Subir a los altares, más difícil

El Vaticano introducirá una mayor severidad para proclamar santo o beato a un fiel, garantizando más estrictamente su fama de santidad.

La santidad, esa condición por la que un alma sube a la cima de su encuentro con Dios, está hoy, como lo ha estado siempre, al alcance de cualquier creyente. Si, con todas las garantías por parte de Dios que no deja de sostener a quien se lo ha propuesto con gracias innumerables elevándolo por encima de su humanidad hasta hacerse uno solo con Él.

Pero en la actualidad la santidad no es meta que atraiga y sin embargo, qué dulce es vivir esa posesión por parte del Jesucristo, Belleza inefable, que separa del alma todo lo que la perturba devolviéndole la paz antigua del que no conoció el pecado.

 

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