Un ex JEMAD plantea una revolución en la Armada para que la fragata deje de ser la espina dorsal de la fuerza naval

El almirante general retirado Fernando García Sánchez apuesta por buques de proyección sobre tierra argumentando que la prioridad en la defensa se ha desplazado de las aguas oceánicas al litoral

Fragatas de la 31ª Escuadrilla de Escoltas de la Armada (Foto: Armada Española).
Fragatas de la 31ª Escuadrilla de Escoltas de la Armada (Foto: Armada Española).

La Armada española cuenta entre sus buques con 11 fragatas: seis de la clase ‘Santa María’ F-80, más antiguas, y cinco de la clase ‘Álvaro de Bazán’ F-100, las más modernas y punteras, mientras se desarrollan las F-110.

Estos buques participan en distintas operaciones nacionales e internacionales en las que está implicada la Armada, y para muchos se consideran la espina dorsal de las marinas de guerra, también de la española.

Confidencial Digital ha podido comprobar que la propia Armada ha publicado en una revista un artículo que aboga por dar un giro y dejar de considerar la fragata como buque nuclear de la fuerza naval. La opinión no la firma cualquiera, sino un almirante general, ya retirado, que llegó a ser Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD).

JEMAD con Morenés

Se trata de Fernando García Sánchez, almirante general (el empleo más alto de la Armada) retirado. Fue segundo jefe del Estado Mayor de la Armada y ocupó el cargo de JEMAD en los años de Gobierno de Mariano Rajoy y de Pedro Morenés como ministro, entre finales de 2011 y marzo de 2017, cuando María Dolores de Cospedal (nombrada ministra de Defensa en otoño de 2016) le relevó por el general de Ejército Fernando Alejandre, del Ejército de Tierra.

El almirante general retirado García Sánchez escribe con frecuencia artículos que se publican en ‘Cuadernos de Pensamiento Naval’, una revista que edita la Escuela de Guerra Naval, de la Armada.

El número 30 de esta revista, correspondiente al primer semestre de 2021, incluye un artículo del ex JEMAD García Sánchez sobre “La naturaleza de la guerra en la estrategia y en el combate”. Incluye una serie de reflexiones teóricas sobre los cambios que se están produciendo en el panorama geopolítico y en los conflictos bélicos.

Documentos estratégicos desfasados

El almirante general retirado lo tiene claro: las Fuerzas Armadas, en general, y la Armada en particular, tienen que acometer cambios de calado. “Podemos echar una ojeada a nuestro “Concepto de Empleo de las Fuerzas Armadas” y dentro del ámbito naval, al “Concepto de Operaciones Navales” y empezaremos a notar que comienzan a oler a naftalina”, llega a escribir.

García Sánchez insiste en que “nuestra estrategia debe reconocer la naturaleza actual de la guerra que no se refleja de forma correcta en sus definiciones clásicas y ajustar sus líneas de acción para que los conceptos operativos y de utilización de la Fuerza se adapten a unos intereses, desafíos y amenazas de hoy y con visión de futuro”.

Más allá de los documentos conceptuales, apunta que “necesitamos obtener capacidades más eficaces, más sostenibles, más flexibles y adaptar la organización y la forma de combatir a esta nueva situación”.

 

Prioridad al litoral

A su juicio, “las características únicas de la Armada de capacidad de despliegue, permanencia en zona, proyección y capacidad de cooperación con un mínimo impacto logístico, son factores que deberían explotarse para mejorar la prevención y el conocimiento del entorno marítimo y litoral”.

Añade que “las nuevas capacidades tecnológicas y los medios de operaciones especiales, en la Armada, la Fuerza de Guerra Naval Especial, e inteligencia tienen en las unidades navales, plataformas excepcionales para llegar allí donde se desee”.

Y asegura que la prioridad de la guerra naval, en el ámbito de la prevención, “deba desplazarse de la “zona azul”, aguas oceánicas, a la “zona gris”, litoral”. Es decir, que hay que dar más importancia a la acción de la Armada en el litoral que en aguas oceánicas más alejadas de las costas.

