Yo no soy tonto

Si los 45 millones de españoles a los que invoca Luis Fernández como accionistas de la Corporación RTVE votaran en una hipotética Junta General sus cuentas no serían aprobadas y mucho menos sus argumentos. Viene a decir el jerifalte catódico que le debemos agradecimiento a su gestión porque, lo que el denomina beneficios (18,4 millones de euros), suponen un ahorro para esos hipotéticos accionistas.

Nadie le pide a Luis Fernández que sepa un pimiento de contabilidad analítica, pero si haría un gran favor a los accionistas-contribuyentes si no los tratara como tontos. Para retorcer los números tiene un experto, como el ex secretario de Hacienda, Jaime Gaiteiro, que le haga los recados. Los números no son lo suyo.

La Corporación, en su breve existencia ha endosado a los españoles una deuda de dimensiones siderales; ha cometido con el plan de prejubilaciones lo que el ministro de Trabajo, Caldera, ha calificado como fraude de ley (aplicado naturalmente a las empresas privadas que hacen lo mismo, no a las públicas); ha recibido varios cientos de millones de euros de subvención por un supuesto servicio público por el que las otras cadenas de televisión y de radio no cobran nada (las programaciones se parecen unas a otras como gotas de agua) y, para colmo, ejercita una competencia desleal captando publicidad, pese a las subvenciones y tiene la osadía de lamentar que sus números no son mejores porque hay más concurrentes como Cuatro, La Sexta y las TDT, que menguan sus expectativas. El colmo.

Este ejemplo de Corporación viene a fardar de resultados y a exigirnos que le reconozcamos no sé qué méritos cuando no hace sino cumplir la ley que le exige no incurrir en nuevas pérdidas. Según Fernández, ese lujo de 1.182,3 millones de gastos ordinarios merece el aplauso de los contribuyentes. Deberíamos, cada uno, decirle como el anuncio que difunde también su tele: “Yo no soy tonto”.

 
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