La dorada senectud

Es necesaria todavía en esta sociedad impetuosa de grandes logros y conquistas

Sociedad.
Sociedad.

Sr. Director:

La senectud llega inexorablemente, es un hecho comprobado y palpable. La actual crisis espiritual y humanista de la sociedad ha llegado a considerar como un problema prioritario la ancianidad. Esto manifiesta la pobreza de espíritu por parte de una civilización, así como un desprecio total hacia aquellas personas que con su actividad diaria llevaron adelante a una familia, a una sociedad y a un mundo tal como el presente.

Existen muchas actividades y comportamientos en los que todavía los mayores y los ancianos pueden ser una referencia para la sociedad actual: Tiempo familiar, para ayudar a los hijos y a los nietos con su amplia experiencia, con su diálogo; es como ejercitar una nueva maternidad y paternidad. Tiempo de acompañamiento, de comprensión y de ayuda física y moral, y cuántas veces también de ayuda económica. Tiempo para transmitir y aprender tantos valores y virtudes que en sus jalonados años han adquirido, una visión serena y apacible de la vida sin tanto ruido ni inquietud social. Tiempo para mostrar la continuidad en el amor a la vida, a la familia, a los amigos… Pero hay un aspecto, humano y sobrenatural, que la sociedad y la familia actuales deben a sus mayores y es la virtud de la piedad, esa admiración, esa atención, esa unción llena de devoción y gratitud en los momentos decisivos y últimos de la existencia donde la palabra PAZ encierra su auténtico y verdadero sentido.

Sí, la dorada senectud nos es necesaria todavía en esta sociedad impetuosa de grandes logros y conquistas, pero sin la mesura de la contemplación de un horizonte embellecido por el declinar del ocaso de la luz del sol.

 

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