La fragata ya no debe ser el buque nuclear

Al hilo de esas consideraciones, el ex JEMAD se pregunta: “¿Podemos defender que, en este caso, el buque nuclear de una Marina de Guerra media debe ser la clásica fragata con capacidades antisubmarinas, antiaéreas y antisubmarinas?”.

Por contra, desliza si no habría que “evolucionar a un buque de proyección del poder conjunto sobre tierra, modular y flexible donde las capacidades prioritarias (de proyección en operaciones multidominio) deban basarse en una gran capacidad de mando y control, en unidades de control remoto, sensores electromagnéticos y de imágenes desplegables y medios de asalto aéreos y de superficie, pasando a un segundo plano sus capacidades prioritarias en el siglo XX (antisubmarinas, antiaéreas y anti superficie)”.

Tras estas preguntas que lanza, deja escrita un opinión más clara y directa: “En mi opinión, hoy no podemos defender que la fragata, tal como la concebíamos el siglo pasado, deba ser el buque nuclear de nuestra Armada”.

Buques de proyección sobre tierra

En lugar de la fragata, parece apostar por esos “buques de proyección del poder conjunto sobre tierra” como espina dorsal de la fuerza naval.

Cabe apuntar que actualmente el buque de la Armada que más se ajusta a esa propuesta es el portaaeronaves ‘Juan Carlos I’, el buque insignia. Puede cumplir misiones de buque anfibio, capaz de transportar a una Fuerza de Infantería de Marina para realizar un desembarco, apoyando a las operaciones en tierra; de buque de proyección de fuerza, transportando fuerzas de cualquier ejército a un teatro de operaciones; de plataforma eventual para la aviación embarcada...

Tras la ‘jubilación’ del portaaviones ‘Príncipe de Asturias’, el ‘Juan Carlos I’ es el buque de la Armada capaz de transportar ala fija embarcada (los aviones Harrier) y el que tiene mayor poder de proyección sobre tierra.

Si acaso, los buques de acción anfibia, el ‘Castilla’ y el ‘Galicia’, están diseñados para transportar tropas y vehículos y para operar con embarcaciones anfibias en el dique y con helicópteros en su cubierta de vuelo, y por tanto tienen como misión principal llevar a cabo operaciones anfibias, es decir, el desembarco de una fuerza naval en una costa.

Mayor integración en la acción conjunta

Otro de los giros que propone el almirante general retirado Fernando García Sánchez, lo deja de nuevo como pregunta en el aire: “¿Habrá que pensar que la mejor prevención contra la amenaza submarina, de superficie y aérea, no son ya las cortinas de sectores, los grupos de acción de superficie y las patrullas aéreas de combate sino el conocimiento del entorno, la inteligencia y la amenaza creíble y contundente, de carácter estratégico o táctico (targeting) sobre las bases navales, aéreas, terrestres y sus centros de mando y control y logísticos del posible adversario?”.

En otro punto de su articulo, este antiguo Jefe del Estado Mayor de la Defensa apuesta por redefinir los documentos estratégicos de las Fuerzas Armadas y de la Armada en la línea de “potenciar las capacidades de la Armada para integrarse en la acción conjunta poniendo en valor su flexibilidad (modo combate, modo crisis humanitaria), su capacidad de despliegue, proyección y su posibilidad de larga permanencia en zona, teniendo, una capacidad histórica y natural para las operaciones multidominio”.

Considera que “la clásica guerra naval se ve también zarandeada ante la necesidad de integrar las capacidades únicas de la Marinas de Guerra en estas operaciones multidominio, integradas y distribuidas, donde la zona litoral tiene prioridad sobre la oceánica”.

Por ello, de nuevo explica que “como en el caso de la prevención, no creo que el modelo de buque nuclear de nuestra Armada deba ser la fragata sino un buque de proyección con prioridad en su capacidad de integración en los sistemas de mando y de compartir su capacidad de targeting estratégico (no sólo de carácter cinético) en las operaciones en que participe”.

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