Albacete y su Feria (1627-2023) : un reflejo de los valores occidentales

Es desconocida y poco reconocida la repercusión histórica que para Albacete tuvo la concesión por Felipe V del privilegio de «franca» a su feria. La España del siglo XVIII estaba en tránsito entre la gloria militar de un Imperio herido a un reino ilustrado, barroco y racionalista, con serios problemas económicos y deficiencias sociales.
En el escenario internacional, la guerra de Sucesión entre Borbones y Austrias costó la pérdida de las provincias de Flandes, territorios en Nápoles, Milán y Cerdeña, dados a Austria; Sicilia y parte del Milanesado a Saboya y la cesión a Inglaterra de Gibraltar y Menorca.
En el doméstico, el cambio dinástico introdujo esperanzados proyectos ilustrados que entre muchos, resalto, el saneamiento económico del reino. Una estrategia económica poco conocida, pero relevante en su contexto histórico y en las costumbres derivadas del Fuero Juzgo y Las Partidas, fue el auto firmado por el rey en 4 de diciembre de 1705, declarando:
«[…] quienes fundasen fabricas estarían en el favor real, sin que el manejo de dichas fábricas fuese obstáculo para conservar o alcanzar la nobleza o para ostentar cualquier carácter que tuviesen los hijosdalgo de Castilla […]».
Quizás fue la respuesta a la suspensión de pagos del Estado declarado en 14 de octubre de 1704 o muy probablemente a un impulso innovador que la nueva dinastía real quiso imprimir para modernizar un imperio unido solamente por la religión y por la corona. Un gran reino con regímenes tributarios diferentes y con asambleas territoriales y privilegios distintos, que restaba eficiencia política y económica y que constituía un freno a los avances sociales de toda la nación.
En 1749 comienza la construcción de los primeros «caminos carreteros».
Hasta esa fecha no existían vías de comunicación entre núcleos de población. Los caminos causarán, que villas, aldeas y cortijos abandonen el autoabastecimiento generado por la incomunicación: las carretas, coches de colleras, galeras y calesas, constituían la logística necesaria para crear comercio e industria.
A finales del siglo XVIII se amplía el camino real Madrid —Valencia. Atraviesa la villa por las calles de los Baños, Tinte, Plaza de Carretas y Santa Quiteria.
Es destacado por autores lo excelente de la vía, mejorada en 1761, a su paso por Albacete. Tráfico de bienes y tráfico de personas, sometido este a imperativos administrativos de regresar el mismo día a plena luz o de presentar fiador o vecino en la localidad a donde se dirija que respondiera de su conducta.
Las ferias o mercados eran una oportunidad única para el comercio, precursores mercantiles que producían riqueza e intercambio cultural entre villas. Tributaban a la Corona.
—Feria franca de Albacete.
Sin embargo, las llamadas «ferias francas», eran un privilegio o merced real que exoneraba la contribución a la Corona. Por ello, la concesión del privilegio real de franca a la de Albacete, dado por Felipe V el 6 de marzo de 1710, constituyó un hecho sobresaliente, no solo religioso y comercial, sino también social, por las interacciones que se producían entre personas de diferentes localidades.
Como recoge la Real Provisión confirmatoria de 3 de agosto de 1716, sancionada, a su vez, por la de 7 de septiembre de 1761, se mandó que no se exigiera ni llevase maravedís ningunos ni otra cosa a los comerciantes y mercaderes que concurrieran a la Feria con sus géneros y mercancías por razón de permiso, licencia o postura de los géneros que fuesen a vender a ella ni sobre ello se hiciera causa a dichos comerciantes ni vejación de que tuvieran justo motivo.
La importancia local y la relevancia económica en general de nuestra Feria franca es recogida por Pérez García, comparándola con la de otras villas y ciudades; permitió a la villa triplicar sus beneficios en pocos años.
El comercio de la feria lo constituía el ganado, tanto mular como lanar, granos, legumbres, quincalla, loza, tejidos varios, lino, cáñamo, esparto, navajas, cuchillos, puñales y especias tanto nacionales como extranjeras.
La concesión de la merced real obedeció a dos causas:
Primera, la adhesión inmediata del Ayuntamiento al nuevo monarca en 5 de diciembre de 1700: Nada más hacerse público el testamento de Carlos II, se ordenó fijar edictos para conocimiento de todos los ciudadanos y soltar la campana del reloj. No mucho más tarde, se aportaría ayuda financiera y de milicia frente a la pretensión de archiduque Carlos de Austria.
Segunda, la devoción a Ntra. Sra. de Los Llanos desde tiempo inmemorial.
El culto a nuestra Patrona es previo a la dominación árabe. Simón Pardo afirma que la Virgen fue escondida por los cristianos de lo que hoy es Albacete cuando España fue invadida por los árabes en el s. VIII. Olvidado el escondrijo por la erosión de los siglos, se halló, después de la reconquista, en un paraje conocido como «Los Llanos».
Brevemente, sobre el origen de la talla mariana, Sánchez Ferrer, con remisión a Villalba y Córcoles en su Pensil del Ave María de 1730, expone la conexión de Ntra. de Los Llanos con el apóstol Iacobus o Santiago, llamado «el Zebedeo».
Si a este relato nos atemos, y no hay razón documentada que lo impida, el origen de la imagen y su culto posee una entidad histórica y religiosa de magnitud. Sánchez Torres, lo completa trascribiendo una tradición referente al hecho de su descubrimiento: «[…] el labrador que halló la imagen la llevó a su casa, pero la figura volvió al lugar del hallazgo y así dos veces más. Informado el clero, se interpretó el suceso como signo claro del lugar en donde debía edificarse la ermita […]».
