Periodista, una profesión de alto riesgo

Los estudiantes de periodismo salen de las facultades de Ciencias de la Información con una idea utópica de la profesión que han elegido. Algunos piensan dirigir medios. Otros creen que cubrirán conflictos armados. Hay quienes creen que retransmitirán en directo un Madrid – Barcelona. Y existen otros que simplemente quieren dedicarse a labores comunicacionales.

La realidad es que el periodismo se ha convertido en un trabajo peligroso, en lo que a la seguridad personal de los profesionales se refiere. Algunos periodistas manejan información al más alto nivel y eso no gusta. En pleno siglo XXI, la información sigue siendo sinónimo de poder, y controlar todos los resortes informativos se convierte en una tarea prioritaria.

En este contexto, los pretendientes a oligarcas de la información practican con demasiada frecuencia el ‘juego sucio’ contra los periodistas, con lo que ponen en peligro de manera alarmante el artículo 20 de la Constitución, la libertad de información.

Hago esta reflexión después de una charla que tuve con un ‘colega’ de profesión hace pocos días. Este periodista, nacido en Venezuela, me contó que en su país la libertad de expresión está extinguida porque Chávez la controla de manera casi obsesiva.

Me aconsejaba que consultase el vídeo de una de sus últimas comparecencias para comprobar la forma de actuar que tiene el presidente. En ese acto, Chávez reprendía públicamente, y de una forma casi burlesca, a la corresponsal de la CNN en Caracas acusándola de haber sacado de contexto unas declaraciones (puede verlo aquí). Los periodistas y Chávez, Chávez y los periodistas, un binomio condenado al enfrentamiento y difícil de compenetrarse.

Pero no hace falta irse tan lejos para comprobar que el espléndido oficio de informar es peligroso y cómo algunos vilipendian la profesión. Lo tenemos en Europa. El asesinato de Anna Politkóvskaya y las amenazas de muerte hacia periodistas y caricaturistas en Dinamarca por parte de fundamentalistas islamistas son sólo dos de los últimos casos.

En España, nos constan de primera mano las amenazas, coacciones y asesinatos de periodistas por ETA. Los últimos años de la década de los 90 fue el periodo más dramático, hasta que alcanzó su punto crítico el 7 de mayo de 2000, con el asesinato a sangre fría de José Luis López de la Calle.

Las presiones y chantaje etarras hacia los profesionales son muy diversas: misivas amenazantes tras la aparición de una información, listas negras de medios ‘enemigos’, bombas contra rotativas y repetidores, cartelería en las calles indicando nombres de periodistas y dando sus direcciones o números de teléfono… La situación es aún más insostenible en el País Vasco.

Una salida a este fenómeno global pasa por la proliferación de medios de comunicación independientes, exentos de coacciones. También hacen falta profesionales que quieran ser libres, amantes de la verdad. Y, por supuesto, se precisa un refuerzo en la protección del secreto de las fuentes: se echa en falta una legislación europea en este ámbito.

 
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