El ‘manso cordero’ de Cándido Méndez

Sabido es que las principales organizaciones sindicales en España han funcionado y lo siguen haciendo como meras “correas de transmisión” de los partidos políticos con los que les une una mayor afinidad ideológica. UGT sería el sindicato del PSOE y CC.OO. el de Izquierda Unida. Esto no sucede exactamente así en otros Países de lo que de una forma un tanto curso se llaman “de nuestro entorno”, donde los sindicatos tienen una mayor autonomía de funcionamiento.

La excepción más clara a esa “domesticación” de los sindicatos de clase por parte de los partidos, la constituyó en la década de los años 80 el entonces secretario general de la Unión General de Trabajadores, Nicolás Redondo Urbieta, que se enfrentó a la política económica de los gobiernos de Felipe González y se atrevió a hacerle una huelga general al entonces todopoderoso líder del PSOE en diciembre de 1989. Huelga que consiguió paralizar completamente el País y que supuso un duro golpe para González. En el plano personal, aquello supuso la ruptura total de relaciones entre Redondo y el secretario general del PSOE.

Pero desde entonces, las cosas han cambiado mucho. Han cambiado tanto que el actual secretario general de la UGT, Cándido Méndez, proyecta una imagen de “manso cordero” de Zapatero y no ha tenido otra ocurrencia mejor que, el día que se conocía que el paro en España había alcanzado la cifra de 2,6 millones, presentarse en la Audiencia Nacional para personar a su sindicato ante la causa abierta por el juez Garzón contra el franquismo. Luego los sindicatos se quejarán de la poca afiliación que tienen; o de lo que cuesta movilizar a la gente el día de la fiesta del trabajo, el uno de mayo, donde las manifestaciones o actos que se convocan suelen estar cada año menos concurridos. Por no hablar de la gran cantidad de “liberados” con que cuentan los sindicatos. ¿No sería conveniente que predicaran con el ejemplo y llevar a cabo un ERE dentro de las propias organizaciones sindicales?

Llama muchísimo la atención que en un momento donde, después de catorce años sin que sucediera, ya se ha llegado a la fase de destrucción de empleo; donde el número de nuevos parados diarios gira en torno a 3.000 personas; donde se están anunciando un día si y otro también expedientes de regulación de empleo en empresas importantes, los sindicatos no convoquen nada: ni manifestaciones, ni paros, ni concentraciones. Es como si la cosa no fuera con ellos. ¿Se imaginan lo que harían si en lugar de estar Zapatero en la Moncloa cosechando estos resultados económicos, el presidente fuera, por ejemplo, Aznar?

Argumentan los líderes sindicales, que constituiría una enorme irresponsabilidad el sacar a la gente a la calle en unos momentos tan delicados. Uno puede estar de acuerdo con esa percepción, pero en esta cuestión, como en casi todas, hay términos medios. Entre no hacer nada, aparecer como “corderitos” en la Moncloa cuando son convocados por Zapatero o ir a la Audiencia Nacional a echar una mano al juez Garzón en su paranoia particular sobre una guerra que tuvo lugar hace setenta y dos años o llevar a cabo la “revolución universal” ante la que está cayendo, existen, reitero, términos medios.

 
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