El enemigo en casa

Dicen que hay que tener amigos hasta en el infierno y enemigos, a ser posible, en ninguna parte. Si hiciéramos una clasificación de estos últimos, llegaríamos a la conclusión de que hay uno especialmente peligroso.

Televisión Española, además de tener rivales, tiene muchos enemigos. No podría explicarse de otra forma la situación por la que está atravesando. No lidera ningún mes desde mayo de 2004 –liderazgo que compartió con Tele 5-, actualmente ocupa la tercera posición -en marzo marcó un mínimo histórico al lograr un grandioso 18,9% de share-, acumula una deuda monstruosa y, por si todo esto fuera poco, no parece que pueda ser considerada una televisión de calidad que sirva de referente.

La directora de nuestro ente público de radiotelevisión, Carmen Caffarel, debe de andar un poco preocupada, o al menos debería estarlo. Los estrenos de TVE 1 no han funcionado y alguno de ellos no se emite desde hace algún tiempo. Wyoming puede dar buena cuenta de ello. Dicen las malas lenguas, muy viperinas ellas,  que el señor José Miguel Monzón le ha recordado a su compañera Otero el famoso refrán que dice que “cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”.

El último fracaso es tan reciente que se estrenó el lunes de la semana pasada. TVE 1 comenzó a emitir sobre las seis de la tarde el concurso El enemigo en casa,  un quiz show cuyo formato original lo encontramos en la BBC. En su primera semana de emisión, ha obtenido una cuta de pantalla media del 13,7%.

La mecánica del juego es la siguiente. Cinco concursantes tienen que responder a las preguntas del presentador, Daniel  Domenjó, para conseguir una determinada cantidad en metálico. Lo que diferencia a este concurso del resto, su peculiaridad, es que uno de ellos es un infiltrado que conoce las respuestas. El resto de participantes deben desenmascararlo para evitar que se lleve todo el dinero.

El concurso es uno de los géneros televisivos más honestos. Tradicionalmente, se ha plasmado en programas que han premiado el conocimiento y las habilidades de los concursantes, acompañados por unos telespectadores que sufren desde casa casi  tanto como ellos. En este caso, las armas empleadas por los protagonistas son su cultura y sus dotes de estratega.

En televisión, como en el cine, sin una buena idea no hay un buen programa, pero una buena idea no garantiza un buen programa. La idea en la que se basa El enemigo en casa es sencilla y original, como las grandes ideas. Sin embargo, no está lo suficientemente desarrollada y madurada. Es simple.

Por su propia naturaleza, un buen concurso debería enganchar a la audiencia debido a su componente de empatía e identificación con los participantes. Sin embargo, el programa de TVE no sólo no engancha, sino que aburre. No es atractivo. Lejos de ofrecer una imagen moderna y de vanguardia como correspondería a un concurso de “nueva generación”, su estética es añeja o, como dirían los más snobs de la pantalla, old-fashioned.

Si hiciésemos una fotografía en el momento de la grabación, veríamos lo siguiente: cinco concursantes sentados con los pies colgando en unas banquetas muy altas, detrás de una pequeña pantalla con la cantidad acumulada y en un decorado tan vacío y cutre que sería digno de alabar si el programa se emitiese en una emisora local. La guinda a este pastel la pone una cámara colgada sobre sus cabezas que, de vez en cuando, muestra un primer plano horrible del posible “infiltrado”.

 

¡Y qué decir del contenido! Las pruebas no son originales, son simples baterías de preguntas carentes de creatividad. Ni siquiera aparecen sobreimpresionadas en la pantalla  en un grafismo llamativo que facilite la participación de la audiencia.

El presentador es escueto, se limita a leer las preguntas y a hacer breves e insulsos comentarios que, seguramente, le llegan por el famoso “pinganillo”. Su función podría ser perfectamente desempeñada por una máquina. No da juego, no aporta nada.

A pesar de su pésima puesta en escena, aplaudo a TVE por apostar por un concurso. Prefiero ver El enemigo en casa que un magacín de cotilleos. A la cadena pública ya sólo le falta acertar con formatos adecuados y no “guillotinarlos” en su adaptación. Vamos avanzando.

Probablemente, detrás de esta serie de desdichas se esconda una mano enemiga. Y como decía al comienzo, hay un enemigo especialmente peligroso: aquel que actúa desde dentro y toma decisiones, “el enemigo en casa”.

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