Radicalidad

Fue Alfonso Guerra el que dijo hace años, después de que el PSOE llegara al Gobierno en 1982,  aquello de que “a este País le vamos a dar una pasada por la izquierda que no lo va a conocer ni la madre que lo parió”.

Pues algo de eso está pasando desde que hace trece meses, Zapatero llegara a la Moncloa tras cimentar su victoria en los rescoldos de los 192 cadáveres del 11-M y empezara a aplicar su receta preferida: radicalidad, radicalidad,  mucha radicalidad. Eso si, todo eso con grandes dosis de buen rollito y mejor talante.

En este último año ZP ha puesto patas arriba las relaciones exteriores de nuestro País y ahora, nuestros mejores amigos son dos dictadorzuelos como Hugo Chávez y Fidel Castro. El vínculo atlántico está roto y resultan patéticos los esfuerzos del Ministro Moratinos y su equipo para intentar recomponer unas relaciones con Estados Unidos, muy dañadas tras los sucesivos “feos” de ZP a ese País.

Pero si fijamos la atención en las cuestiones relacionadas con la cohesión nacional, el panorama tampoco es mucho más alentador. En Euskadi, por mucho que la maquinaria de propaganda del Gobierno de ZP se empeñe en decir lo contrario, ha fracasado la apuesta y la estrategia diseñada en Moncloa y Ferraz para ganar las recientes elecciones vascas y llevar a Patxi López a Ajuria-Enea.

Se ha conseguido, pagando un enorme precio, erosionar los resultados electorales de la coalición PNV-EA e impidiendo que tuviera la mayoría absoluta. Para lograrlo, el Presidente del Gobierno ha hecho la vista gorda con la lista apoyada por ETA-Batasuna, la del Partido Comunista de las Tierras Vascas.

ZP no sueña con otra cosa que con ser él quien firme la paz con ETA y a ese objetivo ha supeditado toda su actuación política, sacrificando los más elementales principios democráticos que han inspirado la política antiterrorista en los últimos años. Con una banda terrorista no se negocia, ni se le paga ningún precio político para que deje de matar. Pues el Presidente del Gobierno sabe perfectamente que personas relevantes de su partido se han reunido en diversas ocasiones con el entorno de ETA y, de momento, ya ha pagado una parte a la banda terrorista: permitir que una candidatura apoyada por ella se presente a las elecciones vascas y obtenga nueve escaños.

Desde Cataluña no llegan mejores vibraciones. Se empieza a conocer por donde va el nuevo Estatuto que quieren Maragall y Esquerra Republicana y en cuanto a la propuesta de financiación explicitada en los últimos días por el Presidente de la Generalitat, el revuelo armado en el propio PSOE y en otras Comunidades Autónoma, lo dice todo.

Pero la radicalidad de Zapatero tiene otros frentes de actuación. Su empeño en aprobar en el primer año de su Gobierno la ley que equipara las uniones entre homosexuales al matrimonio entre un hombre y una mujer, sólo se puede entender desde una postura que quiera molestar a una inmensa mayoría de ciudadanos que bien por sus creencias religiosas, por sentido común o por ambas cosas a la vez, están en contra de que se llame matrimonio a algo que claramente no lo es.

Tampoco ha sido el Presidente del Gobierno muy sensible a los tres millones de firmas que diversas Asociaciones de padres le han hecho llegar para que se respete la enseñanza de la religión en las escuelas. No, ZP no escucha, no negocia. Aplica su programa de máximos, tensando una cuerda que se puede romper en cualquier momento, porque el nivel de crispación y de enfado de importantes sectores de la sociedad empieza a ser muy notable

 
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