Ingrid Betancourt y Ortega Lara

Cuando en la noche del pasado día 2 comenzaron a llegar las primeras noticias sobre la liberación por parte del ejército colombiano de Ingrid Betancourt y catorce rehenes más que permanecían secuestrados por las FARC, he de confesar que el recuerdo se me fue a aquella madrugada del uno de julio de 1997 cuando toda se España se despertó con la enorme alegría de saber que el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara había sido liberado por la Guardia Civil, después de haber permanecido secuestrado 532 días en manos de ETA.

Y es que aunque sean países distintos, situaciones distintas, hay bastantes similitudes, de diferente naturaleza, entre ambos hechos, que intentaré subrayar en las siguientes líneas. En primer lugar, la euforia popular, el estallido de alegría que se ha producido, ahora en Colombia y en gran parte del mundo, y hace once años en España con ambas liberaciones. Cuando alguien recupera la libertad después de haberse visto privada de ella por mor de la sinrazón terrorista, los ciudadanos de cualquier parte del mundo, al conocer la liberación, sienten como si a ellos también se les hubiera devuelto parte de ella. Eso sucedió en el caso de Ortega Lara y se ha vuelto a repetir ahora con Ingrid Betancourt.

En segundo lugar, ambas liberaciones han sido fruto de actuaciones impecables, limpias, del Ejército o de las Fuerzas de Seguridad. En el caso colombiano, la operación montada por su ejército, con el apoyo de los servicios de inteligencia de Estados Unidos y de Israel, ha sido como de película. Infiltración en las FARC, engaño a los captores y sin disparar un solo tiro, quince rehenes liberados y dos terroristas capturados. Distinta, pero también enormemente brillante y eficaz fue la operación de la Guardia Civil, que tras bastantes meses de investigación y seguimientos de pistas dio con el “agujero” situado en una nave de Mondragón, donde ETA mantenía secuestrado en condiciones infrahumanas a Ortega Lara.

En tercer lugar, en ambos casos, la fe, las creencias religiosas, fueron un aspecto fundamental para que tanto Betancourt como Ortega Lara aguantaran el cautiverio al que estaban siendo sometidos. Y así lo manifestaron sin ningún tipo de rubor al ser liberados.

En cuarto lugar, en ninguno de los dos casos ha habido el menor atisbo del conocido como “síndrome de Estocolmo”. Tras su liberación, tanto Ingrid Betancourt como Ortega Lara llamaron a las cosas por su nombre; es decir, se refirieron a las FARC y a ETA como lo que son: grupos terroristas a los que hay que combatir con toda la fuerza que tiene el Estado de Derecho. No ha sido así, y hay que tener un cierto grado de comprensión, con otras personas que han sufrido secuestros o ataques terroristas. En definitiva, el miedo es libre y las reacciones de la persona humana, muy distintas. Pero el hecho es que en ninguno de los dos casos que estamos comentando se ha dado el “síndrome de Estocolmo” y eso es algo que reconforta y aumenta la admiración por esas personas.

En quinto lugar, se ha puesto de manifiesto en el caso de Betancourt, como también sucedió en el caso de Ortega Lara, que en la lucha contra el terrorismo no hay atajos y que lo que nunca debe de hacer un gobierno democrático es ceder al chantaje terrorista. No lo hicieron los gobiernos de González y de Aznar ante las exigencias de ETA para que Ortega Lara quedara en libertad, ni lo ha hecho el Presidente de Colombia, Álvaro Uribe, a pesar de las enormes presiones que ha tenido que soportar en el caso de Betancourt, dada su proyección internacional y que cuando fue secuestrada hace seis años era candidata a la Presidencia de aquel País.

En definitiva, aunque once años separen a ambas liberaciones, la reacción social, el comportamiento de los secuestrados, la actuación de los gobiernos ha sido muy similar. Lo realmente importante es que, aunque lógicamente con secuelas, Ortega Lara ha podido rehacer su vida en libertad con su mujer y sus hijos, lo mismo que hace muy pocos días ha comenzado a hacer Ingrid Betancourt con los suyos. Y esa es la mejor noticia para ellos y para todos los que creemos que el derecho a la vida y la libertad son dos valores tan esenciales de la persona humana que nada ni nadie, bajo ningún pretexto, puede conculcar. Y si lo hacen, como sucede en el caso de los terroristas, hay que aplicar todos los instrumentos de un Estado de Derecho para acabar con ellos.

 
Comentarios