¡El derecho ha muerto! ¡Mi capricho es ley!

Según criterios autorizados, el Constitucional ha sobrepasado sus atribuciones al dictar una sentencia en la que se otorga un derecho no recogido por la Constitución española: el de matar a un ser vivo, humano, en el cuerpo de la madre.

Al desprecio absoluto del conocimiento científico, que hoy no admite duda, añade la demolición de la piedra angular en la que se asienta la ciencia jurídica: el derecho a la vida.

Un hecho que se revela de suma gravedad y trascendencia, aún sin entrar en  consideraciones de orden ético y moral, que no son el objeto de este artículo.

Ese tribunal concede la facultad de eliminar al hijo  únicamente a la madre. Ignora por completo al padre de la criatura, que nada puede decir sobre la vida de su propio hijo. Nuevamente se manifiesta la pretensión de debilitar al varón, tantas ocasiones denostado en su virilidad o sufriendo la promoción de su afeminamiento, que ve reducirse a la mínima expresión su derecho de paternidad, cuando no se le despoja de el, como es el caso.

¿Dónde tienen origen estos derechos?. El de vivir, si tienes antigüedad de catorce semanas y un día; y el de que maten si llevas uno menos? ¿Cuántos caerán a la bolsa de basura por falta de precisión ginecológica, por pura indiferencia o por interés?...

Un fabuloso retroceso a la ley de la selva, en la que el matón impera y su capricho se vuelve ley.

Cuando se empezó a presionar en España para introducir la ley del aborto, se siguió el procedimiento habitual empleado para mentalizar a la opinión pública: de la compasión a la imposición. Así, se plantearon inicialmente los casos escasos, aunque extremos, del peligro para la vida de la madre, por ejemplo. Pedían una despenalización, toda vez que nadie podía ser obligado a entregar su vida por otro, aunque fuese su hijo. También en casos de deformación o violación. Como dije anteriormente, no entro a razonar aspectos ético-morales, simplemente apunto que, tampoco en estos supuestos, es aceptable quitar la vida a un inocente.

Ahora, en España, se puede destruir impunemente el embrión humano, con motivo o sin el, en el  tiempo que arbitrariamente ha establecido el legislador, las veces que apetezca, y cuyo coste hemos de asumir todos, nos guste o no.

Hace trece años, el Partido Popular presentó recurso ante el Constitucional contra la ley recientemente avalada por este. Pero, hoy el PP de Feijóo ve correcta esta decisión para la España actual. “Por sus obras los conoceréis”. Y no es propio del racional desconocer.

 

En los crímenes no sólo tienen responsabilidad los autores, sino también los cómplices y los encubridores. De la sangre del inocente responderán todos ellos. Pero hemos de saber, que la sangre de tantos cientos de miles de vidas humanas clama justicia por la denegación de auxilio que, como sociedad, practicamos con ellos, una y otra vez.

No crean que hemos tocado fondo. El egoísmo endiosado pedirá más y más sacrificios. Su apetito voraz nunca se sacia. Y si hubiese revuelo, nos volverán a engañar con que son efectos no deseados, por más que estén anunciados.

Me pregunto con preocupación, ¿encontraremos donde ponernos a salvo de nosotros mismos?

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