Un Gobierno sectario

La capacidad de cinismo de este Gobierno alcanza cotas inimaginables. Utiliza una técnica muy antigua que tiene reminiscencias totalitarias. Primero agrede, golpea y atropella y luego, cuando los agredidos, los golpeados y los atropellados en una reacción natural y lógica intentan defenderse, se muestra perplejidad e incluso se llega a poner el grito en el cielo preguntando como es posible reaccionar de esa forma. Esto es lo que está pasando a este Gobierno con la Iglesia Católica y con los católicos españoles, que le guste o no al actual ejecutivo, constituyen una mayoría clara en el seno de la sociedad. En estos nueve meses que Zapatero lleva en la Moncloa, una de las prioridades del ejecutivo ha sido poner en marcha y/o anunciar un conjunto de iniciativas encaminadas, todas ellas, a ir desposeyendo a la sociedad de unos valores morales y religiosos. Hagamos una somera relación de esas iniciativas: equiparación de las uniones entre homosexuales al matrimonio entre un hombre y una mujer; posibilidad de adopción de niños por parte de las parejas homosexuales; agilización de los trámites para el divorcio; ampliación de los actuales supuestos del aborto; posible legalización de la eutanasia; devaluación de la asignatura de la religión; utilización de las células madre embrionarias con fines terapéuticos. No está nada mal para sólo nueve meses. Ante esta situación, parece normal y lógico que el Papa Juan Pablo II, con motivo de la visita “ad limina” de un grupo de obispos españoles, entre los que se encontraba el Cardenal-Arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco, pronuncie un discurso en el que critique esta situación y denuncie la difusión en España de “una mentalidad inspirada en el laicismo, que lleva a la restricción de la libertad religiosa hasta promover un desprecio o ignorancia de lo religioso, relegando la fe a la esfera de lo privado, oponiéndose a su expresión pública”. ¿Qué espera este Gobierno que diga el Papa tras tener una información personal y directa a través de los Obispos de la situación en España?. La reacción del ejecutivo en boca del ministro “oficialmente católico”, José Bono, no ha podido ser mas desabrida: “Querer culpar al Gobierno de la ola de laicismo es una exageración y una falsedad. Se acabó el brazo secular al servicio de posiciones intransigentes o inquisitoriales. Como cristiano quiero pertenecer a una Iglesia donde el mandamiento principal sea el amor, y no la condena, la intransigencia o la vía inquisitiva para imponer determinados criterios”. No contento con este “fervorín” de Bono, el Gobierno convocó el pasado miércoles —en una iniciativa diplomática de mucha gravedad- al Nuncio del Vaticano en España, Monseñor Monteiro de Castro para transmitirle su malestar por las críticas del Papa. Y para añadir como una dosis de “recochineo” a este incidente, Zapatero decía desde las Américas que se trató de un gesto de “cortesía” con el Vaticano. De nuevo, el cinismo sale a la superficie. La realidad es que este Gobierno ha abierto un frente de batalla contra la Iglesia y contra los católicos en España de una forma absolutamente irresponsable y sectaria. El problema es que el ejecutivo quizás ha medido mal dos cuestiones: en primer lugar, la Iglesia es una Institución milenaria que a lo largo de su historia ha pasado por muchos avatares y siempre ha conseguido salir adelante, entre otras cosas, porque la asistencia divina con la que cuenta, no es un “cuento chino”, sino una profunda y viva realidad que entronca con su propia esencia. En segundo lugar, los católicos empiezan a estar un poco cansados de esa política gubernamental de acoso y derribo a todo lo que tenga algo que ver con lo religioso y empiezan a aparecer signos de una cierta movilización social. Así se explicaría los mas de tres millones de firmas que la Confederación Nacional de Asociaciones Padres (CONCAPA) ha recogido en estos últimos meses pidiendo al Gobierno que se mantenga la asignatura de religión en las escuelas. Una cifra de firmas muy alta, que seguramente el “talante” de este Gobierno y de su Presidente despreciarán olímpicamente, pero que ahí están. Seguramente, dado el grado de sectarismo que está demostrando este Gobierno, sería un ejercicio inútil de voluntarismo pensar que va a rectificar. Con lo cual, la única salida que le quedará a esa mayoría social que quiere que se respeten sus creencias y que no se le esté acosando continuamente, será la de un mayor compromiso personal y cívico en la defensa de esos valores que se quieren liquidar.

 
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