Vuelo bajo

El debate político en nuestro País está desde hace tiempo muy encanallado y lo peor es que, a corto plazo, no tiene perspectivas de mejorar. La confrontación y el “rifi-rafe” continuo entre el Gobierno y el principal partido de la oposición resulta insufrible para el ciudadano de a pié, que somos la inmensa mayoría de los españoles.

La causa de esta situación obedece a múltiples factores. En primer lugar, Zapatero, que cuando ganó las elecciones en marzo de 2004 se presentó como el “campeón” del talante, el paso del tiempo ha demostrado que no era así. Las acciones y decisiones del Presidente tienen una motivación fundamental: permanecer en el poder. Y para conseguirlo no se para en barras: le da lo mismo promover y defender un Estatuto para Cataluña claramente inconstitucional, que legislar sobre cuestiones altamente sensibles para una parte importante de la sociedad como pueden ser los matrimonios entre homosexuales o la reforma de la ley del aborto. Si el cree que con esas decisiones gana votos, no hay nadie ni nada que le haga desistir.

Al mismo tiempo, Zapatero, desde que está en la Moncloa, no ha promovido ningún acuerdo con el principal partido de la oposición en las cuatro o cinco grandes cuestiones sobre las que pivota la política nacional e internacional. Muy al contrario, el Presidente, ayudado por toda la patulea pseudo-progre que le rodea y que le aplaude con las orejas, intentó en la pasada legislatura liquidar política y socialmente al PP: fue el famoso “cordón sanitario”. Fracasó en su objetivo, pero eso no quiere decir que no lo intentara.

Pero en el otro gran partido de ámbito nacional, las cosas en estos últimos tiempos no han sido muy diferentes. Desdibujados ideológicamente, con muy poca capacidad de transmitir ilusión a la sociedad y presentarse como una alternativa seria y solvente, el PP de Rajoy espera ganar las próximas elecciones generales casi por incomparecencia del contrario. Confían en que entre los efectos devastadores de la actual crisis económica que estamos padeciendo se encuentre el de sacar a Zapatero de la Moncloa. Eso les lleva a los populares a hacer una política ramplona, muy pegada al terreno, de desgaste continuo del rival político.

Es decir, tanto el PSOE como el PP no están en estos momentos a la altura que las delicadas circunstancias políticas, sociales y económicas exigirían. De este Gobierno –el peor con mucho desde la transición democrática- no se puede esperar nada. Pero si se mira al principal partido de la oposición, tampoco es como para echar las campanas al vuelo. Los dos partidos nacionales vuelan bajo. No hay altura de miras ni en sus dirigentes ni en sus estrategias. El interés partidista prima sobre el ciudadano. Todo lo anterior tiene una excepción: el apoyo que el PP le dio al PSE en el País Vasco y que permitió que Patxi López llegara a Ajuria-Enea. Algo es algo. 

 
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