La huelga del visillo

Una huelga general es, entre otras cosas, materia que da para holgarse con eso que tanto nos gusta a los españoles: el comadreo. Incluso desde mucho antes de que llegue la propia jornada, se empieza a especular, con tono chismoso, principalmente en las tertulias políticas de televisión y radio: a) si los sindicatos, una vez confíen en su capacidad de estimular una movilización más o menos masiva, se decidirán a convocar el paro; b) caso de ser así, cuál será la fecha más probable; c) conocida esta, en qué medida tendrá seguimiento la protesta.

Es en los días inmediatamente anteriores a la huelga cuando el cotilleo sociopolítico –hasta entonces casi exclusivo de los periodistas– se extiende al resto de la población. Como la convocatoria concierne a todos los empleados, ninguno se libra de tomar postura. «Oye, y tú ¿qué vas a hacer el jueves? ¿Vienes o no?», le dice, bajando la voz, un compañero de trabajo a otro, con el que cree tener cierta afinidad de pareceres. «Pues yo vengo. Y tú ¿qué tienes pensado?», dice el segundo. «También, también. El que parece que va a hacer huelga es…».

Y hete aquí pintada la ocasión para los dimes y diretes. Que si este claro que hace huelga, uy, y el primero, que a su padre Franco lo tuvo cinco años en Carabanchel. Que si aquella no la hace ni de coña, que es muy de Intereconomía. Que si el otro estaría dispuesto, pero no le da la gana que le descuenten los cien euros, y sobre todo ahora que su mujer está otra vez embarazada, ¿no lo sabías? Que si al de más allá no le vengas con huelgas ni con historias, que lo que hay que hacer según él es meter en la cárcel a todos los banqueros, y punto.

Llegado el día clave, el chismorreo se centra en los posibles incidentes, contemplados con los ojos propios o con los ajenos, pero referidos con idéntica ansia reporteril. Pues he visto que había silicona en dos cajeros automáticos. Pues me han dicho que a primera hora ha aparecido incrustada una punta en la cerradura de la escuela para que no se pudiese abrir. Pues comentan que Julita está dentro de la carnicería, pero con la persiana echada para que no le rompan el escaparate, y que si quieres entrar tienes que llamar con los nudillos. Pues yo, chico, qué quieres que te diga, no he notado nada distinto a lo de siempre.

Concluida la jornada de paro reivindicativo, aún queda ocasión de cháchara para unos cuantos días más. En este caso el protagonismo principal es de los sindicatos convocantes y los partidos afines, por un lado, y de las organizaciones empresariales y el partido en el Gobierno, por el otro. Que si la huelga ha sido un éxito absoluto, arrollador, que obligará al ejecutivo a cambiar de rumbo. Que si la huelga ha tenido escasísima incidencia, y por tanto se continuará con la ambiciosa agenda reformista. Es en este punto cuando al comadreo se le une el compadreo. Una huelga general saca lo mejor de nosotros como pueblo fetén, eso está claro.

 
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