Varapalo a Zapatero y Maragall

Para estar en juego que Cataluña es una nación, tiene que haber resultado muy frustrante a los principales impulsores del nuevo Estatuto de Cataluña –Zapatero y Maragall- que sólo uno de cada tres catalanes haya votado el pasado domingo “sí” al nuevo Estatuto. Eso, se mire por donde se mire, es un fracaso en términos políticos de una clase dirigente que sin embargo, ¡faltaría más! se esforzará en transmitir a la opinión pública todo lo contrario.   Ya puede hacer horas extras la potente maquinaria de propaganda gubernamental para intentar paliar el fiasco que se ha producido el domingo en Cataluña, ya que la auténtica y trascendental noticia no es que haya ganado el sí, si no la altísima abstención registrada, concretamente el 50,57%, lo que supone casi diez puntos más que la que hubo en el referéndum que en 1979 aprobó el conocido como Estatuto de Sau, vigente hasta el pasado domingo.   Los datos son reveladores: de un censo electoral compuesto por 5.309.767 personas y escrutadas el 99,65 de las papeletas, votaron el Estatuto el pasado domingo, 2.561.982 personas y se abstuvieron, 2.621.948. De los que votaron, lo hicieron afirmativamente 1.876.328; no, 527.062 y en blanco, 135.602.   Al final, una vez más, los ciudadanos han demostrado ser mucho mas sabios que su clase política y en una proporción muy alta, los ciudadanos de Cataluña han dado la espalda a esa clase política, la única empeñada en situar como una prioridad, que no existía en la calle, la elaboración y aprobación de un Estatuto mucho más intervencionista que el que se aprobó en 1979. Mientras, esa misma clase política se ha inhibido en estos últimos años en cuestiones que realmente si preocupaban a la gente como la crisis del Carmelo.   La maquinaria gubernamental de propaganda tendrá, fundamentalmente, que intentar que este fracaso le salpique lo menos posible al Presidente Zapatero, que al fin y a la postre ha sido el que más empeño ha puesto en sacar adelante este Estatuto, desencallándolo al menos en dos ocasiones. Esto es así: Zapatero ha sufrido un varapalo este domingo y junto a él, Pasqual Maragall, que como Presidente de la Generalitat en los tres últimos años no se la ha conocido otra tarea que empeñarse en sacar adelante este nuevo Estatuto.   En buena lógica –aunque ya se sabe que en política es una especie que no abunda-, Maragall se tendría que ir a su casa y desde luego, tendrá muy difícil con estos resultados, ni siquiera intentar dar la batalla dentro del PSC y del PSOE para volver a ser candidato en las elecciones autonómicas que tendrán lugar en el próximo otoño. En cuanto a Zapatero, el golpe sufrido el domingo en Cataluña es su primer revés político serio desde que en julio del 2000 se alzó con la secretaría general del PSOE y en marzo de 2004 ganó las elecciones generales contra todo pronóstico. Hasta ahora, al Presidente prácticamente todo le había salido bien. A partir de este referéndum, su suerte puede empezar a cambiar.   Los partidos que defendían el sí, fundamentalmente el PSC, CIU e IU se tendrán que conformar con acudir al manido argumento de la legitimidad del resultado: ha habido más sies que noes, y por lo tanto el Estatuto ha sido aprobado. Pero no reconocerán el fracaso que supone que no llegue ni a cinco de diez, los catalanes que han acudido a votar en el referéndum del pasado domingo. Por el contrario, los partidarios del no, el PP y ERC, así como la iniciativa social “Ciudadanos de Cataluña”, que pronto se convertirá en partido político para poder presentarse a las próximas elecciones autonómicas, tendrán motivos mas que sobrados para esgrimir el también consabido “ya lo decía yo”.   En cuanto a la victoria del sí, que ha sido clara, sin embargo, no ha sido tan contundente como en 1979. Entonces, el voto afirmativo al Estatuto obtuvo el 88,1% de las papeletas. El pasado domino, ese porcentaje fue catorce puntos menor al alcanzar el 73,9%. Por el contrario, el número de noes ha sido muy superior en esta ocasión: frente al 7,8% que optaron por oponerse al Estatuto de Sau en 1979, ese porcentaje ha llegado hasta el 20,76% con el nuevo texto estatutario.   Algunas de las preguntas que se puede hacer cualquier ciudadano normal, catalán o no, serían las siguientes: ¿ha merecido la pena poner patas arriba el consenso conseguido en la transición política para esto? ¿Realmente era necesario un nuevo Estatuto en Cataluña? ¿Por qué se han abstenido más del 50% de los catalanes con derecho a voto? ¿Por qué lo han votado positivamente sólo uno de cada tres ciudadanos? Preguntas que ya en estas horas posteriores al recuento electoral están teniendo diferentes y en algún caso contradictorias respuestas por parte de los líderes políticos. Pero los ciudadanos catalanes han hablado y lo han hecho de forma clara: dando mayoritariamente la espalda, al no ir a votar, a un Estatuto que proclama solemnemente que Cataluña es una nación.

 
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