La sonrisa de Tony Blair

El primer ministro británico se despide de la política. La decisión ya fue anunciada, presentará su dimisión como líder del Partido Laborista y luego, cuando sus correligionarios elijan a un nuevo líder, entregará los trastos de premier.

La comunidad internacional no deja de manifestar su simpatía por Tony Blair. A lo largo del último decenio, ha sido uno de los políticos más simpáticos, inteligentes y enérgicos de las potencias mundiales, y, probablemente, su atractiva sonrisa quedará grabada para siempre en la mente de sus contemporáneos. La gente no olvidará su imagen, tan parecida a la del célebre gato de Cheshire del libro de Lewis Carroll Alicia en el país de las maravillas. Sí, Blair abandona el gran escenario político como el gato de Cheshire, por voluntad propia. En cierta ocasión, dijo con ironía que no quería repetir la suerte de la Dama de hierro, Margaret Thatcher, quien, segura del afecto de toda la nación, abusó de la confianza en ella depositada y permaneció demasiado tiempo en su cargo. El resultado no se hizo esperar: los dirigentes de su propio partido le mostraron la puerta.

Blair supo sacar enseñanzas de aquella situación: para el mundo, diez años no significan nada, pero para los ciudadanos son mucho, e incluso los políticos que no han incurrido en fallos graves, acaban suscitando hastío.

Pues bien, Tony Blair dimite del cargo de premier poniendo a salvo su reputación y la imagen de su partido. Las futuras elecciones no serán fáciles para los laboristas, pues la guerra de Iraq afecta en demasía a su prestigio, pero el Labour espera que quien les ha dirigido durante este periodo les libere de tan pesada carga.

Hay que insistir, no obstante, en que la actitud de Blair respecto a Iraq es consecuente con el rumbo estratégico elegido desde hace mucho por Gran Bretaña, empeñada en mantener una cooperación estrecha con EEUU. Y la colaboración estratégica requiere sacrificios. Londres no abandonará ese rumbo ni con el gobierno laborista ni con uno conservador. Si el problema de Iraq hubiera surgido durante un mandato tory, habría ocurrido lo mismo, sólo que, en ese caso, habrían sido otros quienes habrían asumido la responsabilidad.

Al hablar de los errores reales de Blair, procede sacar a colación la historia poco decorosa que la prensa bautizó «dinero a cambio de títulos». Cuando en marzo de 2006 quedó claro que algunos empresarios acaudalados habían concedido préstamos cuantiosos y secretos al Partido Laborista, y que esos mismos donantes luego recibieron escaños en la Cámara de Lores, títulos nobiliarios u otras distinciones honoríficas, descubrimos la única mancha en la carrera de Blair como primer ministro.

Por otro lado, Blair tiene en sus activos muchos logros evidentes. Durante su gobierno se llevaron a cabo reformas en el ámbito de salud pública, la educación escolar y el mercado de mano de obra. Con su gobierno, la economía británica entró en una fase de desarrollo estable, y en el último decenio en el país se han creado casi 3 millones de puestos de trabajo. Por último, el arreglo en Ulster es un logro indiscutible de quien ahora se va.

Conviene recordar además que Blair contribuyó en grado sumo a que la Rusia de hoy sea más comprensible para Occidente. En su tiempo, fue Thatcher quien, por así decirlo, presentó a Gorbachov a los occidentales; más tarde, fue Blair el que presentó a Vladímir Putin. No siempre, ni mucho menos, esos dos hombres encontraron un lenguaje común, pero lo principal es que el británico comprendía y comprende que, sin Rusia, el mundo tendría una suerte de agujero negro político; por consiguiente, defendió la necesidad de prestar seria atención a la postura de Moscú.

Blair se despide de la vida política determinando por sí mismo el calendario de su retirada y señalando al posible sucesor. Luego, ha de definirse respecto a su permanencia en la Cámara de Representantes o su rumoreada dedicación a grandes asuntos internacionales: según algunas fuentes, podría llegar a ser delegado especial internacional para el Oriente Próximo, los problemas africanos o los relativos al cambio climático. No se descarta la posibilidad de que opte por escribir sus memorias, por las que le ofrecen hasta 10 millones de libras esterlinas. E incluso hay quien dice que podría crear su propio Fondo Internacional de beneficencia.

 

Todas estas variantes son posibles, pero lo principal es abandonar el cargo en el momento oportuno, ser dueño de su propio calendario. Así, Blair podrá disponer de su futuro a su antojo. Que no es poco.

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