Matar a ritmo de Eminem

Muchas veces, en alguna conversación de bar, he afirmado que Eminem es un elemento peligrosísimo para nuestra sociedad. Tras mis palabras he visto siempre lo mismo: asombro y rechazo absoluto. He visto fans del rapero capaces de justificar todas sus actitudes y estéticas: desde las más violentas hasta las más rastreras. El niño al que todo se le permite siempre sale vencedor. Hace unos días, un joven británico se llevó a Najran, una estudiante de derecho, a su apartamento. Allí la golpeó duramente con un bate de béisbol de aluminio. Después colocó su cuerpo en el interior de una maleta. Los médicos estiman que Najran permaneció una hora viva tras los golpes. Falleció en la maleta ante la mirada de Duncan. Su agresor confesó su fechoría a la policía y culpó a las drogas de su hazaña. Como algunos sabréis, la macabra historia que ha llevado a cabo Duncan, es precisamente la constructiva aventura que ilustra el videoclip ‘Stan’ de Eminem. El joven también confesó ser fan e imitador del rapero. No se trata de un hecho aislado. Eminem es un reconocido misógino. Sus canciones están repletas de insultos y vejaciones hacia las mujeres. No soy capaz de reproducir aquí la mayoría de sus letras sobre esta temática. Pero sirva como ejemplo una de sus perlas más suaves, uno de sus gritos de guerra: “pon ántrax en un Tampax”. Este joven rico por culpa de la estupidez mental globalizada, no puede ser ejemplo para nadie. Aunque hay quien piensa que se pueden escuchar sus canciones sin compartir las barbaridades que lanza en sus rimas nerviosas, la realidad es que sólo el riesgo de que un pequeño porcentaje de su audiencia se tome en serio sus ideas cavernícolas hace que no merezca la pena su música. A los hechos me remito. Cada Navidad, muchos Reyes Magos completamente despistados, regalan a sus pequeños de 12 o 13 años discos de este sujeto. A veces los Reyes Magos no saben inglés. Pero los niños de hoy sí. Desconocen entonces que su hijo grita en la habitación canciones que justifican e incitan a la violencia de los niños contra las madres, letras que hablan de asesinar al presidente Bush, a los homosexuales y a los negros. Dicen que todo está pensado. Que las vomitivas letras de este superventas mundial están calculadas para crear polémica. Que todo es un montaje. Pero no sé hasta que punto es justo que sea sólo Duncan el que se va a enfrentar a la cadena perpetua. Quizá alguien más, quien le metió esas malditas ideas en la cabeza, debería acompañarle durante el resto de sus días. Y cumplir con esto —casi premonitorio- que lanza en su canción “Like toy soldiers”: “No voy a dejar que el ataúd de otra persona pese sobre mi conciencia” Lo que está claro es que Eminem no puede seguir animando a adolescentes a violar mujeres, apalear a homosexuales y asesinar a sus padres. Hay que terminar como sea con esta absurda justificación de la violencia por que sí, sin sentido. La música, algo tan maravilloso, no puede seguir sirviendo de coartada a quienes deberían estar en tratamiento psiquiátrico. Lamentablemente muchos de sus fans volverán a justificar al rapero. Recaerá toda la culpa sobre Duncan —que evidentemente la tiene- y se olvidará lo demás. Tal vez mañana aparezcan nuevos casos. Pero no pasa nada, porque es él, el monstruo capaz de salvar a la industria musical de su crisis con una sola aparición en televisión. El niño capaz de vacilar hasta a la mismísima Madonna en un videoclip. El protegido de los canallas y de los que a su costa se llenan los bolsillos.. Por eso volverán a justificarlo, quizá apelando a la libertad de expresión o alguna otra tontería recurrente sacada de contexto. Pero deben saber que Eminem no es la libertad, es el enemigo de la libertad. Un peligro para todos.

 
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