Los riesgos para Occidente del “estado de emergencia” decretado en Canadá

Manifestación de antivacunas contra las restricciones del coronavirus en Toronto, Canadá (Foto: GILES CAMPBELL / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO - Only For Use In Spain).
Manifestación de antivacunas contra las restricciones del coronavirus en Toronto, Canadá (Foto: GILES CAMPBELL / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO - Only For Use In Spain).

Resulta muy chocante ver cómo en Canadá se han deteriorado los derechos fundamentales y las libertades públicas en los últimos días. Parece mentira que en una Nación tan liberal y avanzada se haya producido un proceso de involución tan acelerado y coercitivo.

El “liberal” Justin Trudeau, con la aplicación del “Emergency Act”, ha dado un giro definitivo a la forma de hacer política en su país y, quizá también, ha fijado una senda que a los occidentales en general y a los españoles en particular nos debería de alarmar, y mucho.

Como jurista y analista internacional estoy horrorizado por la respuesta represiva dada por un presunto “Estado de Derecho” como es Canadá, a una concentración pacífica y festiva de miles de canadienses en legítima defensa de sus intereses. 

El Estado Canadiense ha decretado las siguientes medidas contra los que se han manifestado:

-- Congelamiento de las cuentas bancarias de personas y empresas

-- Suspensión de los seguros de cobertura por accidentes y contingencias varias de los camiones que han participado en las protestas

-- Retirada a los manifestantes de la “patria potestad” de los menores que acompañaban a sus padres a los lugares de concentración

-- Prohibición de proveer combustibles a los camiones de los manifestantes

-- Detenciones masivas (de momento 200 personas) de manifestantes pacíficos

 

-- Penas de cárcel de hasta cinco años por manifestarse

-- Inmunidad absoluta para todos aquellos que adopten las medidas coercitivas autorizadas por el Estado 

-- Uso de material antidisturbios inédito en Occidente para disolver las manifestaciones pacíficas (granadas anticoncentración, misiles sonoros, sprays de pimienta, etc…)

Trudeau no ha querido negociar con los concentrados, ni escuchar sus legítimas protestas; ha optado por hacer una demostración de fuerza contra su propio Pueblo, en particular contra un sector, como el de los Camioneros, que tanto bien ha hecho a su Nación durante la Pandemia, garantizado las líneas de suministros y abastecimientos en los momentos más difíciles. Las imágenes de brutalidad policial exceden con creces las vistas contra personas en cualquier Democracia; hemos visto los palos, hemos visto las agresiones, hemos visto las patadas, hemos visto los asaltos a propiedad privada, lo hemos visto y lo hemos leído.

Lamentablemente, mucho me temo, que la experiencia canadiense venga para Europa Occidental y para España, lo hemos visto en otras Naciones también; el poder, tras la Pandemia, en vez de buscar su propio autocontrol y moderación, está ensoberbecido en una falsa autolegitimidad, y no dudará en hacer uso de la violencia, como ha pasado en Canadá.

Debemos de tener mucho cuidado en evitar estas prácticas autoritarias en el ejercicio de la responsabilidad política en Occidente; los camioneros canadienses no han matado a nadie, disfrutan de las simpatías mayoritarias de la población, y han puesto sobre la mesa cuestiones de gran controversia social que al menos merecen ser escuchadas y debatidas; si el poder sólo es capaz de ofrecer palo en esta situación que observe en la Historia las consecuencias de este actuar tan irresponsable.

Guillermo Rocafort

Historiador y Analista Internacional

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