Violencia doméstica

Es necesario y urgente el abandono del permisivismo y el relativismo ético con que educamos a nuestra juventud, tanto en casa como en la escuela, si de verdad queremos acabar con la violencia doméstica.

Día sí, y el otro también, nos desayunamos con algún lamentable episodio de violencia doméstica. Creo que el problema trasciende las propias relaciones de pareja, o que sea fruto exclusivo de una cierta prepotencia machista ante el género opuesto.   Por ello no creo que se solucione con una ley de discriminación positiva ni agravando las penas para los que ejerzan esa violencia. Lo demuestra el hecho que no haya disminuido la misma a pesar de la entrada en vigor de dicha ley. La mentalidad hedonista propia de nuestra sociedad tiene como consecuencia, entre otras, la falta de espíritu de sacrificio y el no estar preparado para aceptar las contradicciones. Y la concepción sentimentalista del amor, que es la que hoy predomina, subordina la razón a la sensibilidad en las relaciones de pareja. Todo ello está muy relacionado con el subjetivismo moral que relaciona el bien y el mal a lo que agrada o contraría.   Por todo lo cual, es necesario y urgente el abandono del permisivismo y el relativismo ético con que educamos a nuestra juventud, tanto en casa como en la escuela, si de verdad queremos acabar con la violencia doméstica. Y también con la violencia escolar, pues ambas tienen el mismo origen.

 

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