Filias y fobias gallardonianas

Gallardón no es un recién llegado a la política y por lo tanto tendría previstos todos los escenarios que la decisión adoptada por el Comité Internacional Olímpico le iba a originar.   Me parece perfectamente legítimo cuestionar la decisión que en su día tomó el Alcalde de Madrid de volver a presentar la candidatura olímpica de la capital de España  para el 2016 tras no haber conseguido ser la sede de los Juegos Olímpicos del 2012. También es legítimo criticar el gasto que conlleva ser una ciudad candidata olímpica, más en tiempos de crisis económica como los que estamos viviendo. Y si a lo anterior se añade que Madrid es desde hace unos meses una ciudad enormemente antipática para pasear o circular en coche, debido a la multitud de zanjas abiertas y de obras que no se terminan nunca, los frentes de crítica hacia Gallardón se multiplican casi hasta el infinito. Pero de ahí a, tomando pie de la no elección de Madrid como sede de los Juegos del 2016, pedir su dimisión o responsabilizarle directamente de la decisión del CIO, media un abismo. En junio del 2011 habrá elecciones municipales en toda España y será entonces cuando los ciudadanos madrileños darán su opinión sobre la gestión de Gallardón si este, como ha asegurado recientemente, vuelve a ser el candidato del PP a la Alcaldía de la capital.        

Otra cosa es que a la carrera política de Gallardón, persona ambiciosa como es bien sabido, le hubiera venido de perlas la elección de Madrid. En ese caso, hubiesen sido otros los que se habrían puesto nerviosos, y no sólo en el PSOE sino, sobre todo, en el propio PP. Pero eso ahora, después de la elección de Río de Janeiro, es política-ficción. El Alcalde de Madrid tiene que volver a centrarse en el gobierno de su ciudad y si cumple su palabra, que no hay ningún motivo para dudar que así lo hará, volver a ser el candidato por el PP en el 2011 e intentar revalidar su mayoría absoluta en un feudo en el que los socialistas vienen tropezando y siendo derrotados desde hace ya bastantes años.  

Que Gallardón es uno de los mejores, sino el mejor, ticket electoral del PP, muy pocos lo ponen en duda. Que es un personaje controvertido, poliédrico, tampoco. Que determinado grupo mediático históricamente afín al PSOE y ahora enfrentado por puros intereses económicos a Zapatero puede intentar auparle hasta la Moncloa porque están convencidos que él si es un buen candidato y no Rajoy para ganar en el 2012 a los socialistas, entra dentro de lo posible.  

Pero todas estas consideraciones políticas seguramente les traerán sin cuidado a todos aquellos ciudadanos, entre los que me incluyo, que hubiésemos deseado que las Olimpiadas del 2016 se hubieran celebrado en Madrid, porque se trata de un acontecimiento único que trasciende de lo meramente deportivo. Habrá que esperar a mejor ocasión que no necesariamente tendría que ser el 2020.            

 
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