Deploración dogmática de contradicciones y disgustos – Un último listado escéptico y lejano

Casi todo lo que nos gusta nos gusta con un matiz de escepticismo y lejanía mientras que aquello que no nos gusta nos merece una deploración dogmática que –por otra parte- también nos lleva a un cierto escepticismo, a una cierta lejanía, porque el mundo no sigue la música que nosotros habíamos pensado para él. En todo caso, sistematizar los disgustos y las contradicciones es una “vía negativa” para que cada uno se conozca a sí mismo, como recomiendan los psicoterapeutas de las revistas femeninas e incluso la gente más juiciosa. Curiosamente, he podido ver que es más larga la lista de cosas que sí me gustan, tal vez porque aquello que nos gusta siempre es algo concreto o momentáneo mientras que las contradicciones son casi todas abstractas y tienen una expansividad mucho mayor. De todos modos, hay que guardar el buen ánimo para lo bueno y el escepticismo y la lejanía para lo malo. Vaya aquí esta última lista antes de volver, la semana que viene, a comentar sobre vinos que luego no ha bebido nadie y restaurantes que pronto cerrarán:   Fernando Alonso, el pacharán casero, cenar solo, las lámparas Mondrian, los taxistas de izquierdas que no oyen la COPE, los tarotistas argentinos, las cenas de empresa donde se desborda el entusiasmo, los teóricos del punk, apostar por internet, las corbatas de Javier Arenas, las cadenas de restaurantes panasiáticos de nueva generación, los quesos sin alma, las citas de Borges, la paz, el proceso de paz, el licor de hierbas casero, los fumadores de hachís, el alcohol a granel, las gymkhanas para adultos, el calimocho embotellado, beber muchísima cerveza, los países con demasiados lagos, el precio del aceite, la museología popular, el sentimiento de fatalidad a las nueve de la mañana, los recursos humanos, las montañas, las tiendas de saldos con pretensiones, los zapatos que parecen zapatillas (o al revés), hacerse vegetariano por motivos espirituales (o por otros motivos), la ginebra francesa, el caviar de contrabando, las escuelas municipales de tai-chi, hacer la compra en los chinos, disfrazarse los fines de semana, la cerveza Mahou, las tazas de café con motivos velazqueños, los pisacorbatas a no ser que uno sea barman o vista uniforme militar, las novelas imprescindibles, la columnata de Buren, el cicloturismo, el excursionismo socialista, subir al Everest como todo el mundo, Hemingway, los centenarios, los intelectuales franceses con camisas japonesas, los preparados para Bellini, Giorgio Armani para el pueblo, las camisetas con mensaje, el ascensor en el octavo, decorar la casa como un corral o una sacristía, retirarse a Marrakech, las ambiciones políticas juveniles, los desayunos sin mermelada, ese desarreglo de comer de bocadillo, el psoe, manifestarse, Armand Basi, mudarse al barrio gay, tener un jardín japonés, los think-tanks, el centro Pompidou, los todo-terrenos deportivos, la antroposofía, la diarrea vacacional, intentar ser más joven, el urban fitness, Dalí y Gaudí, el camping-gaz, la poesía surrealista, los camareros que son unas locas, la retórica de las escuelas de negocios, ligar por internet, mi humidor que no funciona, las plumas que fallan, las poetisas ardientes, los camareros brasileños, el graffiti en los museos, la Eurocámara, los doctorados honoris causa, las charlas sobre outsourcing, los perros que caben en un bolso o en un bolsillo, decir que “nuestra casa es muy New York”, los escritores de brocha gorda, reconocerse por el piercing, los museos Guggenheim, pasillear por Bruselas, salir del armario a los cuarenta, los cantautores en formol, el cine alternativo, el bombero torero, los pantalones con cien bolsillos, el buzón de voz, los profesores de políticas, el “cañas para todos”, no conseguir mesa en Laredo, el vino manchego (ya lo siento), los centros comerciales de Dubai, las columnistas progres, Air Europa, el andalucismo político, moverse por la vida en helicóptero, cortarse el pelo igual que un