La costumbre de leer

Bienvenidas sean todas las iniciativas que el Ministerio de Cultura, los gobiernos regionales, y centros docentes van a realizar para conmemorar el Día Internacional del Libro. Desde certámenes literarios, conferencias, cuentacuentos, lecturas poéticas, y presentaciones de libros de jóvenes autores, hasta librerías que permanecerán abiertas incluso a medianoche, tienen como objetivo primordial fomentar y cultivar el gusto por la lectura. 

Sin embargo, hoy en día, infundir en los jóvenes y no tan jóvenes la práctica de la lectura, sigue siendo una tarea difícil. Los motivos son múltiples. Por un lado nos encontramos inmersos en un mundo en el que la tecnología nos rodea y acecha de manera incesante con sus infinitas variedades: internet, video consolas, teléfonos móviles, susceptibles de albergar los más insospechados entretenimientos. Y por otro, el aumento de los nuevos canales de televisión, con programaciones interminables que invitan a la familia a quedar irremediablemente enganchada. Los libros son considerados como un objeto de decoración al igual que puede serlo un jarrón chino o un cristal de bohemia.

El último informe que ha realizado la Federación de gremios de editores de España sobre los hábitos de lectura y compra de libros señala que un 45,4% de la población asegura que no lee casi nunca, el 40,4% declara leer casi todos los días y el 14,2% lee al menos una vez al trimestre. Merece la pena ver cómo evoluciona el afán por la lectura según la edad. Podemos apreciar que el 85,3% de los niños entre 10 y 13 años lee habitualmente. A partir de los 14 años un 54,6% lo hacen con frecuencia, pero lo más curioso es observar que alcanzados los 54 años existe un enorme descenso 46,2%, hasta llegar a 28,3% cumplidos los 65 años de edad.

A la vista de los datos parece claro que una de las fuentes de lectura está en la escuela, pero con el paso del tiempo el joven relega paulatinamente aquella afición por algún otro entretenimiento.

Si bien el papel de los padres es decisivo, no debe ser condicionante, sino inspirador y orientador. Es cierto que el ser humano es mimético por naturaleza, y los hijos tienden a imitar los comportamientos de sus padres, por lo que un niño habituado a contemplar la lectura como una actividad cotidiana adquirirá la costumbre con mayor probabilidad. Ahora bien el desafío está en despertar en el niño la curiosidad por los libros. Para ello será conveniente encontrar a lo largo del día un momento adecuado para dedicarlo a la lectura y convertirlo en un hecho cotidiano. En el que los ruidos de fondo den paso al sosiego, y la tranquilidad, y así el niño asocie la lectura con momentos de verdadero placer. No hará falta esperar a que el pequeño aprenda a leer para entregarle sus primeros cuentos que escuchará con atención mientras saborea las ilustraciones. Es en las edades más tempranas cuando las personas pueden lograr el hábito de la lectura con mayor facilidad. Y con el transcurso del tiempo, el espacio destinado a la lectura irá creciendo y serán ellos mismos quienes decidan el lugar y el momento adecuado para disfrutar de un buen libro.

Ninguna persona abandonará la lectura si desde la infancia ha adquirido ese hábito. Continuará leyendo porque sabrá encontrar el género de libros que le interesa, engancha y motiva. Leerá por puro disfrute, porque verdaderamente experimenta la pasión, el goce, y el placer de leer.

 
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