Los franceses se han olvidado de reir y el cine les ayuda a paliar el “mono”

Los franceses ya no ríen en familia ni con los amigos. Para remediarlo van al cine, y estos días están bien servidos con una comedia firmada por Dany Boon que, con un modesto presupuesto (11 millones de euros, frente a los 80 invertidos en “Asterix en los Juegos Olímpicos”), está batiendo todos los records de taquilla. En sólo una semana de explotación, cinco millones de franceses han sucumbido a la tentación de “Bienvenue chez les Ch’tis”.

 “Ch’tis” es el nombre que recibieron durante la Primera Guerra Mundial, los soldados que venían de la región del Nord-Pas-de-Calais, por la forma peculiar que tienen de pronunciar la s, como si fuera sh, y decir “ti” en lugar de “toi”.

En realidad hablan una lengua, el picardo que, de haber optado la monarquía medieval por la aristocracia del Norte, se habría impuesto como idioma oficial en Francia en lugar del francés. Después, llegó el Comité de Salvación Pública de la Revolución que decretó la erradicación de todas las lenguas distintas del francés por considerarlas peligrosas para la Revolución. Y así ha pervivido, a duras penas, hasta hoy

Pero quitando esta reivindicación lingüística secundaria, la película “Bienvenue chez les Ch’tis” pretende sobre todo divertir. Y lo hace con una fórmula sencilla: provocar la risa con explotación de los clichés que se tienen sobre la gente del norte, sin vulgaridad ni cinismo, al mismo tiempo que hacen vibrar la fibra sensible con personajes sin pretensiones y generosos, y reivindican en cierta forma el caracter pueblerino de los franceses. Todo ello a través de una historia simple: el traslado de un empleado de Correos que cambia el sol de la Provenza por la humedad del Norte.

Es cierto que la campaña de marketing ha influido en el éxito de la película. Pues para abrir el apetito, durante toda una semana sólo se proyectó en la región de los ch’tis, mientras el resto de franceses tenían que contentarse con las críticas de prensa, los trailers, o los comentarios de los afortunados espectadores del Norte. Después, en sólo una semana, cinco millones de personas se han precipitado a las salas de cine, que han tenido que aumentar las proyecciones para satisfacer la demanda del público.

En el cine, las carcajadas se encadenan, y eso que muchas veces el sentido de lo que dicen los ch’tis no es siempre fácil de captar, y de que los sketchs son para sonreir pero no para reir a mandíbula batiente. Parece que los franceses se han olvidado de reir en la vida real y necesitan la ficción para paliar el “mono”.

 
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