¿Por qué no son éticos nuestros líderes?

Bohen McCoy, alto ejecutivo de un banco de inversiones experimentó un gran cambio en su vida después de realizar un trepidante viaje al Himalaya. Junto con el antropólogo Stephen y a una altura de 5.000 metros, se vieron inmersos en un grave dilema ético. Faltaba muy poco para llegar a la meta, cuando de pronto uno de los acompañantes encontró a un peregrino hindú, un sadhu. Su cuerpo casi desnudo temblaba, tendido sobre el hielo, aun seguía con vida. Le vistieron y alimentaron, pero sólo Stephen estaba dispuesto a regresar para llevar al peregrino a un refugio, si bien el resto del grupo no lo consintió, y así reanudaron su marcha hacia la cima. Nunca supieron sí el sadhu murió o vivió.

¿Por qué un grupo tan preparado para afrontar cualquier percance, no fue capaz de asumir la responsabilidad de una vida humana? Tan sólo una persona quería hacerse cargo del sadhu, pero no consiguió el suficiente apoyo del resto del equipo. Lo que allí faltaba era la presencia de un auténtico líder ético, en el que los demás pudieran identificarse y confiar; capaz de compartir con el grupo unos sólidos valores morales con los que todos se sintieran plenamente unidos.

Un año después, tal vez por la incertidumbre del paradero del moribundo, o quizá fruto de una pausada reflexión, lo sucedido en aquellas montañas llevó a McCoy  a plantear el caso como un dilema ético, conocido como la parábola del sadhu. Parábola que se ha convertido en un modelo a deliberar en las mejores lecciones de ética que se imparten día tras día a miles de alumnos, en las prestigiosas escuelas de negocios. 

Ahora mismo, y cada vez con más frecuencia, cuando leemos los acontecimientos que nos rodean, comprobamos que nos hallamos en una sociedad carente de gobernantes que contribuyan al bien común, que no respetan la dignidad propia del ser humano. De ahí que el Papa a través de su última encíclica “Caritas in veritate”, afirme que la crisis que actualmente padecemos es consecuencia del vacío moral, de haber descuidado los tradicionales principios de la ética, como son la honestidad, la transparencia y la responsabilidad. Por esto, Benedicto XVI, insiste que el desarrollo de las naciones es imposible sin hombres rectos, políticos que sientan profundamente en sus conciencias la llamada al bien común. Es más, el Pontífice clama por una urgente reforma de la ONU, por una verdadera autoridad política mundial que esté ordenada al bien común y a la solidaridad, inspirada en los valores de la caridad en la verdad.

A menudo, oímos hablar de los grandes líderes como aquellas personas que gobiernan las naciones o gestionan con habilidad y eficiencia sus empresas. Pero ¿acaso el liderazgo consiste sólo en la eficacia? Evidentemente no. Lo que ocurre, es que con la eficacia tan sólo obtendremos resultados técnicamente buenos, por el contrario el líder ético no sólo logrará la eficacia en sus acciones, sino que además los fines alcanzados serán moralmente buenos. Benedicto XVI, no trata de dar soluciones técnicas a la actual crisis, pero sí que nos indica cual es el origen de la misma. Cómo han de ser las cualidades que deben poseer los que rigen las naciones. Esa autoridad política mundial a la que nos exhorta el Papa, tendrá que estar dotada de personas verdaderamente éticas, que generen confianza y respeto a la sociedad.  Cuánta razón tenía Chester Barrard, cuando decía que las organizaciones perduran en proporción a la altura de la moralidad de sus gobernantes. Y como nos recuerda el Papa el que olvida al Creador, corre el peligro de olvidar también los auténticos valores humanos.

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato