Así se trabaja en las cárceles españolas para evitar la radicalización de presos yihadistas

Hay 89 condenados por terrorismo islamista y les enseñan castellano, empatía, interpretar de forma moderada la religión…

Un presunto yihadista siendo detenido.
Un presunto yihadista siendo detenido.

En las cárceles españolas duermen actualmente 89 internos condenados por delitos relacionados con yihadismo. Y son objeto de una atención singular.

Mediante la aplicación de protocolos de actuación específicos, desde Secretaría General de Instituciones Penitenciarias se intenta evitar que, durante su estancia en prisión, se radicalicen aún más. Y también que algún grupo de internos islamistas intente captar a otros reos.

Cinco acusados por intentar captar a un preso

Hace cuatro días, la Audiencia Nacional sentó en el banquillo de los acusados a cinco yihadistas acusados de “comerle la cabeza” a otro interno del centro de Castellón II para que se uniera a ellos.

Según declaró el afectado en la primera sesión del juicio, los terroristas le recriminaban que escuchara música y que llevara pantalón corto, porque se trataba de comportamientos “de infieles”. 

Además, le intentaban convencer para que preparara atentados en España y en Marruecos. 

Según la Fiscalía, el objetivo de los cinco acusados integrantes del grupo era mantenerse “fuertes y unidos” para conseguir sumar nuevos adeptos. Los acusados de adoctrinamiento se enfrentan hasta 12 años de prisión.

Objetivo: reeducación y reinserción social

Hace poco más de un año, según publicó El País, el Ministerio del Interior detuvo, en cuatro operaciones antiyihadistas desarrolladas en las cárceles, a seis presos que intentaban atraer a otros reclusos a postulados extremistas.

La Administración Penitenciaria, además de garantizar la retención y custodia de preso durante el cumplimiento de la pena, tiene obligación de propiciar un conjunto de actividades para conseguir la reeducación y la reinserción social de los condenados. De forma que el interno, cuando cumpla su condena, pueda volver a la sociedad con la capacidad y la voluntad de vivir respetando la Ley penal. 

Un ambiente hostil

Según reconoce un documento del Ministerio del Interior consultado por Confidencial Digital, el ingreso en prisión de una persona supone la en un ambiente hostil, donde el interno puede sentir la necesidad de formar parte de un grupo que le proporcione apoyo y seguridad física. 

 

En el caso de los condenados por yihadismo, buscan afinidad con personas del mismo origen, nacionalidad, religión o cultura.

Con este tipo de presos, según manifiesta el escrito, es necesario abordar estrategias específicas debido a la peligrosidad del reo y a su potencialidad para atentar contra la convivencia y la libertad de los ciudadanos. 

Pedir perdón, repudiar la violencia…

Para que puedan acceder a beneficios penitenciarios, el Código Penal establece que los condenados deben primero pagar la responsabilidad civil que les imponga el juez, pedir perdón a las víctimas y repudiar la violencia.

Con el fin de evitar que este tipo de presos radicales intente reclutar a otros internos para su causa, se lleva a cabo un programa de separación en diferentes Centros Penitenciarios. 

También se trabaja con internos ya radicalizados, a fin de ofrecerles ayuda para superar los planteamientos que robustecen su ideología y evitar que capten a los más vulnerables. 

Alianza terapéutica

Los presos por yihadismo son incluidos en FIES, es decir, Ficheros de Internos de Especial Seguimiento, y se les clasifica en tres grupos: A, B y C.

Los internos del grupo A están condenados por pertenencia o colaboración con grupos terroristas con un fuerte arraigo de valores e ideología extremista, amparados, a su vez, por organizaciones terroristas activas.

Para este grupo se lleva a cabo un tratamiento de carácter intensivo, individual y de continuidad temporal. En este sentido, según el documento, cobran una gran relevancia los funcionarios de vigilancia y se concede especial importancia a la creación de una sólida alianza terapéutica con el interno. 

Respecto a este grupo, y en base a lo previsto en el artículo 72.6 de la Ley Orgánica General Penitenciaria, es fundamental inculcar al reo el rechazo de la violencia. 

Asimismo, es imprescindible ayudarles a mejorar su capacidad empática, lo mismo que enseñarles los principios y valores propios de la convivencia de un Estado democrático de derecho.

Mejorar su capacidad empática

Los del grupo B son presos con actitudes de liderazgo que facilitan el desarrollo de comportamientos extremistas y radicales entre el resto de la población reclusa. 

Llevan a cabo una tarea de adoctrinamiento y difusión de ideas radicalizadas sobre los demás internos, recurriendo para ello a la presión y la coacción. 

En el grupo C se encuentran los radicalizados o en proceso de radicalización extremista pero con un menor nivel de riesgo de cara al proceso de captación. Asumen un papel más pasivo, aunque han manifiestan actitudes de desprecio hacia otros condenados, no musulmanes o musulmanes que no siguen sus preceptos.

Ayuda de imanes moderados

Para los internos de estos dos grupos se lleva a cabo un tratamiento conjunto. Se busca ayudarles a mejorar su capacidad empática, fomentar la autonomía personal, ayudarles a mejorar su autoestima y a superar las actitudes extremistas que les han llevado a la justificación de la violencia, dentro de una perspectiva psicosocial.

Común a los tres grupos, se les enseña a promover una interpretación moderada de la religión, alejada de perspectivas extremistas.

Para esto último, cuentan con la ayuda de imanes moderados al amparo del Convenio que tiene firmada la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias con la Federación Islámica. 

Asimismo, se facilita el aprendizaje del español, la integración cultural y se les ayuda a mejorar su situación educativa.

Intento de asesinato de un funcionario

La semana pasada, en la prisión de Murcia, un condenado causó un corte en el cuello a un funcionario utilizando para ello chapa de un envase metálico. 

Los profesionales aseguran que el atacante es un condenado por yihadismo, pero Instituciones Penitenciarias ha dado su versión, matizando que no se trata de un yihadista, sino de un interno en prisión por delitos comunes, clasificado eso sí en segundo grado y que se encuentra dentro del Fichero de Especial Seguimiento (FIES).

Fuentes de la Asociación Profesional de Funcionarios de Prisiones (APFP) han explicado a ECD que se sienten desprotegidos, tanto por la institución como por el Gobierno, “sea del signo que sea”. Por ello, han denunciado que necesitan que se le ayude, que no se reste importancia a estos asuntos, y que se luche todavía más por evitar la radicalización de este tipo de internos. 

A finales de abril, una circular interna emitida desde la cárcel de Pamplona advirtió a los trabajadores que extremasen las precauciones, tras haber detectado una amenaza islámica en una revista de carácter radical llamada Mujahideen in the West. 

A pesar de que los funcionarios han pedido a Marlaska y a la institución medidas para evitar ser agredidos a través de cartas, no han recibido ningún tipo de respuesta.

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