Pueblos con más encanto: Visita Caleruega en Burgos
Caleruega es un pueblo encantador en la provincia de Burgos famoso por ser el lugar de nacimiento de Santo Domingo de Guzmán
Caleruega es un pueblo encantador en la provincia de Burgos famoso por ser el lugar de nacimiento de Santo Domingo de Guzmán, el visionario fundador de la Orden de los Dominicos, una de las órdenes católicas más influyentes y extendidas en todo el mundo.
Comarca de la Ribera del Duero.
Ubicado en la pintoresca comarca de la Ribera del Duero, este pueblo se encuentra rodeado de extensos campos de trigo, fragantes campos de lavanda y exuberantes viñedos. A pesar de su elevada altitud, situada a casi 1000 metros sobre el nivel del mar, o quizás debido a ello, se ha convertido en un destino popular durante el verano para los residentes locales, quienes establecen aquí sus segundas residencias para disfrutar del frescor de las noches estivales, de los ríos que lo atraviesan y de la serenidad que caracteriza a este lugar soleado. Además, cuenta con una variedad de alojamientos rurales y restaurantes para satisfacer las necesidades de los visitantes.
Un pueblo con historia.
Caleruega, un pueblo con historia que se remonta a los años 912 y 940 de nuestra Era, emerge como un lugar significativo en esos años. El nombre de Caleruega, según los expertos en filología, proviene del latín "cabis", que hace referencia a la cal, un producto abundante en la zona. Un grupo de familias provenientes de Castilla Vieja (norte) o de Mozarabia (sur) establecen el poblado y forman un concejo.
La primera referencia histórica de Caleruega data del año 1062. En el año 1094, el nombre de Caleruega aparece en los archivos del monasterio de San Salvador de Oña. La historia de Caleruega da un giro trascendental hacia la fama y el protagonismo en 1170, con el nacimiento de Santo Domingo de Guzmán en esta localidad.
Santo Domingo se convierte en uno de los burgaleses más destacados, y el movimiento teológico y social que inició tuvo un impacto significativo en el pueblo. Antes de que pasara un siglo, el rey Alfonso X El Sabio creó un señorío político y espiritual en la villa para honrar al santo.
El rey visitó Caleruega y concedió privilegios, incluyendo un fuero, convento, villa y términos a la priora de las dominicas. El señorío de las monjas sobre Caleruega perduró hasta los cambios del siglo XIX. De aquel período quedan dos símbolos heráldicos: la torre de los Guzmanes y la picota de justicia.
Caleruega se mantuvo independiente de otras administraciones y así se muestra en el censo de 1591, cuando contaba con 90 vecinos y más de 400 habitantes. Se estableció un Centro de Estudios y Espiritualidad para los miembros masculinos de la Orden, y se restauraron la torre, la iglesia, el pozo y los claustros.
Se conservan el Real Monasterio de Santo Domingo de Guzmán, donde se encuentra la tumba de la Infanta Leonor de Castilla, hija de Alfonso X; el pozo de Santo Domingo, la Iglesia de San Sebastián, el Torreón de los Guzmanes y la Bodega de Santa Juana.
¿Qué visitar?
Convento de Santo Domingo.
Fue impulsado por el Padre Vicente Carro en 1952. En su interior se encuentra una casa de retiro espiritual que también funciona como una hospedería abierta al público.
Biblioteca Dominicana.
No es un museo, no se trata simplemente de un monumento, es mucho más que eso. Entre los muros de este convento relativamente nuevo, se guardan siglos de historia.
Bodega-Oratorio de la Beata Juana.
Se accede a ella desde la entrada del convento. Según la tradición, aquí ocurrió el milagro de la multiplicación del vino que la madre de Domingo repartía entre los pobres. Un relieve de alabastro, obra del escultor Andrés M. Abelenda, conmemora este evento. Es un espacio rectangular, con una bóveda sostenida por arcos de piedra, que formaba parte de la antigua bodega de la casa señorial. Es un lugar que invita a la oración y a disfrutar del silencio.
Exposición de esculturas del Padre Salas.
Salas ha dedicado su vida a la escultura, no hay duda al respecto. Basta con mirar desde lejos, acercarse y rodear cada obra para apreciar en toda su amplitud la grandeza de lo pequeño. Desde cualquier ángulo, la vista se desliza sobre los sutiles y dulces volúmenes que envuelven cada pieza, haciéndola destacar.
