Manifestación trampa

Siempre que un grupo de ciudadanos va a echarse a la calle, hay que tomar en consideración al menos tres aspectos antes de adherirse a la protesta: cuál es su motivo, quiénes la convocan y cómo va a plasmarse la literalidad de los lemas y los manifiestos, algo mucho más importante que un mero detalle nominalista. La manifestación de este sábado congregará a una multitud que se opone a los procedimientos de ETA, la convocan UGT, Comisiones Obreras y la Federación de Asociaciones de Ecuatorianos en España, y discurrirá tras la pancarta «Por la paz. Contra el terrorismo». ¿Qué hay de inobjetable? Nada en apariencia, si no rastreamos todo lo que se soslaya.

La marcha tiene como finalidad oponerse a la violencia de los etarras, pero no necesariamente a sus objetivos últimos (será interesante ver cuántas banderas nacionales hacen ondear los asistentes, en comparación con las cinco grandes manifestaciones que ha habido hasta ahora contra la rendición ante los asesinos). Esa falta de explicitud, algo más que sospechosa, ha provocado que tanto la AVT como el Partido Popular, y quizá también el Foro de Ermua, precisamente los órganos que defienden con más ímpetu la dignidad de las víctimas y el rigor en la aplicación de la ley, hayan decidido no acudir. Los sindicatos y la federación tienen plena legitimidad para la convocatoria, pero es difícil que a un ciudadano mínimamente avisado no le llame la atención lo extravagante de ciertas ausencias –las ya mencionadas–, y de ciertas presencias, como la de Pilar Bardem, quien ofrece rosas blancas a abogadas proetarras, o Rosa Regás, sectaria oficial y representante de la équidistance divine, que leerá un manifiesto al final de la manifa.

La clave de la división que ha suscitado la marcha del sábado está en el tercero de los aspectos citados arriba, la literalidad de los lemas, y las implicaciones que ello tiene. UGT, el sindicato socialista, se ha negado en redondo a incluir la palabra «libertad», y ahí es donde todo el tinglado se derrumba. A los que le ríen las gracietas a Eva Hache –el miércoles, mi mando me jugó la mala pasada de topar con su programa cuando uno de sus colaboradores estaba mofándose de semejante tontería, ya ves tú, ja ja ja–, les preguntaría por qué les produce tan mal fario ese concepto, si es porque lo desprecian hasta tal punto que consideran insignificante su mención, o por el contrario, si es porque prefieren hacer como que no existe para aligerar su complejo de culpa cada vez más insoportable. Quienes no lo tenemos, vamos a quedarnos el sábado en casa. Porque de verdad queremos la paz y estamos contra el terrorismo, pero sólo con la condición de ser plenamente libres.

 
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