Evidencias contaminantes

Agradezco de corazón la columna de hoy al célebre investigador estadounidense Malcolm Smith, que ha publicado un artículo en la revista Nature titulado “Es tiempo de apagar la luz”. He llegado a su texto a partir de una llamativa noticia que ha invadido los periódicos en las últimas horas: “El 99 % de los europeos, incapaces de ver la Vía Láctea”. Se trata de una noticia engañosa. Para empezar, un porcentaje similar al número de europeos que no pueden ver la Vía Láctea, no tienen ni la más remota idea de dónde está. Y entre los más jóvenes, un porcentaje aún mayor ni siquiera sabe qué es la Vía Láctea, porque en Ciencias Naturales están muy ocupados aprendiendo cosas, sin duda más interesantes, como el impacto del enfriamiento global en el Planeta, si utilizan libros de texto de hace algunos años, o el del calentamiento global, si estudian con los de ahora.

Detrás de ese llamativo titular nos encontramos con los detalles de la presentación en Sevilla del proyecto Starligh, una iniciativa internacional para frenar la llamada “contaminación lumínica”, que no es otra cosa que la luz que desprenden nuestras ciudades definida por un ecologista. Desde Starligh recomiendan la lectura del mencionado artículo de Malcolm Smith en Nature. El texto de Malcolm Smith es inusual y divertido. Inusual porque nos propone apagar la luces, con la de siglos que hemos tardado en poder disfrutar de una red de alumbrado como Dios manda. Y divertido, porque en ocasiones demuestra dominar a la perfección la técnica del monólogo humorístico. Por ejemplo cuando dice que “los humanos tenemos un miedo innato a la oscuridad y las sociedades modernas confían en la luz como una medida de seguridad, pero no hay ninguna evidencia de que el aumento de la iluminación siquiera reduzca el crimen”.

Asegura Smith que no hay “evidencias” de que la iluminación reduzca los crímenes. Pero si leen despacio la cita, dudarán. Interesante apreciación, al principio. Inexacta sentencia, a la mitad. Prescindible sandez, al final. No creo que haya evidencias de que la existencia de un pedal de freno reduzca el porcentaje de accidentes de tráfico por exceso de velocidad, y no me parece esa una razón para fabricar coches sin frenos. Smith y estos científicos que le citan con entusiasmo tienen un sospechoso y extraño interés en que apaguemos las luces. Y la prueba es que terminan afirmando cualquier bobada con tal de alcanzar sus objetivos. De forma que su argumentación pierde la poca consistencia que pudiera tener al principio. Desde tiempos muy remotos, la mayoría de los delincuentes han aprovechado la oscuridad de la noche para atacar y coger desprevenidas a sus víctimas. Pero si lo que Malcolm Smith desea son evidencias, que pruebe a montar un partido político en España. Con la promesa electoral de un apagón general permanente, sin duda le votarán en bloque todos los integrantes de organizaciones criminales: desde los Golfos Apandadores hasta las bandas de albanokosovares, pasando por alcaldes, banqueros y una legión de concejales.

No es que esté mal preservar grandes zonas de oscuridad desde donde, tanto los profesionales como los aficionados, podamos observar a gusto la grandeza del universo que tenemos sobre nuestras cabezas. Lo malo es que para que apaguemos las luces nocturnas, éstos están dispuestos a cualquier cosa, y eso tampoco es aceptable. Argumentan, por ejemplo, que por culpa de la luz que desprenden las ciudades, ciertas aves migratorias se desorientan. Subrayan que eso es un atentado intolerable contra la biodiversidad. E insisten en cortarnos la luz. Una y otra vez, parece que olvidan que el hombre no ha inventado las luces nocturnas para confundir a las aves migratorias, ni para fastidiar a los aficionados a la astronomía –entre los que me incluyo-, sino para no romperse las narices contra las señales de tráfico, para acertar con las llaves en la cerradura del portal, y para evitar que cada madrugada nos esperen dentro, agazapados, quince rateros armados hasta los dientes dispuestos a cobrarnos su peculiar impuesto ecológico, mientras los Smiths y Al Gores de turno imparten alguna conferencia carísima sobre las evidencias, la “contaminación lumínica” y el crimen.

 
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