Radiactividad

En los anuarios audiovisuales que recojan los hechos más destacados de este 2006 no desentonaría como acompañamiento musical aquella pionera salmodia electrónica de Kraftwerk, el cuarteto alemán de imperturbables hombres máquina: «Radioac-ti-vi-ty is in the air for-you-and-me».

Lo último por ahora es la psicosis que ha cundido al saberse que en tres Boeing 767 de British Airways se han hallado emanaciones quizá relacionadas con el polonio 210 que se usó para liquidar al espía ruso Alexander Litvinenko (cuyo maltrecho estado antes de morir, del que quedó constancia en una patética imagen, inspiró a mi hermano la observación lapidaria: «Ni para abono sirve ya»). Los aviones no sólo cubrieron la ruta Londres-Moscú, sino que pasearon su viciado habitáculo por Barcelona, Fráncfort y Atenas, entre otras ciudades. Al pensarlo es lógico que a uno se le indigeste la ensalada de plástico que suele ofrecerse como refrigerio en el vuelo.

Si la radiactividad permanece en el aire incluso cuando la posología de la venganza recomienda la administración de mínimas dosis –para eliminar a un solo espía malaventurado se ha enrarecido de forma colateral el ambiente de tres aeronaves, una pizzería, el vestíbulo de un hotel y no sé qué más lugares–, mejor ni siquiera imaginarse cuáles serían los efectos en caso de que algún demente decidiera hacer uso al por mayor. Un sentido de la responsabilidad impide a las democracias occidentales dotadas del arma atómica el jugueteo con la disuasión, pero ese límite no parece que esté tan asumido por los dos protagonistas de la nueva era armamentística nuclear.

Ahmadineyad alega la necesidad de enriquecer uranio para generar energía destinada a usos civiles

–aunque Irán produce petróleo en cantidades envidiables–, pero por otra parte amenaza sin disimulo a los países que no le resultan gratos. Y algo más lejos, Kim Jong-il ensaya con éxito un misil dotado de carga radiactiva, a lo que la comunidad internacional responde con una condena bastante tibia. Ante esta situación, para empezar bien el año próximo voy a ir redactando ya mi carta a los aún tolerados Reyes Magos –no es extemporáneo: las luces navideñas están en las calles–, mientras escucho los sonidos monocordes de Kraftwerk y una selección de poemas de invierno que sustituyan a los villancicos cruzados y sionistas. Por si me toca viajar en el avión erróneo o por si el día de mañana nos llueve una tormenta persa, voy a pedir que me traigan un traje NBQ. Mañana voy a que me tomen las medidas.

 
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