¿Por qué no te callas?

El corte en seco con la frase de marras que le dio el Rey al sátapra Hugo Chávez en la Cumbre Iberoamericana cuando Zapatero intentaba explicarle, eso sí con mucho “talante”, al Presidente venezolano que no se puede ir por la vida llamando “fascista” al primero que se te ocurra, se la podrían aplicar otros personajes públicos en nuestro País que en los últimos días han cometido auténticos excesos verbales o por escrito impropios de su cargo o de su responsabilidad política o profesional.

El Ministro de Justicia del Gobierno de España, que en razón de ello es además el Notario Mayor del Reino, se permitió hacer “gracietas” en torno a la persona del ex –Presidente del Gobierno, José María Aznar, -¿Quién es Aznar?, preguntó Fernández Bermejo cuando una periodista quiso saber su valoración sobre unas manifestaciones de aquel en torno a la sentencia del 11-M. “Que se calle el señor Aznar” espetó el Ministro de Justicia, rememorando el “se sienten coño” escuchado en el Congreso de los Diputados en boca de un guardia civil la tarde del 23-F de 1981.

La Fiscal del 11-M, Olga Sánchez, vomitaba en un artículo que con gran despliegue tipográfico publicitó El País, toda su ira contenida durante meses contra algunos medios de comunicación- la COPE y el Mundo fundamentalmente- y diputados del PP, con perlas como las siguientes: “hay habladores o plumillas de estómago agradecido que hacen bandera del insulto”, o esta otra, “los ataques procedentes de algunos representantes de la soberanía popular o aspirantes a ello, democráticamente elegidos en las urnas, eran del todo punto inadmisibles”.

El Presidente de la Generalitat de Cataluña, José Montilla, se permitía comparar la posición del PP respecto a la situación del Tribunal Constitucional con fechas de la reciente historia de España como el 18 de julio de 1936 o el 23 de febrero de 1981. Y para finalizar esta relación de hechos, el periodista José María Calleja le espetaba en un debate en Televisión Española a la también periodista Isabel San Sebastián que había contribuido a “engordar a ETA”, lo que indignó a la persona aludida que al exigir la rectificación correspondiente y no recibirla decidió abandonar el plató televisivo.

Son solo cuatro ejemplos de los excesos verbales o escritos, de las boutades de un Ministro de Justicia que pasará a la historia no por sus logros al frente del Ministerio, sino por ser un auténtico “mamporrero” de quien le nombró para ese puesto, con un estilo bronco, barriobajero y chulesco. Son un ejemplo de los desahogos en forma ataques y descalificaciones de una fiscal, herida en su amor propio por las críticas –que van en el cargo- recibidas desde diversos ámbitos por su actuación en la instrucción sumarial del juicio sobre el atentado más brutal que ha sufrido España.

Son un ejemplo de la desmesura y sinrazón exigible a un Presidente de la Generalitat de Cataluña que habiendo perdido las elecciones autonómicas gobierna gracias al apoyo de los independentistas de ERC que esos si que saben de guerras civiles y golpes; y son el exponente de la mala conciencia de un periodista que ha apoyado con armas y bagajes el mal llamado “proceso de paz” de su buen amigo Zapatero y que como parte de la esquizofrenia en la que ha vivido y sigue viviendo para justificar esa conducta, ha criticado de forma injusta y mezquina a las víctimas del terrorismo que se oponían a esa negociación política del Presidente del Gobierno con ETA.

El caso es que un día si y otro también, fundamentalmente desde la clase política, pero también desde otros ámbitos como el judicial o mediático, se utiliza el insulto, el exabrupto, el trazo grueso para defender una determinada posición y descalificar al que piensa diferente. Eso conlleva no solo crispación, sino una disminución del nivel que debe de presidir el debate público en una sociedad democrática y avanzada como es España.

Una consecuencia inmediata de todo este clima, es el hartazgo de la gente. Los ciudadanos están muy cansados de estos tres últimos años en el que todo es blanco o negro; en los que o estás conmigo o contra mí; en el que el argumento de fondo es el “y tú más”. Así se va por muy mal camino. Todo esto es empobrecedor y produce una enorme tristeza. El tono y estilo de personas como el ministro Bermejo, la fiscal Olga Sánchez, el político Montilla o el periodista Calleja están de más. Sobran y no aportan nada a la convivencia y al debate, porque en la política, al igual que en la judicatura o en el periodismo, no todo vale.   Se podían haber callado siguiendo el consejo regio.

 
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