Morirse es de tontos

Siete de la mañana. Ojos entornados. Luz tibia en el escritorio. Café humeante. Navegación rutinaria por Internet. Reconocimiento informativo del día. Salto de periódico a periódico. Leo en diagonal. Zapatero, Rajoy… lo de siempre. “Vuelve Valerón”. Celebro la noticia. ¡Valerón es el mejor! Aterrizo, no sé por qué, en la portada de Yahoo. Sorpresa. Reportaje “científico”. Se titula “Peleas saludables”. Lo ilustran con una pareja abrazada. Me pellizco. Sigo despierto. En el interior detallan algo más: “Una rencilla ocasional con el cónyuge puede prolongar la vida, según un estudio”. Me froto de nuevo los ojos. Sorbo de café. Recargo la página. F5, F5. Sigue ahí. Más de uno se acordará hoy de los chiflados de la Universidad de Michigan que han hecho el estudio.

Aún con el miedo en el cuerpo he salido a la calle y he increpado al portero del edificio: “Eres un payaso y un vago. No das golpe. Holgazán. Más que holgazán”. Por probar. Ha estado a punto de atizarme. He huido escaleras abajo. Me la he jugado, sí, pero viviré más. Y, gracias a mí, él también. Me he acercado a la peluquería. Toca poda. Me he puesto a ojear una de esas revistas científicas. Previamente he provocado al peluquero: “¿Me lo vas a dejar como siempre o ya has aprendido a cortar el pelo?”. De milagro no me ha atravesado la nariz. La tijera, arrojada con furia, se ha clavado en el cuadro que tengo a mi espalda. Ya entre empujones le he explicado lo del estudio de Michigan. Casi me sacude de nuevo.

Tras el corte de pelo he cancelado una cita con unos amigos para ver el partido de Liga de Campeones. En la revista apuntaban que la pasión por el fútbol aumenta el riesgo de infarto. También he llamado a una inmobiliaria para poner en venta el chalet playero que heredé cerca de Alicante. Un grupo ecologista sugiere que en los próximos años el nivel del mar subirá varios metros en el Mediterráneo. Desde casa he llamado a una granja para encargar varios litros de líquido de estómago de vaca. Dicen que esa cochinada genera tanta energía como media pila. Y las pilas están carísimas. He aprovechado para hacer la compra por teléfono. La hago una vez al mes y desde casa. Al parecer eso disminuye considerablemente las probabilidades de que te parta un rayo. He encargado muchos helados porque han detectado una reducción del 40% en la grasa de estos alimentos desde el año 2000. Otro estudio asegura que adelgazan. Los comeré todo el año, aunque nieve. También he encargado veinte cajas de insecticida. He leído que los insectos provocan 650.000 accidentes al año en Inglaterra. Finalmente he pedido dos cajas del vino más caro. Ayer recibí un mail con las conclusiones de una investigación que asegura que “el vino gusta más cuanto más caro resulta”.

Después de comer, siesta. 90 minutos exactos. Sestear durante ese tiempo mejora la memoria a largo plazo y disminuye la presión arterial. Esta tarde me reúno con las tres vecinas del edificio para discutir mi propuesta de eliminar las escaleras por “razones estéticas”. En realidad sé que la sabiduría popular dice que “una rampa en su portal / elimina todo mal / pero si tiene usted escalera / sin remedio se la pega”. Por eso no la quiero. Pero antes de la reunión me he comprado un antifaz: investigadores americanos han demostrado que las mujeres descubren las intenciones de los hombres con sólo mirarles a los ojos.

En la reunión engullo puñados de nueces compulsivamente. Ayudan a prevenir el cáncer. De pronto, me he atragantado con una y me he puesto rojo como un tomate. Las vecinas, mirando. Alarmado, me he tirado al suelo. Toso y toso. Ojos en blanco y respiración obstruida. He puesto el brazo estirado y el dedo índice apuntando al techo. Según un chino, dos de cada diez hombres en situación de peligro de muerte han podido salvarse tras hacer este gesto. La mayoría estaban en el mar.

Desde ahora, serán dos de cada once los afortunados. No ha resultado. El sepelio será mañana en una ceremonia a la que asistirán miles de lectores de varias revistas: asistir al entierro de hombres menores de treinta años fallecidos por atragantamiento de nueces favorece la risa. Y quince minutos de carcajadas diarias mejora considerablemente el sistema vascular y rejuvenece.

Queda claro que hoy en día el que se muere es porque quiere.

 
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