La Pureza, deber moral

Puede resultar raro hablar de la santa pureza,  ¿verdad? No sé si los más  jóvenes habrán oído algo.  Antes, se insistía tanto, que pareciera no haber otros pecados. Hoy se habla   de “pederastia”..., y se exagera incomprensiblemente si no fuera conocida la malévola intención, cuando del clero se trata.

Existe y existirán los Diez Mandamientos de la Ley de Dios, inscritos en el corazón humano y no sólo en la letra de la Biblia. El más olvidado, ahora, quizá sea el sexto. Un pansexualismo se va colando en la sociedad, y hasta pretenden, desde la autoridad, sexualizar a los niños en la escuela desde la más tierna infancia, con claro desprecio a la patria potestad de los padres. Asmodeo, el espíritu de la lujuria, listo para que no se guarde la pureza, parece andar suelto.

La castidad propia de nuestro estado de vida ( solteros, casados, viudos) es un deber moral. “No fornicarás”, se decía; ahora, se traduce: “no cometerás actos impuros”. Ninguna autoridad podrá, válidamente, alterar uno solo de los Mandamientos de la Ley de Dios, porque nadie está sobre la autoridad divina, que los ha decretado para  provecho de todos. Jesús afirmó: “No he venido a suprimir la Ley ni los Profetas,  sino a darles su cumplimiento” (Mateo 5:17). No es imposible cumplirlos: como se le dijo a San Pablo: “Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad” (Corintios 12, 7-10), y Dios no la niega a  quien se la pide.

Guardar los mandamientos es la prueba de nuestro amor a Dios. Leemos: “Si guardáis mis mandamientos, permanecéis en mi amor”( Juan, 15, 10); además, trae bendiciones:  ( Apocalipsis, 22, 14).    “Quien los cumpla y enseñe  será grande en el Reino de los cielos” (Mt. 5, 19). Los Mandamientos son esenciales para nuestra salvación, sin olvidar la Misericordia Divina, pues Dios siempre está dispuesto a perdonar a quien se arrepiente y le pide perdón de verdad aunque sea en su último instante de vida.

Evoco al joven rico, que  preguntó a Jesús qué tenía que hacer para heredar la vida eterna. El Señor fue claro: “Cumple los Mandamientos” (Mateo, 19, 16-30).

Josefa Romo Garlito

 

 

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