Arte y belleza

Sr. Director:

“Del arte se afirmó una vez que sirve a lo bello y que lo bello, a su vez, es splendor veritatis, el esplendor de la verdad, su luminosidad interior. Hoy en día, sin embargo, en la mayoría de los casos el arte ve su tarea suprema en desenmascarar al hombre como un ser sucio y asqueroso” (Benedicto XVI). Efectivamente, desde hace ya bastantes decenios, se pretendió divorciar el arte de la belleza. No fue un intento vano, al contrario, fue un logro conseguido. Sin embargo, a la vez, fue un rotundo fracaso: ese pseudo-arte pasó a una fase de mediocridad e invadió todos los aspectos: perdió la belleza, perdió el esplendor y perdió la luminosidad interior. ¿Qué queda, pues? ¿Arte?

Ya a finales de la década de los sesenta del siglo pasado surgió el arte conceptual, que restando importancia a la obra de arte en cuanto objeto material o resultado meritorio de una ejecución, hace hincapié, en cambio, en el concepto o idea del proceso artístico. Toda una filigrana de equilibrios para concluir que el único con capacidad para valorar la obra de arte es el propio artista. Y naturalmente el artista no va a reconocer que su obra es una mediocridad, pero el gran público sí porque ignorará a ambos.

Volvamos, pues, al inicio para profesar que el arte, el verdadero arte, precisa despertar la belleza, el esplendor de la verdad y, en consecuencia la luminosidad interior. Y así, una obra de arte será capaz de ensalzar, exaltar y engrandecer la capacidad de admiración.

Juan Antonio Narváez Sánchez
Madrid

 

Video del día

Detenida en Madrid una kamikaze borracha y
con un kilo de cocaína en el maletero
Comentarios