futbolista, los “trolex”, Cifu, los cursos de verano, beber té porque se mea mucho, el naturismo en familia, leer los diarios gratuitos, la Administración autonómica, la dieta de la manzana, el teatro feminista, decir “el Comandante” para referirse al castrosaurio, las marisquerías populares, los derechos de cuarta generación, el tiramisú prefabricado, los menús degustación, los concursos de solteros, no resignarse a ser soltero, la vitrocerámica, las teterías, la numerología, la coeducación, el moscato d’asti, los ficus, el monólogo interior, el horóscopo chino, el despido no libre, el tuteo indiscriminado, la guía Michelín, la guía CAMPSA, las guías Lonely Planet, la divulgación sexológica, las fibras sintéticas, los cosméticos comprados en Eroski, decir autocar por autobús, haber sido hippy y llevar hoy la corbata de la presidencia de turno de la UE, decir “ta luego”, freír chorizos, el champagne barato, los eventos, Manuel Azaña, Paul Smith, hacerse el cheli, los ministerios de cooperación, la vida ong, los pantalones capri cuando ya no se tiene edad, dar a luz en el agua, los penalistas, el spam del fin de semana, el mileurismo, los hermanos bolivarianos, ser simpático en vez de educado, reutilizar botellas, los benjamines de cava o de champaña, beber champaña a morro según se hace en ciertas discotecas, el neocork, las flores de tela, la manzanilla filtrada, los dibujos animados, los puertos deportivos, los pintores en casa, el mitin de inauguración de temporada, Artur Mas, la revista Croquis, los directores de comunicación, la credulidad hacia el Economist, los estados alterados de la conciencia, el purismo de la paella, la parquedad, los delantales divertidos, las pasiones ajenas, las novias ajenas, las películas que han visto los demás, el enciclopedismo futbolístico, la gente que habla de sus primos, los emiratos árabes, las líneas aéreas de los emiratos árabes, las mujeres con novios árabes, el surimi, el rafting, los raperos protesta, la responsabilidad social corporativa, amar a los gorilas, viajar a la India en Navidad, los ultracongelados, la Revolución Francesa, André Gide a estas alturas, las afecciones reumáticas, el laicismo, probarse pantalones, el escándalo ante una cucaracha, el rock sinfónico, el café sin cafeína o con azúcar o con hielo, el show-board, el kite-surf, los novelones históricos, la novela rosa, la novela post-post-moderna, la poesía lúdica, la tomatina de Buñol, decir que España es un horror y que en Estados Unidos se vive mal, decorar con velas y con duendes, los presos de ETA que por algo van en chándal, creerse alguien, consumirse de rabia porque no hay taxis, los cómics, los académicos ignaros, las cátedras de pilota valenciana, Rigoberta Menchú, las solteras de las bodas que por algo son solteras,  las arpas celtas, las guitarras parroquiales, el raquitismo infantil, los psicólogos infantiles, los hoteles de diseño, el metacrilato como material decorativo, las chupas de cuero, la ministra de cultura, Teodoro Obiang, las zapatillas de culto, el código Da Vinci, creer en el tranvía, los profetas del software, el africanismo ingenuo, la vanidad periodística, el método Montignac, los cuestionarios Proust, no entender del todo a Walter Benjamín, la mística de la nada, hacerse el borgiano, la cutrez erasmus, el “dolphin free”, ceder Ceuta y Melilla al terror moro, Romano Prodi, coleccionar relojes, las teorías conspirativas, el comercio justo, el buen rollo, el gótico tribal, no elegir yo el vino, la lechuga iceberg, el flamenco fusión, la animación cultural, el cinefórum, la Autoridad Nacional Palestina, Galeuzka, apadrinar perros, alardear de swing con los palillos, las versiones orquestadas de los Beatles, Starbucks, las dj sessions, el mobiliario urbano de catálogo, el lenguaje inclusivo, buscar en los contenedores un sillón Luis XVI, salvar a las focas, ordenar obispas, creer en las tres culturas, creer que otro mundo es posible como si lo habitáramos arcángeles.

 
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