ETA no se encuentra en fase terminal

La decisión del Gobierno de Rodríguez Zapatero de acercar a algunos presos de ETA arrepentidos –en mi opinión, arrepentidos ‘de boquilla’- a cárceles cercanas del País Vasco, es una estrategia penitenciaria altamente arriesgada, sobre todo por haberse dado a conocer. Los altos mandos de Interior afirman que estas disidencias indican que la banda podría estar dando sus últimos coletazos, pero es una visión optimista y no del todo real.

Para la banda, el frente de ‘makos’ ha sido históricamente uno de sus pilares. De hecho, siempre se les ha consultado en las decisiones más trascendentales.

En el verano de 2004, el Gobierno comenzó a darse cuenta de que en ETA se estaba abriendo una profunda división entre los presos. Algunos pistoleros ‘con galones’, entre los que se encontraba el que fue ‘número uno’ de la organización en la década de los ochenta, Francisco Múgica Garmendia, ‘Pakito’, suscribieron una carta en la que declaraban que la lucha armada “no sirve”, y decían que la organización se encontraba en el peor momento de su historia.

Han pasado cinco años. Desde entonces, sólo dos presos más han mostrado públicamente su discrepancia con la actual dirección de ETA: José Luis Álvarez Santacristina, ‘Txelis’, y Kepa Picabea, que en el verano de 2007 firmaron un documento criticando la marginación a la que se veían sometidos en el llamado ‘proceso de paz’.

El mapa, pues, es éste: en un lustro, sólo ocho terroristas han reconocido públicamente que se oponen a la violencia. Con estos resultados, hay que preguntarse: ¿Por qué el Gobierno lleva cinco años aplicando esta política de juntar a los ‘buenos’, si son tan pocos los que han decidido abandonar las armas?

La conclusión que se saca es que se trata de una medida muy aventurada y que, además, en el momento en que se ha hecho pública, ha perdido su carácter estratégico. La decisión del reagrupamiento era buena, pero el sacarla a la luz ha provocado que se pierda su carácter secreto. Ojala me equivoque, pero el error de Instituciones Penitenciarias puede ser de libro.

De momento, la primera consecuencia es que ETA ha aplicado un control más férreo al movimiento de familiares de presos: Gestoras Pro Amnistía y Askatasuna. Una de las medidas que han acordado ha sido la de prohibir a los familiares de estos ‘disidentes’ viajar en los autobuses subvencionados. Y el miedo a quedar apartado del colectivo es grande.

Y podrían ir más lejos: ¿Quién garantiza que no se produzca un nuevo comunicado de los presos ‘arrepentidos’ retractándose? Las ayudas que perciben sus familias son, lamentablemente, jugosas y, para muchos de ellos, necesarias. Y la losa a dejar de recibirlas puede pesar en su decisión de haberse ‘arrepentido’.

No podemos olvidar que se trata de asesinos, y de que su ‘no a la violencia’ se produce cuando se hallan entre rejas. Muchos de ellos tienen condenas centenarias y cuentan con un amplio perfil asesino: ‘Pakito’, por ejemplo, se llevó por delante 17 vidas.

 

Queda por ver ahora la reacción de ETA al reagrupamiento. El Gobierno se dedica a airearlo (equivocadamente, bajo mi punto de vista) y la banda terrorista parece que optará por la indiferencia. Los ‘arrepentidos’ son tan pocos, que probablemente los pistoleros ni comentarán la jugada en su próximo comunicado.

En fin, que la brecha abierta en el frente de presos signifique que ETA se halla en fase terminal está aún por ver.

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