Este hecho, legado de la tradición, es recogido en el Misal del 50.º aniversario de la Coronación de la Virgen de Los Llanos, celebrado en 2006 en Albacete, en el parque de Abelardo Sánchez. Hay que aclarar que la actual imagen no es la originaria, la que se exhibe se ha datado, según Sánchez Ferrer, en el s. XVII; presenta rasgos del barroco español.
—Arquitectura del recinto ferial.
Se edificó una ermita en el lugar del hallazgo en 1627, en un paraje llamado «Los Llanos», visitada por multitud de fieles, dada su fama de milagrosa, que se extendió por provincias hoy, lindantes con la de Albacete, e incluso en Guadalajara.
Los pp. franciscanos construyeron un Convento en 1672 contiguo a la ermita, colocándola en una capilla al efecto construida. Los Llanos, por aquel entonces, era un cruce de caminos que, según Santamaría, pertenecía al término municipal de la villa de Chinchilla hasta que pasó a Albacete entre 1568-1569.
El monasterio convertido en custodio de la imagen sacra junto a la afluencia de fieles originó un mercadillo antecedente de la actual feria.
Trascurrido el tiempo, las diferencias entre los franciscanos y el Ayuntamiento de Albacete sobre la ubicación de la feria, patentizaron un conflicto resuelto por el Supremo de Castilla a favor del Concejo municipal. Decisivo en este pleito fue la intervención de Pedro de Cantos, que además construyó unas lonjas en los «ejidos» o «eras» del paraje de su propiedad llamado de Santa Catalina. La plaza Mayor no ofrecía espacio suficiente: En Santa Catalina se celebrará la feria de modo definitivo desde 1783.
No obstante, las romerías populares seguían celebrándose en Los Llanos. Según García Saúco, tras la desamortización de 1836 se expropio el convento y el Ayuntamiento de Albacete reclamó para sí, la imagen y sus pertenencias, que fueron depositadas en la Iglesia de San Juan Bautista, en una hornacina colocada en el retablo barroco del altar que desapareció.
El Ayuntamiento adquirió las lonjas construidas por Pedro de Cantos y pretendió su reforma a través de un proyecto arquitectónico realizado por Lucas de los Corrales y Ruiz, en 1771, que no llego a construirse. Fue en 1783 cuando se ordenó al maestro arquitecto Josef Jiménez la construcción del edificio ferial – el que podemos ver hoy— concluyéndose en 1784, esta vez bajo la dirección del arquitecto Antonio Cuesta.
El coste de la obra ascendió a 107.783 reales y 5 maravedís.
El tipo de arquitectura responde a la de los grandes mercados del siglo XVIII, de tipo cerrado y con casetas en el interior. De este estilo se construyeron en Italia del norte, en el Véneto, Crema y Verona y en el Milanesado, Bérgamo. Fuera de Europa, en la Puebla de los Ángeles (actualmente Los Ángeles, California, EE. UU.) y en Potosí (Bolivia). Siguiendo a Bonet Correa, se cree que existía un busto de Carlos III en la puerta central.
La imagen mariana desde entonces se trasladará cada año desde la catedral de San Juan Bautista al recinto ferial.
En 1875 se creó la Asociación de la Virgen de los Llanos, siendo honrada con el título de «Real» por merced de Alfonso XIII en 1917.
—Epílogo
En conclusión, la Feria de Albacete en honor a Ntra. Señora de Los Llanos es más que una feria gastronómica, que ofrece platos de nuestra cocina castellana; es más que un acto que invite a degustar los cuidados y elaborados vinos que se extraen de estas tierras, con matices y texturas, muy personales, que gustan a todos.
Esta Feria es el símbolo de una ciudad que durante siglos ha luchado para conseguir y mantener a su Virgen, perdida y encontrada, escondida y hallada, y reconocer en todas esas vicisitudes algo grande y algo propio.
Pocas cosas hay en esta tierra con tantos siglos vividos y que se viven todavía y ante esta contundencia temporal surge una reflexión … ¿Cómo proteger lo propio frente a ideas que penetran en las gentes a través del relativismo sobre la verdad y a través del escepticismo sobre el valor de las tradiciones que singularizan a un pueblo?
Posiblemente protegiendo lo histórico de esta celebración, recordando la causa que la originó porque, como dice Tom Holland en su libro «Dominio» la huella del cristianismo en la civilización europea es tan profunda que ha pasado a estar oculta sin ser reconocida por muchos. Es decir, se ha mimetizado en lo cotidiano del hombre sin que éste logre distinguirlo.
Tan oculto que no reparamos en la circunstancia de que durante más de tres siglos esta Feria de Albacete sigue celebrándose, año tras año, abierta y acogedora a viajeros, amigos y extraños con un afecto, cercanía, bondad y buena voluntad que solo los albaceteños saben brindar en estas ocasiones tan especiales.
La Feria es una buena muestra de lo que significa vivir en Occidente y nos muestran los valores que imprimen una determinada forma de ser, de sentir, modos de vida que nos definen y singularizan. Encontramos libertades que son imposible de disfrutar en muchos lugares del mundo, pero también hallamos escepticismo y rechazo hacia todo cuanto suponga tradición sin mostrar otras opciones que garanticen ese estatus de progreso.
No se repara en el diagnostico hecho por el prof. -dr. Shiraz Maher, investigador principal de filosofía política de los movimientos salafistas-yihadistas del King's College de Londres cuando declara que Occidente es muy tímido en la defensa de sus valores porque no tenemos confianza en ellos y la gente se siente incomoda. Muy distinto con lo que ocurre en el Estado Islámico que se sabe exactamente lo que representa y lo que persigue. Esa certeza, alega el profesor, es increíblemente seductora.
Estos hechos nos invitan a disfrutar de una manera más consciente y realista esta festividad centenaria que tanta prosperidad genera en nuestra ciudad.