¡A jugar!

Todavía retumba en mis oídos aquel grito con el que Joaquín Prat llamaba a los concursantes del Precio Justo en TVE. Mientras su brazo derecho dibujaba una espumosa ola, los participantes bajaban apresurados las escaleras para adivinar el precio de unos objetos que los llevarían al preciado escaparate final. La euforia y alegría del afortunado eran sentidas como propias por el telespectador. A lo largo de la historia de la televisión en España, se han emitido concursos que han quedado en la memoria social cómo grandes acontecimientos televisivos. Éste es el caso de míticos programas como el 1,2,3 o El precio justo, que han sido resucitados hace poco tiempo con desigual éxito. El dicho cinematográfico según el cual “nunca fueron bunas las segundas partes” también parece aplicable a la televisión. La versión diaria y en euros del concurso de “precios” distaba mucho del emocionante programa presentado por Joaquín Prat. De igual forma, el regreso de Ruperta y Chicho Ibáñez Serrador, cargados de libros, tampoco tuvo muy buena acogida entre la audiencia. El concurso es un género procedente de la radio que ha estado presente en la televisión desde su nacimiento. A pesar de que ha sufrido diversas mutaciones para sobrevivir a las distintas épocas programáticas, la forma más pura del género nunca se ha perdido. 50X15 representa el más reciente resurgir de la fórmula más clásica: un quiz show en el que los participantes tienen que responder a una serie de preguntas para ganar una importante cantidad en metálico. Tan simple y exitoso como esto. Cuando el género ha vivido momentos de capa caída, ha encontrado un hueco dentro de los grandes magazines para repartir premios entre los espectadores. Cuando la televisión-espectáculo lo ha exigido, el concurso ha adquirido la forma de “juego” o game —claros ejemplos son El gran juego de la oca de Antena 3, cuyo regreso años después en Tele 5 tampoco tuvo fortuna, o Qué apostamos de TVE 1-. Por último, con la llegada del reality show, se ha mezclado con él para crear programas como Gran Hermano u Operación Triunfo. Para ganar un concurso no siempre se exige lo mismo. Unas veces los participantes tienen que demostrar sus conocimientos; otras, sus habilidades; y, en determinadas ocasiones, basta con el azar. Ser audaz y tener suerte siempre es importante, porque la segunda normalmente favorece al que tiene más de lo primero. No basta con ser el mejor, hay que saber transmitir ante la cámara, tener cosas que contar, ser simpático y, a ser posible, tener alguna singularidad y un buen físico. Éstas son condiciones importantes para concursar y llevarse el premio. Los requisitos son increíblemente semejantes a aquellos buscados para participar en un talk show. ¡Bingo! Los concursos tienen un gran componente de talk show -compruébenlo esta misma tarde en Allá tú-. En ocasiones, el juego es un mero pretexto para dialogar con el concursante o buscar conflictos entre ellos. No hay nada más aburrido como un concursante serio que se limita a contestar lo que sabe y que no interactúa. Siempre ha sido así. La subasta del 1,2,3 es un ejemplo casi paradigmático. Al acabar el programa, sabíamos mucho de los participantes: si tenían casa, si necesitaban dinero para pagar una hipoteca, si tenían hijos, si querían un coche o deseaban el apartamento en Torrevieja. El género está de moda. Las cadenas programan de lunes a viernes breves concursos durante la tarde y en el access prime time para conseguir la fidelidad del público y arrastrarlo hasta el horario de máxima audiencia. Pasapalabra y Número locos —recién estrenado con un resultado bastante aceptable y presentado por Carlos Sobera- en Antena 3, Allá tú en Tele 5 y, por su parte, Televisión Española prepara un nuevo concurso para sustituir el programa Esto es vida de Juan Ramón Lucas. Además, la sobremesa de TVE 2 cuenta con uno de los concursos más veteranos: Saber y Ganar. Alla túha cumplido su primer aniversario en Tele 5 con un share medio del 20,1% y una tendencia ascendente, cerrando este mes de enero con una cuota de pantalla del 22%. Los cambios realizados en diciembre parecen funcionar. El premio máximo se ha duplicado hasta los 600 mil euros y el concursante en el plató comparte la cantidad lograda con un telespectador, que participa vía telefónica o SMS —la mecánica resulta un tanto forzada, ya que el programa es grabado-. Proliferan los concursos, un género que representa la verdadera, buena y noble televisión del entretenimiento. Suerte y ¡a jugar!

 
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