Respetar a la mayoría catolica

He de confesar que soy bastante escéptico sobre el hecho de que el actual Gobierno y el partido que le sustenta tomen nota o les afecte en algo, el dato que arroja la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), referido a las creencias religiosas de los españoles, conocido la pasada semana. Según dicha encuesta, el 75% de los encuestados, es decir, tres de cada cuatro, al ser preguntado como se define en materia religiosa, contesta que católico; el 14%, no creyente; el 7,6%, ateo y sólo el 1,6%, creyente de otra religión.

Es verdad que en ese alto porcentaje de los que se declaran católicos, la gradualidad de la práctica religiosa será muy variada. Pero el dato no deja de confirmar lo que por otra parte es obvio: la sociedad española es mayoritariamente católica; hunde sus raíces en el cristianismo, con todo lo que ello conlleva a la hora de conformar una visión de la vida, de la persona humana, de la familia, de la educación, en definitiva, de los valores morales, trascendentes, que definen a las sociedades y a las personas que conforman estas.

El actual Gobierno y más concretamente su Presidente y algunos sectores “intelectuales” próximos al PSOE están muy empeñados en cambiar ese estado de cosas. Se puede negar la realidad, pero la ofensiva laicista que ya desde la legislatura anterior ha lanzado Zapatero es un hecho que está ahí. Es una parte esencial de su proyecto político. Se podrá revestir, como le gusta decir al Presidente, de conceptos como “derechos sociales”, pero legislar y llamar matrimonio a la unión entre personas del mismo sexo es evidente que supone un ataque en toda regla a la familia, al concepto que siempre ha existido sobre el matrimonio, como unión entre un hombre y una mujer.

Lo mismo sucede en cuestiones relativas al derecho a la vida desde el mismo momento de la concepción, a la eutanasia – ¡que eufemismo! tan ramplón es llamarla “muerte digna”- al derecho que asiste a los padres a educar a sus hijos en las ideas y creencias que quieran. En todas esas cuestiones, Zapatero y el PSOE han incitado debates que claramente supone meter el dedo en los ojos de los católicos.

La última iniciativa sobre la que los socialistas están alertando y preparando a la opinión pública es la referida a la modificación de la Ley de Libertad Religiosa. Lo presentan como una necesidad para que todas las religiones puedan “coexistir” en condiciones de igualdad, inventando de esta forma un problema que ni existe ni constituye una preocupación en el seno de la sociedad española. O como si fuera comparable la presencia y el peso de la Iglesia católica en España con la musulmana, pongo por caso.

En el fondo de todas estas actuaciones gubernamentales lo que late es un proyecto y una concepción de una sociedad sin Dios, sin valores morales y trascendentes. En ese escenario, lo que molesta a los promotores e impulsores de esa ofensiva laicista es la propia presencia pública de la Iglesia y de los católicos, por lo que la actuación de aquella y de estos debe de ser reducida a los mínimos imprescindibles, limitándolo exclusivamente al ámbito privado.

Por eso confesaba al comienzo de este comentario mi absoluto escepticismo respecto a que al Gobierno o al PSOE le impresione algo el dato del CIS relativo a ese 75% de españoles que se declaran católicos Lo que ellos persiguen es cambiar radicalmente la faz de la sociedad española, que esta deje de ser católica, porque entre otras motivaciones, creen, y con razón, que una sociedad alejada de los valores religiosos es una sociedad desarmada, donde los principios y postulados defendidos por el socialismo encontrarán un campo más propicio para echar raíces.  

 
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