Cumbre de Las Américas cumplió su promesa de campaña con la liberalización de los viajes de los cubanoamericanos y su envió de remesas a Cuba, y previo a la Asamblea de la OEA propuso reiniciar las conversaciones sobre asuntos migratorios y envíos postales directos, que el gobierno cubano debió responder positivamente. Se sabe perfectamente que el levantamiento del Embargo no depende de la voluntad del mandatario, sino del Congreso norteamericano, y que allí se han presentado propuestas de leyes bipartidistas, enfocadas a propiciar los contactos y la normalización de las relaciones.

Por primera vez en cincuenta años, los gobiernos de Cuba y Estados Unidos han coincidido al destacar el valor histórico de la decisión de la OEA, aunque el enfoque es totalmente distinto. Para La Habana fue “un día histórico y de reivindicación para los pueblos de nuestra América…Pese a presiones, condicionamientos y maniobras de Estados Unidos, la fuerza formidable de la América Latina que está naciendo, hizo posible el desagravio, la rectificación histórica, la condena implícita al pasado oprobioso… Cuba no ha pedido ni quiere regresar a la OEA, llena de una historia tenebrosa y entreguista, pero reconoce el valor político, el simbolismo y la rebeldía que entraña esta decisión.”

Según las agencias internacionales de prensa, la Vocera del Departamento de Estado norteamericano expresó que era un hecho histórico. Thomas Shannon, secretario de Estado Adjunto para Latinoamérica, señaló que las acciones de acercamiento impulsadas por su Gobierno representan el mayor cambio de la política de Estados Unidos hacia Cuba en 40 años; y que un proyecto de resolución presentado por su delegación fue base para el histórico resultado. La Secretaria Hillary Clinton, en una declaración oficial, destacó la muestra de flexibilidad y apertura de los miembros de la OEA; la posibilidad de pasar de la retórica a los resultados, y dedicarse a fortalecer el buen gobierno, las instituciones democráticas, el compromiso inquebrantable con los derechos humanos y las libertades fundamentales, y el estado de derecho; todos ellos cimientos de la democracia y los principios fundadores de la organización.” 

La diplomacia inteligente y constructiva sorteó las artimañas de los caudillos o torpes aspirantes a serlo. Prevalecieron los intereses nacionales y de la región, por encima de las ambiciones personales y el apego desesperado a métodos arcaicos. El gobierno cubano alcanzó una Victoria Pírrica, y en realidad perdió uno de sus pretextos propagandísticos: la OEA. No se darán por vencidos y diseñarán la próxima andanada, pero la crisis económica internacional afecta a todos, con posibilidades de inestabilidad social, lo que aconseja cordura y colaboración multilateral.

 
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