El Trofeo de Roland Garros, una joya con historia y un premio que se pliega este año a la paridad

La copa no tiene tantos años como su nombre pudiera hacer pensar. Fue creada en 1981 por la casa Mellerio, y el sextuple campeón del Roland Garros, Björn Borg, fue el primero que la cogió entre sus brazos. Después, como a cada ocasión, la copa volvió a una vitrina del despacho del presidente de la Federación Francesa de Tenis.   De todas formas, los campeones no parten con las manos vacías. Se llevan un “pequeño” souvenir de recuerdo: una reproducción en miniatura por valor de 4.600 euros, sin olvidar el cheque destinado al vencedor, que este año se eleva a 940.000 euros. Por cierto, por primera vez en la historia de este torneo, los organizadores han decidido aplicar un criterio de paridad y la ganadora de la competición femenina recibirá la misma cantidad.   La creación de la Copa de los Mosqueteros es confiada a la Maison Mellerio, que la elabora siguiendo la tradición artesanal. Cada año sale de sus talleres una réplica del trofeo, que pesa 14 kilos.   Los Mellerio son los últimos joyeros de tradición familial. La casa fue fundada en París en 1613, por los descendientes de una familia de inmigrantes italianos a los que el rey Luis XIII concedió ciertos privilegios para comerciar como muestra de agradecimiento por haber advertido a la reina madre, María de Médicis, de la elaboración de un complot contra el monarca.   Hoy pertenecen al exclusivo club de Henokien, compuesto por empresas que acreditan su pedigrí de tradición familiar al menos en 200 años, que son dirigidas por la misma familia a través de generaciones, y que continúan hoy a controlar el capital de la compañía. Sólo una empresa española pertenece a este reducido círculo: Codorniú.   Mellerio conserva los libros de cuentas desde 1780, y en ellos aparece principalmente una clientela aristocrática y de la alta burguesía parisina.También se sabe que Maria de Médicis, Maria Antonieta, la emperatriz Eugenia de Montijo o la reina Victoria de Inglaterra han acudido a sus talleres, pero ahora los Mellerio guardan celosamente la identidad de sus clientes.   Hasta hace viente años, Mellerio formaba parte de un clan de joyeros que dieron prestigio a la plaza Vendôme y la calle de la Paix. Chaumet, Mauboussin o Boucheron también lo integraban, pero hoy todos ellos han perdido el control de sus empresas. Los hermanos François y Olivier Mellerio, que llevan hoy las riendas de la empresa, han hecho todo lo posible por comprar las partes que algunos miembros de la familia han querido vender, y cuentas con dos posibles herederas para seguir la tradición: sus hijas respectivas, ambas formadas en la ciencia de la gemología.

 
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