Hurto de la soberanía popular

Sociedad.
Sociedad.

Según el “abc” del poder popular, este reside en el Pueblo. 

¿Tenemos consciencia del peso y valor de dicha afirmación?.

También en ese “abc” aparece claro que todos a la vez no podemos mandar, aunque se nos reconozca el poder de hacerlo. Por eso hemos convenido organizarnos, para evitar un jaleo ingobernable, bajo una Norma, base de las demás, y que configura la forma en que se ejercerá esa soberanía popular. Dicha Norma constituyente tomó el nombre, como parecía lógico esperar, de Constitución. Y en ella se articularon, delegados del Pueblo obviamente, tres Poderes:  el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. Dicha articulación, para funcionar correctamente, debería ajustarse a su diseño y guardar el conveniente equilibrio para no descoyuntarse. El Rey, como Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, dispone de la potestad arbitral y moderadora para reducir las luxaciones que el ejercicio desmedido de dichos poderes pudiese generar, y para lubricar dicho engranaje en orden a mantener su correcto, o democrático, funcionamiento. Simultáneamente,  todos, del Rey al último ciudadano, e instituciones, están sometidos a la Ley.

¿Cómo interpretar entonces que el poder ejecutivo y el legislativo se levanten, llenos de rabia e indignación, contra el judicial por ejercer su competencia de determinar si una disposición incumple o no la Constitución?

En mi opinión, la respuesta a esta pregunta no puede desligarse de otras, previas y muy interesantes, para la comprensión del fenómeno: ¿Cómo es que no se alarman ni se inmutan ni el gobierno ni los parlamentarios, erigidos en la encarnación del poder del Pueblo, y elegidos por este en función de lo que les prometieron en campaña que iban a hacer, por el hecho de realizar lo contrario de lo que prometieron, o lo que les de la gana, una vez que obtuvieron su escaño?, ¿que sigan la consigna de su líder, todos a una, como en Fuente Ovejuna, ignorando los intereses de los ciudadanos de sus circunscripciones respectivas?. ¿O es que no les votaron para ejecutar su mandato? ¿Merecen considerarse representantes legítimos del Pueblo? Este comportamiento, ¿no constituye una verdadera usurpación del poder del Pueblo, un hurto de su soberanía?

Parecen abundar los que asumen como propia, y se quedan tan a gusto, la descarada afirmación del destacado socialista Tierno Galván sobre que “las promesas electorales están para no cumplirse”. Queda dicho todo.

¿Habrá entendido el Pueblo quién quiere retener su poder?...

Si el que puede no lo tienen claro, salga de dudas: ¡ponga las urnas!.

Si lo ve nítido, aproveche, desoiga una vez más su palabra. Queda comprendido.

 

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