Manifiesto de urbanismo creativo

La ciudad aburre. No se alude con esto a los servicios que ofrece, abundantes en general y variados, sino al modelo de conformación del propio espacio, que en el fondo siempre se repite. Esto es, las ciudades aburren. Acostumbrados como estamos a que vayan configurándose cada vez más según criterios funcionales y de rentabilidad, ya ni siquiera se concibe que pueda haber alternativas. Y no me refiero al aspecto inmobiliario del asunto, una fracción del todo, sino al fundamento mismo de cómo hemos decidido habitar nuestro entorno. 

Así, como elementos comunes esenciales, hemos decidido habitarlo mayoritariamente en superficie y no bajo tierra. Hemos ido optando por el sedentarismo y por levantar nuestras viviendas con materiales ligeros y baratos en mayor medida cada vez, sin que ello mermara su consistencia. Hemos ido prefiriendo vivir agrupados antes que dispersos. Hemos considerado oportuno acercarnos lo posible también a aquello que estaba lejos, al dotarnos de densas redes de transporte. Como resultado, y sin negar diferencias adjetivas –un enmarañado zoco de más, una lucida pinacoteca de menos-,  todas las ciudades del mundo son fastidiosamente similares. 

Cada una de ellas es depósito de su historia y como tal debe preservarse. El patrimonio merece respeto sumo. Sin embargo, el presente y el futuro concretados en los planes generales de ordenación urbana se presentan anodinos, reiterativos. Manzanas de viviendas de ladrillo que siguen un trazado ortogonal. El parque de arboluchos entecos preceptuado por la legislación. El bulevar. El centro cívico. El ambulatorio. Un nuevo tramo del tren ligero. La mayor audacia consiste en que alguno de esos edificios tenga fachada alabeada, revoco amarillo o la corone un frontis de obra. Cuantos elementos compongan los barrios nuevos han de ser económicos, útiles, cómodos. Deben atenerse a la racionalidad extrema. La ciudad se copia sí misma, y lleva el modelo de crecimiento a cotas de uniformidad aún mayores.  

Un nuevo urbanismo creativo no tiene por qué facilitarnos la vida ni tratar de hacernos mejores personas, pero acaso sí nos obligue a reflexionar acerca de lo cotidiano en vez de consolidar nuestras inercias. Puede crear las condiciones idóneas para la distopía metafísica y municipal, para el desasosiego. Un solar inmenso, vacío, y en su centro sólo un minúsculo monolito incomprensible, sin leyenda, amorfo y azul. Una gruta dúplex excavada en la colina, y para acceder a ella una escalera de caracol de obligado ascenso que conduce a una polea de la que pende una cuerda por la que hay que descolgarse. Calles pavimentadas con leños incrustados en el suelo y con direcciones prohibidas por doquier y porque sí. Avenidas en zigzag. Espirales de metal con púas al borde de los andenes. Edificios de sesenta plantas sin plantas, vaciados, cuatro paredes sólo con vanos, sin techo, sin utilidad. Un urbanismo creativo que convierta la ficción en ciudades muy reales.   

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato