Primera plana

Varios amigos me han sugerido que, dada mi holgada experiencia en comida rápida, escriba unas líneas sobre la promoción en medios de comunicación. Por lo general, cuando uno escribe un libro, pinta un cuadro, graba un disco, o planea un pelotazo urbanístico, necesita utilizar la radio, la prensa y la televisión como medios de promoción de su aventura. Es así como se venden libros, es así como se venden cuadros, y es así como se consigue que miles de personas se descarguen gratuitamente un disco de Internet. Además, es así como se hacen los mejores negocios inmobiliarios, que no necesariamente han de ser los más limpios, si de negocios -estrictamente- estamos hablando. La clave no es la calidad del producto, sino la cantidad de ruido que podamos hacer.

Si tiene usted que promocionar algo y ha concertado varias citas en los medios, tenga en cuenta que es un error frecuente asistir a la entrevista con intención de responder a las preguntas del periodista. En realidad, las entrevistas se inventaron para obtener un titular llamativo. Sin una frase explosiva, las entrevistas carecen de sentido, aunque se publiquen finalmente por pura cortesía. Lo que el periodista está deseando es que el protagonista le regale un titular fuerte, estridente, atronador. Por lo demás, le importa un pimiento la entrevista, usted y su obra. Por otra parte, como a la mayoría de los lectores.

Mostrarse al mundo como un bicho raro puede resultar efectivo, siempre y cuando sus rarezas sean lo suficientemente interesantes. Lo mejor es que se las invente. Mencione que vive acompañado de doscientas clases diferentes de animales salvajes, que duerme los días impares en la bañera desde hace veinte años, o que la idea de emplear tonos rojos en su último cuadro se la sugirió un extraterrestre en una abducción reciente. Si le preguntan por la abducción, diga que no quiere hablar de ese terrible episodio. Si le piden detalles sobre el tipo de animales que le acompañan, quedará muy gracioso citar a varios diputados al azar. Y si le preguntan las dimensiones de la bañera, extienda los brazos y exclame “algo así”. La próxima vez no preguntará inconveniencias.

Hay más formas de saltar a la primera plana. Una joven artista de nombre impronunciable –Ke$ha- logró hacerse famosa hace unos meses, después de presentar su nuevo disco regalando a la prensa estas reveladoras declaraciones: “Vomité en el armario de Paris Hilton”. Usted debería tomar nota de esta muchacha. Si no quiere calcar su fórmula no se preocupe, puede cambiar Paris Hilton por Cristiano Ronaldo, Pamela Anderson o Britney Spears. Y si lo que pretende no es promocionar su obra sino provocar una hecatombe, pruebe a cambiar el armario de Paris Hilton por el de Bill Gates, Barack Obama o Bin Laden. Pero claro, aténgase a las consecuencias. Ya sabe que los telespectadores de Al Jazeera no siempre consideran graciosas las mismas cosas que los espectadores de la RAI.

Otra vieja táctica promocional es despreciar su propia obra. Diga a la prensa que su nuevo libro es un fiasco, una porquería. Detalle a los medios que la única razón por la que lo ha editado es porque debe cumplir un contrato con los buitres de su editorial que le obligan a lanzar un nuevo libro cada tres años. Finalmente, recomiende a sus seguidores mantenerse lejos de su nueva obra.

Es cierto que esta táctica aún no se ha experimentado con éxito en humanos, pero pruébela sin miedo en su próxima entrevista. Al fin y al cabo, todo lo que suceda después con las ventas de su libro no será peor que sus propias declaraciones.

Si nada de esto funciona, y necesita desesperadamente aparecer en las portadas, no se altere. Recuerde que esto es España, el país donde cualquier majadería encuentra acomodo mediático. Está de enhorabuena. Busque y rebusque y verá como aún queda alguna dictadura bananera que defender, alguna víctima del terror que despreciar, y alguna tiranía inmunda que justificar.

Todo sea por la primera plana, por las cifras de ventas, y por las apacibles vacaciones en La Habana oficial.

 
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