El estrecho de la muerte: el kilómetro 158 de la N-230. Nuestras carreteras están llenas de puntos negros y Fomento no hace nada

No quiero parecer trágico con este encabezamiento, sólo intento describir una situación que acabará en tragedia si alguien no lo remedia a tiempo.

La carretera que transcurre entre el túnel y Vielha, es muy peligrosa en su conjunto y por la estrechez de la calzada. Este peligro alcanza su cota máxima entre el Km.  158,5 y el Km. 159.

En este punto la vía tiene una anchura  de menos de 6 metros, no tiene arcén y el firme esta bacheado.  Además el precipicio es de vértigo.

Cada día circulan por este punto negro un mínimo de 600 camiones de gran tonelaje, un gran número de coches y autobuses. Los camiones al cruzarse deben plegar los retrovisores por falta de espacio.

Si la tragedia no la desencadena una colisión, lo hará el hundimiento del terreno. Ya el año pasado, el 25 de mayo, se produjo el deslizamiento de un trozo de carretera en el Km. 161, una zona menos crítica que la que nos ocupa, y que obligó a cortar el tráfico. Por fortuna no pasaba ningún coche en ese momento. Al igual que cuando el 11 de febrero de 2007 se derrumbó la entrada del túnel, tuvimos suerte y milagrosamente nadie quedó sepultado, debemos recordar que era un domingo a las 5 de la tarde y lo más normal es que a esa hora los coches dejen el valle en caravana.

Nos han dado dos avisos. ¿Cuántos muertos tenemos que poner sobre la carretera para que se activen las conciencias críticas de dentro y fuera del Valle?  ¿Nos ponemos a trabajar o esperamos a ver si a la tercera va la vencida? Señores políticos, sus palabras y sus discursos sólo provocan dolor de cabeza, necesitamos de ustedes trabajo, agilidad en la gestión, y eficacia, no palabras.

Cuando ocurra un desastre, que bien podría ser que un autobús cargado de pasajeros se despeñe, entonces aparecerán todos los políticos con cara de responsable consternación a lamentar la desgracia, harán grandes declaraciones para mostrar su profunda preocupación, competirán por demostrar quién lo siente más. Acto seguido se harán la sesión de fotos de rigor para que quede constancia de la gran labor que realizan en beneficio de los ciudadanos. A continuación se irán a comer a alguno de los excelentes restaurantes de la Val d´Aran, pagando como siempre el contribuyente.

Mientras tanto, los familiares de las víctimas, cansados de tanta hipocresía, sin comer, quedarán con su luto, su dolor y sus ausencias irreparables.

Nos dicen que no hay presupuesto, pero bien que lo encuentran para trufar de radares nuestras carreteras, siendo su principal objetivo el de seguir esquilmando las ya maltrechas economías de los contribuyentes, que encima los mantienen. ¿Cuanto ha costado el “pionero” sistema de radares instalado en el propio túnel, basado en el control de velocidad a través de unos lectores de matrícula instalados en la entrada y salida de la galería? Y que decir de la cantidad de millones que se dilapidan en publicidad y rótulos tras los que pretenden disimular su ineficacia.

El derroche en rótulos del Plan E ha sido una vergüenza, ¿cuantas carreteras se habrían podido acondicionar con los 46 millones de euros que han gastado en ellos? Clama al Cielo el gasto de Ministerios, cuando menos, de dudosa utilidad.

El paso de los mismos camiones por el centro de Vielha, Aubert, Bossost y Les, con velocidades muchas veces inadecuadas, es otro motivo de seria preocupación.

Hace 10 años hice la misma denuncia y todo sigue igual de mal, con más riego si cabe. Está visto que en este país los proyectos se realizan por aburrimiento, no por capacidad de gestión y agilidad en la misma, esperemos que no suceda nada, pero si no fuese asi, esta será una masacre anunciada y denunciada.

Cambiando de tema, los pasos de peatones cuando nieva y se tira sal se hacen intransitables, ¿a nadie se le ha ocurrido tratarlos con un producto que sea realmente antideslizante?

Cada vez trabajamos menos y pensamos menos, así se acaba perdiendo el hábito. A fuerza de ver que las cosas no funcionan, ya nos parece algo normal. La sociedad está sumida en un inconsciente aborregamiento.  ¡Qué pena!